El pasado lunes 10 de enero, en el transcurso de la obligada mañanera, el presidente López Obrador se retiró antes de concluirla, alegando que se sentía un tanto indispuesto y con sentidos síntomas del Covid. Obviamente, ya había transcurrido un significativo período de tiempo desde el inicio de su conferencia, y el ciudadano presidente, fiel a su rebelde y arrogante costumbre, lo había pasado sin el uso del cubrebocas, ante más de una veintena de reporteros y corresponsales de medios de comunicación. El daño ya estaba hecho. A partir de ese momento, el presidente se retiró a la buhardilla que seguramente ocupa en algún espacio de Palacio Nacional a convalecer de su declarado y seguro segundo contagio del mal del siglo, y, en su humilde posición, enviaría a algún comedido auxiliar a una farmacia cercana a buscar un par de cajitas de paracetamol e ibuprofeno para salvar los días de su necesaria reclusión.
Pero, inquieto cómo es, y “preocupado” por la salud anímica de la República, pronto llamó a sus auxiliares en comunicación y armó un breve video para calmar al pueblo bueno y afirmar que se encontraba bien y de buenas, termómetro y oxímetro en mano corroboró que todo marchaba tranquilo gracias a los efectos de las vacunas recibidas. “Tomen paracetamol, permanezcan en su casa, aíslense y eviten contagiar a otras personas. En la gran mayoría de las personas vacunadas, la variante ómicron es un covidcito”, leyó el presidente y agregó “o sea que no tiene la misma potencia que tenía la variante delta”. Esto sucedió en la misma noche del 10 de enero pasado, a partir de ahí, silencio, el presidente hizo mutis en la vida nacional.
Desde el martes 11, el confiable secretario de gobernación, Adán Augusto López, por encargo del presidente, se hizo cargo de las riendas del país, y de las mañaneras, que como todo mundo sabemos, desde ahí se gobierna la nación mexicana, luego, todo en orden.
Con la tranquilidad obsequiada por López Obrador mismo, y el “covidcito”, el país siguió su marcha incólume y seguro. Los 47,113 contagios y las 227 muertes del sábado pasado no deben inquietarnos, “vamos bien” dice el gobierno cuatrotero. El secretario López Hernández, con la confianza que le dispensa su paisano y jefe, fue dando noticias, fiel a su estilo, tirando una que otra mentirilla inocente: “El INE ha dejado de hacer el conteo de las firmas para la consulta de la revocación de mandato”, o la de que el “gobierno sigue avanzando sin contratar más deuda pública.” Bah, pecadillos que seguro no alcanzarán a atrapar la atención con Elizabeth García Vilchis, la mala leedora de los miércoles en las mañaneras. La primera noticia, desmentida por el propio INE, quién sigue con la revisión de las firmas y que al 14 de enero de 2022 ha validado un total de 2,485,477 o el 90.11% de las necesarias para convocar a la consulta estimada para el 10 de abril próximo. La segunda noticia fue desmentida por el senador Julen Rementería quién señaló que: “De acuerdo al Banco Mundial, este Gobierno ha contratado créditos por 3 mil 855 millones de dólares, es decir, mil 524 millones de dólares más que en la administración de Peña Nieto, elevando el nivel de la deuda de México en 2.7 billones de pesos de 2018 al 2021, hasta llegar a 13.9 billones de pesos”, y remató, “El saldo de la deuda federal equivale al 53.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), es decir, 6.4 puntos por arriba del nivel que dejó Peña Nieto en 2018”.
Abonando a los “15 minutos” de fama del encargado del despacho de las mañaneras, la tarde del 11 de enero, la empresa global Citigroup, dueña de la franquicia Citi Banamex, anunció su salida de la banca de consumo y pequeña empresa, y la venta de sus activos durante la primavera de este 2022, dependiendo de las posibles ofertas. El negocio que dejará Citi en México representa aproximadamente 3,500 millones de dólares en ingresos, 1,200 millones en ganancias antes de impuestos y 44,000 millones en activos, de acuerdo con el reporte al tercer trimestre de 2021. A mano alzada el valor de venta de Banamex representa la friolera de entre 12 y 15 mmd. Según Vidal Llerenas en su columna de El Economista, “la salida de Banamex, aún hoy sin comprador, según los conocedores, no representa un riesgo al sistema financiero mexicano, pero sí genera un compás de espera en el que uno de los bancos principales bancos no realizará durante algunos meses inversiones y, por tanto, no se genera movimiento en el sistema, lo que no contribuye ni al financiamiento de la economía, ni a ampliar la de por sí ya baja actividad financiera en el país.”
Y cómo reza la sabiduría popular, “éramos muchos y parió la abuela”, los efectos del “covidcito” que tiene en vilo la reactivación económica del país, la salida de capitales justificada por el mismo secretario Adán López, “por la toma de intereses” que según Banco de México puede ascender a una cifra cercana a los 25 mmd, habrá que sumar los casi 15 mmd por la venta de Banamex. Algo no pinta bien en la economía mexicana para este año.
Agreguemos al tema económico (y sin pretender alarmar más el ánimo nacional), la creciente violencia e inseguridad que recorre y marca al país, la falta de inversión, la salida de capitales, la inflación, la toma adelantada de dinero de las afores por casi 2 mil millones de pesos (léase desempleo), y, de remate un presidente ausente (y que quede claro, esperamos su pronta recuperación) el covidcito ¿debe preocuparnos?