Todos podemos estar aparentemente bien, pero por dentro estamos abismados - LJA Aguascalientes
24/11/2024

  • Entrevista a Cecilia Eudave sobre Al final del miedo
  • Al final del miedo no es un libro que reta al lector, es un libro que desafía al lector, es un viaje.

 

 

En una ciudad oscura, que parece vivir en un apocalipsis que se vuelve permanente, una ciudad cuyos habitantes luchan por entender lo que está pasando a su alrededor, mientras luchan por sobrevivirse a sí mismo. Una realidad que se desgaja, una realidad en la que se abren agujeros, socavones, por todas las calles, en las cuáles pueden caer las personas que caminan despreocupadamente por la calle, y nunca más saberse de ellos. Agujeros que no sabemos que son o adonde llevan, pero que pueden aparecer en cualquier lugar a cualquier hora. Este es el escenario general en el que se desarrollan los cuentos que componen el libro Al final del miedo, de la autora mexicana Cecilia Eudave, publicados por la editorial Páginas de Espuma. Un libro apocalíptico, casi pandémico, que sin embargo le llevó a la autora nacida en Guadalajara varios años de trabajo.

Al final del miedo es un libro circular, conformado por ocho cuentos, cuya escenografía es una misma ciudad y que además comparten ciertos personajes que saltan y aparecen en los cuentos, conformado así un libro espejo, un libro que nos refleja en muchos sentidos, las angustias y los miedos contemporáneos. Un libro de cuentos que se suscribe a la narrativa de lo inusual y que busca darle la vuelta al miedo y explicarlo, entenderlo. Porque como nos dijo su autora en entrevista; “hay muchas ideas alrededor del miedo.” Cecilia Eudave indaga en eso que se encuentra Al final del miedo”.

Los ocho cuentos que conforman este libro se encuentran interconectados entre ellos, conformando un universo especial, específico. Como si los agujeros que aparecen en esta ciudad fueran también una especie de gusanos espaciotemporales que les permiten a los personajes trasladarse de un espacio narrativo a otro. Los cuentos de Cecilia Eudave permiten al lector relacionarse y conectar con otras obras literarias y cinematográficas. Al final del miedo es un artefacto literario que conecta y relaciona a los lectores con muchos niveles narrativos, que amplia el universo de los cuentos, hacia novelas como Moby Dick, Drácula, o las novelas de Ann Radclife, por mencionar solo algunos de los varios encuentros literarios que los lectores encontrarán en Al final del miedo.

Conversamos con Cecilia Eudave, narradora, ensayista y académica y entre cuya obra narrativa destacan libros como Registro de imposibles (2000), Bestiaria vida (2008), Técnicamente humanos y otras historias extraviadas (2010), Aislados (2015) y quien además es autora también de libros infantiles. En 2018 se hizo acreedora a la Cátedra Dolores Castro de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.

 

Javier Moro Hernández (JMH): Al final del miedo es un libro que tiene varios hilos narrativos que unen los cuentos que conforman el libro, pero quería preguntarte cómo nace este libro.

Cecilia Eudave (CE): El proceso de construcción me llevó varios años, porque hay libros que se van construyendo con el tiempo. El primer cuento, que fue justo Al final del miedo, que es el cuento que cierra el libro, además. Recomiendo que el libro se lea de principio a fin, porque el libro es un artefacto. Construí este primer cuento, y a partir de ahí, empiezo a establecer una dinámica de proyecto, y sobre ese voy uniendo otros cuentos. Uno se entusiasma cuando tiene su primer borrador, pero el tiempo nos dice muchas veces que no, que hay que seguir armando, que tenemos la obra negra, pero no tenemos los detalles que hacen de un libro un buen libro. Porque importa mucho también cómo estás contando esa historia. A partir de eso fui escribiendo otros cuentos, se conservó básicamente la estructura original, salvo un cuento. Ese cuento estaba escrito en primera persona y era muy protagónico, y ocupaba a los otros personajes, que también son igual de tristes y de patéticos y de desolados, pero que tienen sus chispas de humor. Uno no sabe cuándo está su libro listo, pero creo que el mejor momento para que este libro saliera fue ahora. Este libro no se escribió a partir de la pandemia, lo empecé a escribir en 2012, cuando el mundo se iba a acabar, y eso me hace pensar que nos gusta vivir con miedo, nos gusta el miedo. Pero también nos gusta pensar que el mundo se va a acabar y va a venir algo mejor, pero el mundo nunca se acaba. Se trataba también de jugar algo con eso. Ahora que salió el libro, es porque nos damos cuenta de que los apocalipsis sociales, siempre están allá afuera. Pero ¿Qué pasa con nuestros apocalipsis personales? Porque nosotros vivimos en medio de las catástrofes personales, y también debemos llevar nuestra vida. También se trataba de hacer introspección, porque se va a normalizar la tragedia, porque siempre lo hemos hecho, hemos normalizado los apocalipsis, pero el miedo no se acaba, no creo que sea el final del mundo, sino al final del mundo.


