Hace apenas dos meses que Cristian Reyes Martínez dejó la escuela, iba en quinto de primaria pero ya no le gustó, una parte de la historia la cuenta con el rostro medio cubierto por una tela que cubre el sillón de la sala y la otra parte la cuenta su mamá que está en la estufa cocinando: “no le gustaba hacer las tareas”, dice su madre y él con una expresión apenada se limita a contestar que le gusta más trabajar.
Cuenta con 13 años, su papá trabaja en la construcción y sus dos hermanos más grandes también, quizá por eso fue que fácilmente decidió trabajar en vez de estudiar; Cristian forma parte de los poco más de 26 mil niños que por diversas razones en Aguascalientes trabajan, esto de acuerdo a los resultados del informe niñas y niños que trabajan en México: un problema persistente publicado por la UNICEF.
En total en Aguascalientes hay una población de 324 mil 793 niños
entre los 5 y los 17 años; de ellos, 34 mil 299 trabajan, lo que
significa poco más del 10 por ciento. De este total de niños
trabajadores el mayor porcentaje se concentra en los pequeños de 14 a
17 años de edad que supera en siete veces más el número registrado para
los niños entre los 5 y los 13 años que es de 3.6 por ciento. Estados
como Guerrero, Zacateas y Michoacán superan a Aguascalientes en cuanto
al porcentaje de incidencia en el trabajo infantil.
De acuerdo a este estudio, las tres primeras razones por las que un
niño trabaja son porque quiere pagarse su escuela o sus propios gastos,
porque el hogar necesita de su trabajo y porque quiere aprender un
oficio. En el registro a nivel nacional es mayor el porcentaje de niños
y niñas que trabajan pero también estudian, sin embargo en el
acercamiento directo con los niños en Aguascalientes, de cuatro
entrevistados sólo uno va a la escuela abierta y está por terminar la
primaria.
El papá de Cristian está afuera de la casa; juega con uno de sus
hijos a lanzarse una pelota de beisbol a toda velocidad y cacharla
mutuamente con una manopla, su casa es pequeña pero se percibe que
viven “bien”. La encargada de las finanzas del hogar dice que se gastan
alrededor de 600 pesos para alimentar a tres personas porque ya los
demás hijos están grandes y ellos sólo van de visita. La calle no está
pavimentada y algunos vecinos tienen casas improvisadas de lámina y
cartón.
Ahora que Cristian trabaja se levanta una hora más temprano que
cuando iba a la escuela, tiene que estar listo a las seis de la mañana,
pero el trabajo lo vale como al parecer para él no lo valía la escuela;
donde trabajan les pagan 800 pesos a la semana por jornadas de ocho
horas; por la mañana se llevan el itacate para el desayuno y terminan
de trabajar a las tres de la tarde, les queda tiempo para llegar a su
casa a comer.
Todavía es muy pequeño y algo vergonzoso con los desconocidos para
decir que sí seguirá trabajando en la obra, lo que es un hecho es que
no volverá a la escuela; entre bromas sus hermanos le dan opciones de
lo que pudiera ser “teibolero, bombero, no, mejor sicario, ándele sí,
póngale sicario”. Cristian agrega que no hay nada que le guste de la
obra, a excepción de ganar dinero por su cuenta, para él y para darle
de vez en cuando algo a su mamá.
Ahora forma parte de los 4.53 por ciento pobladores del estado que
tienen entre los 6 y 14 años de edad que no asisten a la escuela y si
al llegar él a los quince años sigue sin interesarse por regresar a la
escuela, formará parte del 41. 83 por ciento de la población que tiene
la educación básica incompleta.
No tiene novia -eso dice él- y se escuchan en el fondo de la cocina
las risas entrecortadas y unos comentarios entre dientes de las jóvenes
que acompañan a la madre del niño, pero si la tuviera, seguro no la
llevaría al cine, porque ahí en su colonia no hay, esa es una parte del
entretenimiento que pareciera no apta para él y los suyos.
En la tabla general del país, Aguascalientes ocupa el lugar 24, con
su 10.6 por ciento y se ubica por debajo de la media que es de 12.5;
los tres primeros estados que encabezan la lista son Guerrero,
Michoacán y Zacatecas y los tres últimos son, Estado de México, Sonora
y Distrito Federal.
Aguascalientes no está dentro de la lista de entidades donde se
concentra la mayor cantidad de niños trabajando pues el 52.8 por ciento
de estos se encuentran distribuidos tan sólo en ocho entidades que son
las más representativas, Michoacán, Veracruz, Guerrero, Chiapas,
Guanajuato, Jalisco, Puebla y el Estado de México. Del total nacional,
Aguascalientes representa el .9 por ciento.
Iván Soto Martínez es alto, delgado, moreno, tiene 19 años y desde
que tenía 16 está trabajando en la obra, terminó la preparatoria y no
quiso seguir en la escuela, “para qué , si de todas formas no va a
encontrar trabajo”; él tiene otros dos hermanos, su mamá y su papá; ha
aprendido bien los trucos para hacer mejor todas las actividades de la
obra y aunque son constructores, no pueden hacerle algo a su casita
porque no es suya, una tía les presta el espacio para que puedan vivir.
