López Obrador siempre ha desarrollado su estrategia política mediante la polarización, desechando el diálogo o la posibilidad de alcanzar acuerdos con sus oponentes, sobre todo ahora que es gobierno, pretendiendo mostrarse distinto ante la vista u opinión de los que considera sus aliados.
Esta estrategia hasta ahora le ha funcionado, y le ha rendido frutos a su proyecto político, si bien, como titular del Ejecutivo Federal debería procurar alcanzar los acuerdos necesarios, su plan basado en la polarización es el único en el que se siente seguro y dueño del resultado, y cree que le será útil para fortalecer su “transformación” y garantizar su permanencia en el gobierno nacional.
Esta ha sido la regla de su juego político en los últimos meses, desde la programación de la consulta para la revocación de mandato aprobada a finales del año pasado, el ahorcamiento presupuestal del INE para su organización y desarrollo; los ataques al organismo ciudadano a través del uso indiscriminado del poder del Estado y sus incondicionales. A pesar de sus propias valoraciones del anticipado conocimiento de la inminente baja participación ciudadana en la consulta. El resultado no importaba, el punto era polarizar, victimizarse, achacar el resultado a sus “enemigos” históricos, a los neoliberales y conservadores, adversarios de la “transformación” del país: ellos, los enemigos del pueblo (y como AMLO es el pueblo…).
Una semana después, también con la certeza de la derrota parlamentaria evidente en la Cámara de Diputados de su iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica, el presidente López insiste en impulsarla no con otro propósito que el de confrontar a los mexicanos de manera ineludible. Los patriotas nacionalistas obtusos contra los traidores a la patria. La prioridad de Andrés Manuel López Obrador es separar a los mexicanos.
Unos días antes de semana santa, la Corte había resuelto acerca de la inconstitucionalidad de la Ley de la Industria Eléctrica o ley Bartlett, y apenas alcanzó los cuatro votos necesarios, tras fuertes presiones de su gobierno contra los magistrados. Ese resultado le permitió hablar de los “4 patriotas contra los 223 traidores a la patria”, e iniciar su campaña política contra esa oposición cerrada que derrotó su legado “histórico”.
Todas estas acciones polarizadoras del líder de la 4t y, sí, presidente de México, tienen como objetivo construir el andamiaje anímico y social de cara al 2024, a la continuidad de su proyecto político. Separar, dividir, confrontar, es el ingrediente fundamental para la posible ratificación de su movimiento de “regeneración nacional”, mismo que, ante sus magros resultados en todos los órdenes está más comprometido que nunca.
Sin embargo, la estrategia personal de López Obrador, en su maquiavelismo, desdeñó algunos riesgos que a últimas fechas han ido aflorando de manera sistemática en un entorno del que gusta esté siempre bajo su control. Así, a nivel nacional, esta polarización, sí bien la acatan ciegamente sus esbirros y aliados de coyuntura, y tunden un día sí y otro también a la oposición formal, resulta que, en su generalizada aplicación, empieza a mostrar su impacto al interior de su propio movimiento, debilitando su pretendida consistencia aferrada al poder público que detenta. Sus “corcholatas”, cómo ´cariñosamente´ se refiere el presidente a sus posibles sucesores para el 2024, están enfrascados en una guerra intestina por mostrarse como los adalides de la continuidad de la cuarta transformación impulsada por su jefe político. Claudia Sheinbaum, desde el gobierno de la Ciudad de México mostrándose ante la opinión pública como la incondicional de AMLO, casi de manera vergonzante en cada oportunidad que se le presenta. El secretario de gobernación, Adán Augusto López, como un auténtico clon de López Obrador, ignorando la responsabilidad de su cargo y el respeto a las leyes, acatando la voluntad del “señor” de manera mecánica y lamentable, aunque ello signifique pasar por encima de la Constitución. Marcelo Ebrad, desde la Cancillería, esforzándose por ser un eficiente operador de la voluntad presidencial, así deba aguantar las ocurrencias y caprichos de Palacio Nacional. Cada uno de estos tres personajes, guardando las apariencias y en cada encuentro entre ellos estrechándose las manos y compartiendo sonrisas y halagos, bajo la mesa, se propinan toda suerte de patadas y pisotones a discreción.
La más marcada señal de la polarización entre los cuatroteros la representa la postura del senador Ricardo Monreal, quién, lejos del amor presidencial, asegura, a pesar de la suprema voluntad, que estará en la boleta de junio del 24, ah, pero eso sí, manifestando siempre su lealtad al líder de la 4T, subrayando sus coincidencias y “respeto”. (Y quién no lo conozca que lo compre, dicen).
Pero el tema de la polarización remata destacadamente este fin de semana. En la columna Templo Mayor del domingo 24 de abril. Fray Bartolomé, comentó: “Quienes saben cómo se urdían las estrategias cuando Julio Scherer era el consejero jurídico de la Presidencia cuentan que no es casual que la demanda que presentó el exfuncionario contra el fiscal Alejandro Gertz sea por tráfico de influencias y coalición de servidores públicos. Según esto, la decisión de que la demanda fuera ante la fiscal anticorrupción María de la Luz Mijangos fue para aprovechar que la funcionaria tiene varias cuentas pendientes con su jefe, el fiscal general de la República. (…). Además, a pesar de la sabida filiación de Mijangos a la 4T, su relación con el inquilino de Palacio Nacional no pasa precisamente por su mejor momento desde que su esposo, Jaime Cárdenas, renunció a la titularidad del INDEP. Aquellos que conocen bien a la fiscal comentan que nomás no se le olvida que Andrés Manuel López Obrador dijo que Cárdenas dejó el cargo porque le faltaron arrojo y ganas para combatir la corrupción. De ahí que Scherer decidiera acudir ante esa ventanilla de la Fiscalía, bajo la idea de que, en política, quienes tienen enemigos en común pueden convertirse en muuuy buenos amigos.”
Tenemos aún treinta meses antes de que finalice este experimento de la 4t y su gobierno de polarización. Ánimo.