JMH: La idea de que es un mundo en donde transcurre todas las historias, un mundo que se está derrumbando, pero que nos da cuenta de que también los personajes se están derrumbando, me hizo pensar en una relación espejo entre lo externo y lo interno.

CE: Es un libro espejo en todos los sentidos, porque yo quiero que el lector mismo se espejeé en el libro, el primer cuento se relaciona con el último, y así se va entablando una relación que van más allá de estos agujeros negros que aparecen en varios de los cuentos, y que van interconectando todas las situaciones, o de que los personajes van cruzando de un cuento a otro. Al final también los hermana este derrumbe, esta manera de cómo todos podemos estar aparentemente bien, pero por dentro estamos abismados, como estos enormes agujeros que también son emocionales, intelectuales. Todas estas interacciones hacen espejo con intertextos, en donde yo juego con muchos lectores, y tienen muchas lecturas.

JMH: Quería preguntarte sobre esos niveles narrativos, porque están los espejos, están los personajes, pero también hay cuentos como “Deja que sane”, que tiene muchas referencias a lo gótico, es un cuento laberíntico.

CE: A mí me gusta crear una empatía con el lector, cuando uno empieza a leer un libro y empiezas a identificar cosas, te introduces más en el libro, empiezas a sentir que  hay un rumor de otras cosas y te sientes más familiarizado y más a gusto, y lo que yo quería en “Deja que sangre” era darle una vuelta de tuerca a la literatura gótica, a todo lo que se está haciendo, y todo ese camino que deben de tomar para llegar al antro, es como cuando Jonathan Harker va hacia el castillo de Drácula, por ejemplo, la cantinera es Ann Radclife, la reina de las novelas de vampiros, Otto es personaje de Ciudad Vampiro. Muchos de los personajes tienen una referencia, pero como escritora hay una serie de goces que me permití con este libro, por hacer todas intersecciones, que son literarios, pero también son sociales, porque el espectáculo es el de “Las aparecidas” que lo hace un poco más siniestro.

JMH: Vivimos en el miedo constante, vivimos en la crisis constante, y también hay una relación, hay una necesidad de ver a los monstruos, de ver a la cara a nuestros miedos. Pero en tu libro lo vemos, pero nos sentimos en un ambiente muy parecido a la realidad de los dos últimos años.

CE: El libro es difícil de clasificar, sé que de pronto hay que ponerle una clasificación, pero este no es un libro de ciencia ficción, no es un libro de literatura fantástica a la usanza, es una modalidad distinta, lo que Carmen Alemany ha llamado como narrativa de lo inusual, en donde nos encontramos en una especie de umbral, lo cual me parece interesante, me gusta ser una autora de umbrales, donde finalmente el lector es quién decidirá si se decanta por lo insólito o se decanta por lo real, pero cualquiera de las dos opciones es posible. Muchos dicen que “Deja que sangre” es una alucinación, pero no se dan cuenta de que lo fantástico empieza desde antes de que se tomen la pastilla amarilla. Pero lo dejó tan abierto, quería que fuera tan sutil todo, tan insinuado, para que el lector no se sintiera agobiado, por una realidad intensa, o por un mundo aparentemente insólito, en donde se podría salvaguardar de alguna manera, pero quería que el lector pudiera situarse en ese umbral y que él decidiera, porque me gusta que el lector participe, los silencios que hay en un libro son para el lector, para que él los rellene.

JMH:  Quería abordar el tema de los personajes, hay una relación de espejo entre ellos. Por ejemplo, en el primer cuento, “Siete minutos”, existe una relación entre los personajes, que se da a partir de la pantalla. Los cuentos abordan muchos universos, pero vemos el tema de la crisis personal en relación siempre con otra persona.

