Burócrata/ Bajo presión - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Después de varios años me encontré con un amigo de la juventud, no teníamos nada mejor que hacer y festejamos la coincidencia yendo a un bar, rápidamente intercambiamos generales para ponernos al día sobre lo que importa en la amistad: las filias, las fobias y lo sentimental. Enseguida pasamos a la baraja de recuerdos y seguimos bebiendo, todo era risas hasta que, en un momento de introspección alcohólica, se sinceró conmigo, después de felicitarme por enésima ocasión por lo bien que me estaba yendo en la vida, me golpeó con su crítica: cambiaste mucho, mataste tus ideales y ahora eres un pinche burócrata, me da pena por ti.

No era la primera vez que me llamaban burócrata, a manera de insulto. Después de trabajar como reportero free lance y urgido de un ingreso estable, acudí a una oficina de gobierno para solicitar trabajo, realicé los exámenes pertinentes y obtuve un puesto como técnico, en lo más bajo de la escala burocrática; meses después apliqué para la plaza de jefe de departamento y la obtuve; después quedó libre un puesto como subdirector de área y concursé por ella. Sí, ganaba muy bien; sí, trabajaba detrás de un escritorio; sí, formaba parte del conjunto de servidores públicos a los que se designa como burocracia. El amigo que intentó insultarme llamándome burócrata sólo era capaz de observar las manifestaciones más vulgares de mi trabajo: el sueldo y el horario; para él, me “vendí” y “cambié” porque ahora “colaboraba” con el gobierno, porque me vestía con traje y zapatos, supuso que el trabajar en una oficina me condenaba a opinar igual que mi jefe, que supeditaba mi criterio a quien tuviera una jerarquía mayor que la mía; además, en esos tiempos, trabajar en el gobierno era trabajar para el Partido Revolucionario Institucional, no importaba la dependencia o si era una órgano descentralizado de la Administración Pública Federal, cobrar del gobierno te hacía tricolor.

Con la copa en la mano me dieron ganas de explicarle cómo me retribuía el servicio público, que me completaba pensar que algo aportaba realizando bien mi trabajo, que gracias a ese trabajo tuve la oportunidad de participar en proyectos que incidían, de manera tangible, en el bienestar de otras personas… pero bien sé que, entre tragos, ninguna aclaración tiene buen fin, con mansedumbre asentí, dejé que mi amigo se quedara con esa idea, total, lo que dijera no lo iba a cambiar a su juicio y yo no tenía tiempo de ser mal interpretado contando que todo lo que obtuve, las escalafones que ascendí, fueron por esfuerzo propio, que nadie me regaló nada y que si bien reconocía las redes de influyentismo, amiguismo y corrupción que permiten acceder a un mejor salario o puesto existen, nunca hice uso de ellas y, en la medida de mis posibilidades, cancelé esas vías para quienes colaboraban conmigo, para no ser cómplice de las prácticas que desde siempre me han parecido deleznables.

Fuera del servicio público desde hace mucho tiempo, no dejo de reconocer el valioso esfuerzo de quienes forman parte de la burocracia, cuento por montones a quienes honorablemente colaboran con una administración municipal, estatal o federal, muchos que realizan su trabajo y siguen su vocación de servicio sin esperar otra cosa que el reconocimiento mínimo de su salario y el respeto a sus derechos laborales.

De un tiempo a la fecha, desde el ascenso a gobierno de la Cuarta Transformación, las condiciones para la burocracia se han modificado, por eso cuando el presidente dice que no son iguales, yo pienso que son peores, como en régimen priista se demanda devoción y lealtad al proyecto de un solo hombre, adoración a la figura presidencial y se impone la censura a todo aquel que piensa diferente.

Afortunadamente, son más los que simplemente dejan pasar antes que caer en la tentación de la fe ciega, saben que, como todo gobierno, ellos van a pasar y las instituciones se quedan.

Coda. El presidente, quien hace poco dijo que no le interesaba el poder, alguna vez lo definió así: “Hay que tener los pies en la tierra y entender que el poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás, y entender también que el poder es humildad, no es prepotencia, no es fantochería, es servicio, es llevar a la práctica el amor al prójimo”, todo indica que López Obrador entiende prójimo como adoración a su proyecto; lamentable.

 

@aldan


 


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Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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