“La libertad, como la felicidad, está en la conciencia de cada uno”“La libertad, como la felicidad, está en la conciencia de cada uno” - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Luis Milán Fernández y Omar Ruiz Hernández, son dos de los 75 disidentes políticos cubanos encarcelados desde marzo de 2003, por el régimen de Fidel Castro. El pasado 10 de julio fueron liberados junto a otros 18 compañeros tras la mediación de gobierno español y la iglesia católica de Cuba. Ahora se adaptan a una nueva vida como refugiados políticos junto a sus familias en un centro del Comité Español de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Málaga, a la espera de que España regularice su situación definitivamente y puedan emprender una nueva etapa. El pasado martes 17 de agosto llegaron a España tres disidentes más con sus familias y el plazo para la liberación del resto de presos de conciencia en Cuba está previsto que concluya antes de octubre.

El de Luis Milán y Omar Ruiz es un relato pausado y a detalle de la cotidianeidad de la vida en su Cuba natal. Son dos de los disidentes políticos excarcelados que llegaron a España el pasado 12 de julio tras ser liberados de prisiones isleñas bajo la influencia de la iglesia católica cubana y el Ministerio de Asuntos Exteriores español. Más allá de los siete años que pasaron en prisiones de la isla, ambos reflejan la sensación de que en Cuba se vive en un tiempo pasado. Omar, que ahora tiene 62 años, cuenta incluso con gran asombro que hay objetos que no sabe para qué sirven. En parte, a causa de sus años de aislamiento y en parte porque en su país están vetados ciertos lujos.
 Luis cuenta 40 años y es extremadamente cuidadoso a la hora de contar detalles. Con gran precisión recuerda las fechas exactas en que lo trasladaron de reclusorio y los personajes que discurrieron durante su encierro. La expresión tranquila de estos hombres no refleja rencor y su discurso es de quien cuenta un pasaje de su vida, con emoción pero también con serenidad.
Ambos realizaban actividades no violentas en el marco de la disidencia contra el régimen de Fidel Castro. Luis Milán, médico de profesión y natural de Santiago de Cuba, fue uno de los impulsores del llamado Proyecto Varela, que en 2002 recogió 11 mil 020 firmas y se presentó ante la Asamblea Nacional del Poder Popular con cinco peticiones al gobierno: apertura económica que permitiese a los cubanos invertir en la isla; apertura informativa; revisión del sistema penitenciario; reforma a la ley electoral para que cualquier ciudadano, sin pertenecer al Partido Comunista de Cuba (PCC) se pudiese postular como candidato y por último, que estos incisos fueran consultados al pueblo en referendo.
Omar Ruiz era periodista independiente y denunciaba violaciones de los derechos humanos desde la ciudad de Santa Clara para Radio Martí, emisora de la disidencia, y para dos páginas de internet. “Para que mis noticias se escucharan en Cuba, tenía que enviarlas a Radio Martí (en Florida) para que de rebote, llegaran a la isla”.

Juicios sumarios

“Siempre estuvimos alejados de actos violentos” reiteran ambos y recalcan que sus detenciones fueron a raíz de que los diferentes movimientos en la isla se empezaron a organizar. El gobierno cubano comenzó a llamar despectivamente “grupúsculos” a las organizaciones de disidentes. Se trata de grupos de diversos tintes pero con un fin común: lograr mayores libertades en Cuba. Así, hay conjuntos de adscripción religiosa (como el Movimiento Cristiano de Liberación, al que pertenece Luis Milán), asociaciones gremiales independientes de médicos, abogados, pedagogos, organizaciones pro derechos humanos, agencias de prensa e incluso partidos políticos. “Trabajamos como una locomotora” y fue entonces cuando se produjo la ola de detenciones de la Primavera Negra de 2003. Junto a Luis y Omar, un total de 75 personas fueron arrestadas entre el 18 y el 26 de marzo de aquel año. En cuestión de días se celebraron juicios en los que fueron condenados a penas entre 6 y 28 años de prisión por “actos contra la protección de la independencia nacional y la economía de Cuba”.
Milán obtuvo una sentencia de 13 años de cárcel en un juicio donde sólo tuvo oportunidad de reunirse con su abogada 10 minutos y a Ruiz le dispusieron 18 años de prisión. La forma en que fueron juzgados, cuenta Omar, incluyó testigos falsos y pruebas construidas para la ocasión. De su juicio, junto a otros cinco disidentes de régimen castrista, recuerda a un testigo que declaró “lo único que sé es que ese señor escribe mucho a máquina”.
Tal parece que el mayor error de estos hombres fue externar sus deseos de cambio para la sociedad cubana y movilizar al pueblo. Luis relata sus comienzos en la disidencia junto a otros jóvenes. En sus primeros contactos con estas reuniones clandestinas, asistía a salones particulares con las puertas, ventanas y cortinas completamente cerradas por temor a infiltraciones de agentes de seguridad del gobierno. Después, conscientes de que lo único que reclamaban era libertad, abrieron a la luz esas charlas. “No somos ningunos bandidos. ¡Abre las puertas!”, relata en presente, como si estuviese organizando un coloquio improvisado. “Ponemos una silla vacía para que la seguridad venga y se siente. Ellos saben que están invitados a participar”.

