No pretendo causar polémica con el título, sino hacerme acompañar de ti, lector, lectora, a una reflexión sobre la importancia que tienen las elecciones en la vida sociopolítica de nuestra entidad, cuestión que de sobrada manera se ha venido actualizando conforme se van sucediendo los procesos electorales que, no está de más decirlo, en Aguascalientes hemos tenido un año sí y el otro también.
En ocasiones, hemos escuchado el término de “elección de estado” cuando una actora o actor político descalifica el actuar de la autoridad electoral pretendiéndola sometida al poder político en turno. Resulta, por lo menos, interesante tal aseveración, dado que la definición clásica de estado es el conjunto de población, territorio y gobierno, conviviendo dentro de un marco jurídico vigente, por lo que, teóricamente, cualquier elección calificaría como “de estado”.
Pero más aún, en diversas ocasiones he manifestado que las elecciones en general, y el proceso en el que nos encontramos inmersos para renovar la titularidad del poder ejecutivo local en lo particular, deben ser elecciones de estado en su más amplia concepción: el apoyo de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial no solo está previsto, sino que resulta imprescindible para el buen desarrollo de los comicios. Para muestra, el ejecutivo a través de dependencias como el Instituto de Educación o la Secretaría de Desarrollo Social prestan algunas de sus oficinas para que se conviertan temporalmente en sedes de consejos distritales, mientras que la judicatura habilita a todos sus jueces durante el día de la jornada electoral a fin de que, si fuera el caso, den cuenta de algún incidente del que hubieran de tomar conocimiento para dar fe.
El acompañamiento, que no intromisión, de los poderes gubernamentales en el proceso, además de lo anterior, genera importantes economías presupuestales. Las boletas electorales, por ejemplo, son impresas a nivel nacional en los Talleres Gráficos de la nación, esto es, un organismo público descentralizado de la Secretaría de Gobernación es quien ha impreso los documentos que permiten a la ciudadanía a emitir su voto. En la entidad, quien realiza el proceso de impresión de tan importante documentación son los Talleres Gráficos del Estado; por supuesto que podrían mandarse imprimir las boletas a cualquier empresa privada que tuviera la capacidad de realizar un trabajo de tal magnitud, pero es la propia ley la que, anticipando que, por fuera, los costos se multiplicarían, prevé que tan importante actividad se lleve a cabo en la dependencia.
Y es que, de verdad, resulta satisfactorio ver como, en este caso, el personal de talleres demuestra el compromiso que les caracteriza, aún y cuando se ve sometido a jornadas intensas de trabajo con tal de imprimir, bajo la calidad acostumbrada y con las medidas de seguridad impuestas por las autoridades electorales, todas las boletas en un tiempo muy corto. Baste decir que, en los procesos electorales celebrados en la entidad, las boletas siempre han estado listas, y certificadas bajo los más altos estándares tanto en la producción misma, como en la seguridad que se monta alrededor de esta actividad y que involucra a propios y extraños.
Los ejemplos aquí mostrados ya han sido probados en los procesos electorales anteriores y, lo más importante, han sido evaluados para afinar lo que ha sido necesario de ser adecuado, y continuar con aquello que ha funcionado y que, analizando las características propias de cada proceso, es susceptible de seguir implementándolo. No ha existido, por lo menos desde la ciudadanización y posterior profesionalización de las autoridades electorales, mayor intromisión de parte del gobierno que en aquellas circunstancias en que está prevista por la legislación, y sin la cual sería, si no imposible, sí muy difícil llevar a buen puerto lo que significa la elección: la transmisión periódica y pacífica del gobierno en cualquiera de sus ámbitos.
La reflexión que hoy comparto es no tomar a la ligera la narrativa. La fuerza de las palabras es tal, que muchas ocasiones basta con escuchar una frase para emprender una serie de descalificaciones que en nada abonan al buen trabajo. Finalmente, la trascendencia de los procesos electorales siempre va más allá de simplemente elegir una opción en la boleta: se refiere, en todo sentido, a nuestro futuro como aguascalentenses.
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