CE: Precisamente porque necesitamos siempre un interlocutor, nosotros no nos bastamos, es decir, por más que nos desdoblemos y nos hablemos a nosotros mismos, seguimos en el mismo soliloquio, por eso quería que el personaje se hablará a sí mismo, porque eso nos habla de una soledad terrible, y cuando aparece alguien que, además el personaje cree que es Dios, es un aliciente, es una luz, y va tras ello. En todos los relatos siempre está el otro, que necesito que me escuche, pero también está el enfrentamiento con el otro, como en el cuento de “Hotel”, en donde están los hermanos y está la idea de la supresión de la personalidad del otro. A pesar de que son dos, siempre hay un tercer personaje, siempre hay una tercera instancia, que es la catalizadora. Siempre habrá un personaje que establece la relación de confrontación. El espejismo es claro, porque se necesita un tercero, hay pares, pero también triángulos.

JMH En el cuento de “Cazando en un día de campo”, está la pareja, está el espacio que nos recuerda a un mercado que podría ser La Lagunilla, por ejemplo, pero también está el hecho de contar la historia, y que se queda como un misterio, ¿qué es la historia que nos iba a contar?

CE: Siempre estamos como buscando una historia y nosotros somos una historia, nos están pasando muchísimas cosas, porque tenemos que ir a comprarlas. Yo estoy jugando con la historia de Moby Dick, el personaje se llama Ismael. Es una vez más jugar con los intertextos, y por eso se llama “Cazando en un día de campo”, porque él puede ser un día de campo y no está tan mal ser un día de campo. Ellos están viendo a lo lejos el mar, todos estos detalles vienen a completar la lectura. Creo que este es un libro que es para releer, porque en la segunda lectura encontramos ecos que te den más luz sobre lo que leíste en un principio, es la cuestión de contar una historia. Aquí no hay trucos y el lector puede regresar a los textos y encontrar que no se me ha escapado nada.

JMH: Hay un elemento central en tu libro, que es el lector como un elemento de la escritura.

CE: Lo que más he disfrutado del resultado de Al final del miedo es precisamente eso, que los lectores se identifiquen, pero cuando un libro no te gusta, puede significar que el libro te hizo un ruido fuerte. Pero en general, si te acercas al libro sin prejuicios, sin estar esperando que cumpla con un género específico, o que vaya a satisfacer las necesidades primarias de un lector cuando compra un libro, se puede sorprender también. A mí me gusta leer este tipo de libros, que yo leo y que me seduzca el libro, pero se trata de ir abierto al encuentro con el libro. Creo que Al final del miedo no es un libro que reta al lector, es un libro que desafía al lector, y eso es distinto, pero lo desafía a sí mismo, en relación con lo que está leyendo, no es una competencia, no hay que ganarles a los libros, sino que hay que disfrutar de los libros. Es un viaje.

JMH: Por supuesto te quería preguntar sobre esta imagen metafórica de los hoyos, de los agujeros que se abren en la ciudad, que tienen una relación simbólica con la crisis de los personajes, y que tienen relación, por supuesto, con obras de ciencia ficción, son umbrales, hay gente que se tira en ellos, nadie sabe qué son, tampoco parece no importarle demasiado a otros personajes, que me da la impresión de normalización de la tragedia.

CE: Cuando yo empecé a escribir el libro empezaron a aparecer hoyos, y entonces tuve que escribirlos, porque empezaron a aparecer en varias partes del mundo, esto no es nuevo. Han aparecido en Guatemala, pero también cuando se dio la presentación en España aparecieron allá, y ahora que llegó el libro a México se abrieron socavones. Esto es muy extraño. Lo que sucede es que todo esto siempre ha estado ahí pero no le prestamos atención. De hecho, hay una teoría de que habla de que existen civilizaciones subterráneas, y eso es algo de lo que ya hablo en el libro cuando mencionó a los “subterráneos”, y que también es algo que ya se ha tratado. Por ejemplo, tenemos el Mundo perdido de Conan Doyle, nos habla de eso, de mundos que viven en el interior de la tierra. Siempre he creído que el fin del planeta no va a venir del espacio exterior sino del espacio interior, nosotros nos vamos a ocupar de acabar todo. Pero lo curioso es cómo se van hermanando estas energías alrededor de un libro y se van imantando este tipo de situaciones. Pero, sin duda, tiene que ver con las lecturas que le van a dar los posibles lectores, y este es otro juego que hay en el libro. Es decir, cada lector va a interpretar de manera particular y de acuerdo con sus propias circunstancias, y eso lo vuelve mucho más plural y no tan reductivo. Estos agujeros son eso, contenedores, de todo aquello que nos hace ser lo que somos, para bien o para mal, y tenemos mucho miedo a esos agujeros negros, pero a lo mejor si nos tiramos en ellos tal vez no entramos. Son todas estas ideas que tenemos alrededor del miedo y los agujeros vienen a representar ese miedo.


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