Recorrido por las cárceles de la isla

Luis y Omar completaron siete años y cuatro meses de prisión en los que periódicamente y a placer de las autoridades, eran trasladados de centro, lo que hacía variar sus condiciones y la facilidad de sus familias para visitarlos. Sin conocerse, porque el gobierno nunca permitió que los presos políticos compartieran prisión, sí compartieron la misma cama en una diminuta celda de la prisión de Ciego de Ávila. Omar relevó  a Luis en agosto de 2004, en aquella celda donde apenas cabía una cama pequeñita, húmeda, sin ventilación y en la que hacía un calor sofocante.
Durante los primeros años de cautiverio, algunos de los 75 presos que presentaban condiciones de salud graves fueron liberados de forma “extrapenal”.
En febrero de 2005 y tras pulular por celdas de varios destacamentos en diferentes prisiones de la isla, Luis Milán es trasladado a la cárcel de Boniato, en su ciudad, Santiago de Cuba. Pasó “tres años y seis meses exactos”, encerrado en la sala de psiquiatría de la prisión, “no solo con presos: con presos locos”. “Y, ¿cómo aguantaste?”, le pregunta Omar. “Porque yo soy médico y me convertí en el jefe de los locos” responde Luis con simpatía. “Fíjate si era así, que cuando llevaban a un loco, la psiquiatra decía ‘oye, llévaselo a Milán que lo vea’ y el loco se paraba ahí en mi reja y me tomaban la mano”.
De esta prisión es de la que relata los episodios más crueles. Funcionarios de prisiones que atormentaban a los presos dementes, agresiones entre compañeros de celda e incluso presos que se autolesionaban. Luis se tuvo que ganar su confianza para que no lo agrediesen y terminó siendo un padrino para muchos. “Toda esa gente yo la dejé presa”.
Dentro de su situación, Luis y Omar confiesan que fueron presos con ciertos beneficios, puesto que recibían ayuda de sus familias en el exterior y sus casos tuvieron gran repercusión mediática. A pesar de no disfrutar de rebajas de condena, eran privilegiados e incluso otros presos les preguntaban “¿qué hay que hacer para ser político?” puesto que “los presos políticos tienen la esperanza de irse”. “La mayoría de presos en Cuba habla de irse cuando salgan de prisión. Incluso hay algunos que hablan de lanzarse al mar porque ahí no se puede vivir”, relata con tono desesperanzado Omar y remata con una cruda reflexión: “yo admiro a los compañeros que prefieren la cárcel a irse de Cuba. La cárcel es muy dura”.
“Los cubanos desconocen la situación de las cárceles” afirma Luis, en un país con más de 300 prisiones disfuncionales abarrotadas de miles de presos cuyos pecados fueron cometer “delitos por necesidad”. “En un destacamento que tiene entre 120 y 140 (presos) tú les dices: levanten la mano los que están aquí porque se vieron obligados, por su salario, a robar. Quizá sesenta o setenta hombres levantaban la mano”, explica Milán. “La vida va asfixiando y empuja a cometer delitos”.
Durante su estancia en prisión sufrieron retención de su correspondencia por parte de funcionarios de las prisiones. “Mis cartas demoraban de 15 días a un mes dentro de la isla”, asegura Omar y resalta como insólito cuando llegaba correspondencia en “tres o cuatro días”.