De acuerdo al estudio del Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en Aguascalientes predomina la
pobreza patrimonial que del año 2000 hasta el2008 aumentó de 37.8 por
ciento a 51.1 por ciento; es decir la mayor parte de las personas que
viven algún tipo de pobreza, tienen qué ver con la falta de bienes de
posesión, como una casa. Aunque la pobreza alimentaria y de capacidades
se presenta en un porcentaje menor, aún así a partir del año 2000 han
venido ambas también en aumento.
Cuando inició ganaba 600 ó 700 pesos por semana, poco a poco se fue
haciendo de conocidos dentro de la construcción y ellos le han ayudado
para que pueda entrar a otros trabajos, pero la verdad es que ahora
todo está muerto, ya que tiene aproximadamente tres meses que no
trabaja, fue a buscar un espacio ahora con lo de los pasos a desnivel
pero no encontró y había otro opción pero le ofrecían 600 pesos por
mucho trabajo y no aceptó.
Afortunadamente su papá sí tiene trabajo y es de ahí de donde la
familia se sostiene en estos momentos, porque Iván gasta su dinero así
como le llega, entre cooperar para la casa y sus demás gastos, entre
risas reconoció que el dinero se va y tanto se le va, que a diferencia
de su hermano Cristian que tiene 17 años, él no ha comprado una
“troquita” que es bien gastalona de gasolina, pero ya está ahí y está
pagada porque eso de tener deudas no les pareció a ninguno de los dos
jóvenes una buena opción.
Cuando no tienen trabajo como ahora, salen a la calle a buscar
construcciones y a preguntar si están ocupando alguien o incluso les
ayudan a algunos vecinos, sin embargo lo que llegan a ganar en estas
«chambitas» no es suficiente.
Cristian dejó la secundaria cuando Iván terminó la prepa y ambos
decidieron que iban a trabajar en la obra. Aún en este mercado se da la
ley de la oferta y la demanda, ellos están muy atentos porque tampoco
van a hacer cualquier chamba por poquito dinero, ahora de menos tienen
que pagarles 900 pesos a la semana y sí hay quien los da porque la
verdad dijo Iván, este es un trabajo muy pesado.
Los dos hermanos tienen novia y algún día seguramente se van a
casar, pero por lo pronto, no está dentro de sus planes todavía, ya que
les hace falta mucho por hacer, dicen que no salen a pasear con
frecuencia porque no tienen dinero, pero cuando menos en la esquina de
su casa hay una tienda para comprarse algo de tomar en compañía de sus
amadas.
Ambos jóvenes parecen más grandes de edad, aunque sus caras reflejan
todavía la sonrisa sencilla de un niño o un adolescente en crecimiento,
parece que el trabajo y los problemas los han hecho crecer, hablan de
la situación económica como ahora lo hace un padre de familia, incluso
a Iván le molesta que se invierta dinero en hacer más construcciones,
“deberían de abrir fábricas y espacios donde las personas pudiéramos ir
a trabajar para ganar mejor”.
Los hermanos perciben que la situación no está bien, han escuchado
que por estos días mejorará pero la realidad es que hasta ahora no han
encontrado trabajo y mientras reflexionan sobre esta situación un tanto
preocupados, pero con una sonrisa en sus rostros, Luis Antonio Chávez
Frías vacía mezcla en un bote, ya que le está ayudando al vecino.
Tiene 12 años de edad y va en sexto de primaria, estudia en una
escuela abierta de 5 a 7 de la tarde, pero cuando le sale algún
trabajito lo agarra porque le sirve para tener algo de dinero, aunque
su papá no lo ha dejado desamparado, cuando necesita un pantalón,
zapatos o algo de ropa se lo compra y si le pide para otra cosa, le da
dinero.
Su padre nunca le ha negado cuando le pide, pero pues también le da
mucha satisfacción ganarse su propio dinerito, el sol cae a plomo, Iván
y Cristian son morenos, pero Luis Antonio es de tez blanca, ojos azules
y cabello claro que brilla y hace contraste con el color gris de la
mezcla que acarrea para el vecino que le dio un trabajito por unos
cuantos días.
Señalan los mayores que estos son de los pocos jóvenes que ocupan su
tiempo en algo productivo, porque generalmente todos los chavalos se
dedican nada más a estar de vagos, salen por las noches y pierden el
tiempo y la vida escondidos entre los enormes matorrales que son parte
todavía de la vegetación que rodea esta zona de la ciudad, donde el
reflejo de la pobreza deja de lado la suntuosidad de las ciudades
camino del progreso. Ellos allá viven una realidad distinta, parece que
son felices porque son sencillos, pero eso no implica que no se den
cuenta y vivan en carne propia las consecuencias del olvido del reparto
equitativo de la riqueza.