Fernando Rodríguez es hijo de una mujer que a los 13 años de edad salió de Tequila Jalisco, para buscar un lugar en paz para vivir, quizá ella no quería dejar su hogar pero en ese momento fue necesario porque no era bien visto que a tan tierna edad una mujer pariera y peor aún si el padre biológico de ese niño no quiso hacerse responsable, su destino fue Guadalajara.
Cuando llegaron allá, ella buscó la forma de entrar inmediatamente a la escuela de enfermería, cuando terminó de estudiar logró una plaza en el Seguro Social, fue a través de su formación profesional que ambos salieron adelante; éstas y otras experiencias que su madre no le llegó a contar forjaron el carácter que ahora hace de Fernando, un hombre que protege los derechos de las mujeres principalmente ante las situaciones de violencia.
Sólo eran los dos en todo momento, en la escuela, en la casa, en el trabajo hasta que ella consiguió su casa por medio de INFONAVIT y entonces en ocasiones había una señora que se quedaba con Fernando para cuidarlo mientras su madre se iba al trabajo. «Nunca hubo un hombre en la casa, pero hasta ahora he tenido buen ejemplo». Aunque si reconoció que de niño sufrió un poco por la falta de una imagen que los demás niños sí tenían, pero su mayor ejemplo fue precisamente su madre que sin papás, logró salir adelante con todo y su hijo.
Ella tenía muy claro que la formación académica era indispensable para salir adelante, Fernando hizo solicitud para entrar a la Universidad de Guadalajara pero no pudo ingresar, a través de un conocido de su mamá, al poco tiempo se le presentó una oportunidad de irse a Zacatecas, ahí empezó a estudiar la universidad, después encontró trabajo y poco a poco fue forjandose una vida con una familia propia.
Esa cercanía con su madre y las oportunidades que se le presentaron en el camino lo llevaron a ser un protector de los derechos de la mujer desde la protección de las instancias gubernamentales como ahora que trabaja para el Instituto de las Mujeres en Calvillo, donde le duelen cada uno de los casos de violencia que le ha tocado presenciar pos su mismo trabajo; agresión, violaciones incluso de parte de los mismos familiares. Aún con estas dificultades Fernando está orgulloso de su trabajo, le apasiona y le gusta. «La violencia de género a mi me da para hacer más».
Al trabajar en el centro de atención se da cuenta que no sólo hace su labor por las mujeres usuarias que acuden a pedir asesoría, sino por también por todas aquellas que no van y para formar una nueva eduación que haga mella en los jóvenes para que ellos también aprendan una forma distinta de tratar a las mujeres.
Sin saber cuál es la situación de las usuarias que llegan a los centros de atención a la violencia, él las ve dolidas, solas, desorientadas, desde su perspectiva tiene un «ojo clínico» que le permite de alguna forma saber cómo se encuentran las mujeres y qué necesitan, esta es una de las cualidades que Fernando heredó de su madre, así como el carisma, la humildad, el respeto y la disciplina.
El tesón y el ímpetu seguramente también son herencia de su madre, él sin mayor complicación las aplica en su trabajo, no sólo se ha limitado a proteger a las mujeres de la violencia, ahora integró los cambios con perspectiva de género para el código civil de Calvillo y al parecer ahora habrá otros municipios que se sumarán a esta misma iniciativa, sin embargo ya a nivel más institucional desde la visión de Fernando, hace falta presupuesto, hay quienes todavía consideran que el tema de las mujeres es una carga, nadie quiere tomar la responsabilidad y en muchos casos todo queda en buenas intenciones y más que la integración de nuevas leyes lo que hace falta son voluntades más allá de los colores partidistas.
Para Fernando la tarea esta en su trabajo pero también en su familia, él es padre de dos niñas y un niño con ellos es con quienes ha puesto en práctica el respeto de la perspectiva de género, pero para que toda esa generación crezca con esa formación debe integrarse la formación de género desde la educación básica en la escuela.