“Éramos rehenes”

Para el gobierno cubano, la detención de los 75 disidentes en la Primavera Negra de 2003, era la frustración de los planes de quienes representaban ejes principales de la disidencia. “Éramos rehenes”. Sin embargo, Omar comenta con cierta ironía “¡y ahora me entero yo que era uno de los principales!” y explica que el caso suyo “se debió mucho al caso de Los Cinco” presos cubanos encarcelados en Estados Unidos desde 1998. “Es una venganza política”.
Ambos coinciden en resaltar la acción de asociaciones afines a la disidencia que desde el extranjero se mantuvieron firmes apoyando a sus familias. “Plantados Hasta la Libertad y la Democracia en Cuba”, destacan que fue una “organización que sin ningún tipo de presión ni condicionamiento (…) mandaban su ayudita hasta los lugares más recónditos del país (…) año tras año durante todo el tiempo que nosotros estuvimos presos”.
“Para mí fue una sorpresa que el gobierno cubano declarara públicamente que iba a liberar a los 52 que quedábamos en prisión”, Comenta Omar aún con cierto asombro. Al mismo tiempo, ambos se muestran enormemente agradecidos con Miguel Ángel Moratinos y todo su gabinete del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, así como con la Iglesia Católica Cubana, “en especial con el cardenal Jaime Ortega Alamino y el obispo de Santiago de Cuba, el señor Dionisio”, quienes fueron los principales intermediarios que dialogaron con el presidente Raúl Castro.
Coinciden en que su liberación fue “fruto de muchos factores que coadyuvaron”. La muerte del disidente Orlando Zapata, el pasado  23 de febrero  en La Habana tras 86 días de huelga de hambre, “fue el detonante” seguido de la huelga de hambre de Guillermo Fariñas durante 19 semanas, quien reclamaba principalmente la excarcelación de 26 de los presos que se encontraban en peores condiciones de salud. “La presión mediática internacional, indiscutiblemente” fue una de las grandes influencias para la puesta en marcha de las liberaciones. “El gobierno decía que no quería ceder a chantajes”, pero “pienso que la iglesia intervino para evitar que el gobierno reconociera que era por Fariñas” comentan.
Para el gobierno español, aseguran, fue la oportunidad perfecta de intervenir y así crear un escenario propicio encaminado a que la Unión Europea cambie su posición común en contra del régimen cubano.
Sin embargo, reiteran que su excarcelación tiene unas condiciones muy rígidas. “El gobierno cubano no le ha dado la libertad a nadie para ir a su casa. Nosotros salimos de la cárcel para aquí (España) con una diferencia de 48 horas”. Es decir, pasaron de ser presos a refugiados políticos en cuestión de dos días. “Nos sacaron de la cárcel, nos llevaron a un hospital de una prisión, nos hicieron un chequeo médico rápido, prepararon nuestros papeles y de allí mismo salimos para el aeropuerto”.
“Allá quedan 32 compañeros nuestros en la cárcel y aunque no todos quieren salir de Cuba, la mayoría sí quiere salir”, relatan y ponen toda su esperanza en que estas liberaciones se produzcan con la mayor brevedad posible.

“Permiso de salida definitivo”


La expresión tranquila de Omar y Luis no refleja resentimiento tras siete años de cautiverio injusto. Omar, con la mirada algo cansada y palabras de nostalgia, cuenta que le gustaría volver a la isla. Sin embargo, sentencia sin dudarlo: “somos desterrados” y muestra su pasaporte con un sello que reza ‘permiso de salida definitivo’.
Omar, aunque aún ve el futuro incierto, prevé quedarse en España al menos por un tiempo y quizá después marchar hacia Estados Unidos, donde reside la familia de su esposa. “Tengo claro que no voy a volver”  a la isla. Su continuidad en la disidencia pasa por seguir denunciando casos de violación a los derechos humanos, tal como hacía antes de ser encarcelado.
Luis, en cambio, siempre atento y con brillo en los ojos, dice sentirse a gusto en Málaga y sus planes de asentarse tanto en el plano laboral como en la dinámica social de la ciudad van tomando rumbo. Es casi tangible su discurso cuando relata con viveza “yo he sentido poco miedo en la vida” y se muestra decidido a ejercer como médico en España.
Cuando se le pregunta por el futuro, Omar dice “yo tengo la idea que la felicidad es un estado interior del alma y no exactamente por lo que uno tenga, sino por estar en paz contigo mismo”. Y con la libertad, dice, pasa lo mismo. “Es algo muy de adentro. Yo les decía a mis compañeros de la cárcel ‘me siento más libre aquí que mucha gente en la calle’. Porque ellos en Cuba están caminando libremente por la calle, pero no son libres, no tienen la libertad de decir lo que piensan, hablan con miedo, hablan bajito”. “Yo no fui nunca un provocador” dice de forma rotunda Omar y sentencia “yo me liberé de ese miedo a hablar y me sentía feliz así”. Luis remata: “no hay nada más lindo que perder el miedo”.


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