¿Qué quieres decir, exactamente?/ El peso de las razones - LJA Aguascalientes
15/11/2024

A veces cuando usamos palabras para comunicarnos, para decir lo que pensamos, para pedirle algo a otras personas o para tratar de ponernos de acuerdo, las cosas se ponen enredadas. Y es que las palabras son complicadas. Nosotros no decidimos cómo funcionan y en ocasiones no sabemos si otras personas entienden lo que queremos decirles con ellas. Muchas veces nos sentiremos abrumados por el hecho de que no sólo debemos preocuparnos por qué es lo que queremos decir, sino que también debemos detenernos a pensar en cómo queremos decirlo. Y esto último requiere que nos pongamos a pensar en las palabras.

Hay algunas palabras que pueden significar varias cosas distintas. La ambigüedad puede confundirnos cuando no sabemos cuál de los muchos significados que tiene una palabra es el que se quiere usar. Para desenredarnos tenemos que preguntar: “¿A qué te refieres?”. A veces tenemos que buscar pistas en otras cosas que se nos dijeron, o mirando a nuestro alrededor, para saber de qué habla la gente. Hay ocasiones en las que simplemente no podemos saberlo.

Además de ser ambiguas, las palabras también pueden ser vagas. Decimos que lo son cuando no está bien definido a qué cosas se aplican y a qué cosas no. De algún modo, no está determinado cómo se deben usar las palabras vagas. Piensa, por ejemplo, en la palabra ‘alta’. No se trata de que la palabra sea ambigua y no sepamos cuál es su significado; más bien, no estamos seguros de si es correcto aplicársela a alguien para decir que sobresale por su estatura. Algunas palabras son así. Y a veces cuando discutimos no es porque estemos en desacuerdo sobre cómo son las cosas, sino sólo sobre cómo se usan las palabras.

Es importante que notemos que, aunque la ambigüedad y la vaguedad son cosas distintas, las dos pueden presentarse en los mismos casos. Si alguien te dice que eres infantil, eso puede querer decir que te comportas como un niño, lo cual no es algo malo (especialmente si eres un niño); pero también puede querer decir que te portas de manera ingenua o inmadura, lo cual es una crítica a tu comportamiento (sin importar cuál sea tu edad). La palabra ‘infantil’ es ambigua: tiene varios significados. Pero en sus varios significados, la palabra ‘infantil’ también es vaga: no es exactamente claro cuándo se termina la infancia (¿se acaba cuando cumples 12 años?, ¿se puede ser niño toda la vida?); tampoco es completamente claro cuándo alguien está siendo ingenuo o inmaduro.

Una de las razones por las que queremos evitar la vaguedad es porque produce confusión. Como puede verse, si lo que dices es vago, puede que otros no te entiendan o no sepan lo que quieres; puede que no sepan si están de acuerdo contigo. Cuando se trata de desacuerdos, la vaguedad siempre se encuentra al acecho. A diferencia de la ambigüedad, donde uno decide qué significado de la palabra quiere usar, cuando hay vaguedad, uno no puede simplemente decidir si la palabra se aplica o no correctamente a una situación. No puedes simplemente decidir cuánto mide una persona alta, qué conductas son infantiles o a qué edad se deja de ser joven. Sin embargo, tampoco parece que investigando más el asunto podamos responder a estas cuestiones. No es que falte una regla especial, ni tampoco es que vayamos a resolver estos enigmas con puras definiciones. Ésta es una de las cosas que parecen más misteriosas de la vaguedad: sin importar cuánto investiguemos, parece que no podemos saber si una afirmación vaga es verdadera.

La vaguedad y la ambigüedad en el lenguaje pueden evitarse. De hecho, hay lenguajes que no son ni ambiguos ni vagos; por ejemplo, las descripciones de las matemáticas y el lenguaje de programación para computadoras. En muchos casos, la ambigüedad y la vaguedad también pueden evitarse en el lenguaje cotidiano. Para ello, en algún momento tenemos que preguntarnos si lo que nos importa depende realmente de las palabras específicas en las que lo decimos o si lo podemos decir con otras palabras. La vaguedad también puede desaparecer si convertimos la afirmación en una comparación. En vez de preguntarnos si alguien es realmente alto, podemos decir que es más alto que sus compañeros de trabajo, pero no es más alto que los jugadores de básquetbol.

Quizá tenemos que vivir con (un poco de) vaguedad. Y no deberíamos angustiarnos tanto si no logramos decir las cosas de manera completamente clara y exacta. Pero al replantear las cosas de otras maneras, con otras palabras, a menudo encontraremos que es más fácil que las personas nos entiendan, que estén de acuerdo con nosotros y que quieran emprender proyectos en conjunto.

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