Yeah, I’m a rocket ship on my way to Mars,
on a collision course
I am a satellite, I’m out of control…
Don’t stop me now – Queen
En las películas que hablan sobre apocalipsis zombie siempre hay uno o varios personajes que son mordidos durante la refriega contra los muertos vivientes, (y por ende, condenados a la infección), pero -para evitar ser excluidos del grupo- ocultan la herida y el contagio, en detrimento del propio grupo. La analogía es exagerada, pero ilustra con claridad el comportamiento de amplios sectores de la población que tienen la presunción (o incluso la seguridad) de portar covid y no lo dicen o no se aíslan, a fin de no frenar su indispensable actividad económica, de no ser estigmatizados, o de –simplemente- no pausar la vida social.
Ante la denominada “Cuarta Ola” de covid en México, y en un escenario de repunte masivo en los contagios del virus en sus diversas variantes, el subsecretario de salud, Hugo López-Gatell, ha sido claro en su comunicación ante los millones de mexicanos que esperan directrices y políticas del gobierno para enfrentar la crisis sanitaria. López-Gatell recomienda: “En lugar de correr al quiosco para hacerse una prueba, lo que hay que hacer es quedarse en casa para evitar contagiar a otras personas y vigilar el estado de salud”. Dicho de otro modo: si se tiene síntomas de cualquier afección respiratoria, demos por sentado que es covid y aislémonos.
Por muy bien intencionada que pudiese ser esta recomendación (que viniendo del vocero del Ejecutivo en el tema de la pandemia es, por mucho, más que una simple recomendación de alguien), implica un grave error estratégico en el manejo público de la enfermedad: por un lado, esto reduciría artificial y tramposamente el conteo oficial de casos declarados; y, por otro lado, los presuntos pacientes de covid no tendrían las herramientas ni para obtener incapacidad laboral, ni para acceder a un seguimiento médico de los servicios de salud en el tratamiento de su enfermedad. Es decir, López-Gatell invita a la población a ser ese personaje que oculta la mordida del zombie.
No es la primera vez que las autoridades de nuestro país desestiman y desincentivan la aplicación de pruebas. Es comprensible; tener los números reales de contagios demostraría que estamos rebasados, y nadie quiere un escenario de pánico social en el que los poderes del Estado no tienen ni los recursos ni la capacidad de respuesta con políticas públicas para paliar la crisis mediante otro confinamiento masivo. Es decir, no basta con negar la realidad; sino que, para no salir tan mal parados ante el cotejo entre nuestras capacidades y lo que la situación demanda, es necesario renunciar a los mecanismos de medición de la pandemia. Grave por donde se vea.
Entre las declaraciones que ha hecho el titular del Ejecutivo sobre la contingencia sanitaria, podemos destacar las siguientes perlas: “Nos vino esto (la pandemia) como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación”; (sobre las medidas de distanciamiento social) “Hay que abrazarse, no pasa nada”; (mostrando una estampa religiosa) “El escudo protector es como el detente. El escudo protector es la honestidad, eso es lo que protege, el no permitir la corrupción. Detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”; (sobre cómo evitar el covid) “Estar bien con nuestra conciencia: no mentir, no robar, no traicionar. Eso ayuda mucho para que no dé el coronavirus”.
El titular del Ejecutivo ha dado positivo a covid ya en dos ocasiones. En la última, apenas esta semana, comentó sobre su estado de salud que “Hay que echarse hacia adelante, tenemos como protección al creador, a la ciencia y además las ganas de vivir para lograr la transformación de México”. Esto luego de haberse presentado a su conferencia matutina sin cubrebocas y con evidentes síntomas de enfermedad respiratoria, afirmando que estaba ronco y que era sólo una gripe, pero que se haría la prueba. Para la tarde de ese día, confirmaba como positivo al contagio. Esta anécdota representa de cuerpo entero el actuar del gobierno federal sobre la pandemia.
Ante los ojos del país, y del mundo, esto es –justamente- como la película del apocalipsis zombie en la que un miembro del grupo es mordido por los muertos vivientes, pero decide ocultar la herida contagiosa para mantenerse por más tiempo en el juego, arriesgando a todo su colectivo mediante un acto egoísta e insensato, pero con el que le da sabor a una trama a cuyo desenlace no podrán llegar todos los personajes. Sí, la analogía es exagerada, pero sirve para ilustrar un pedazo de la realidad que vivimos.
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