Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros, ese fue el único mandamiento que quedó, modificado, de los siete preceptos con que inició la Rebelión en la granja de George Orwell; esa aparentemente mínima distinción consolida la dictadura del cerdo Napoleón, quien ha hecho lo necesario para quedarse como líder único, lo más evidente, traicionar el espíritu con que se distinguían de los humanos subrayando las diferencias con esa especie y lo que hacía iguales al resto de los animales.
El ideal de la igualdad no es más que un primer peldaño para convivir en una sociedad justa, donde todos gocemos de los mismos derechos y se respeten sin distinciones; uno de los presupuestos de la democracia es que todos debemos ser tratados de la misma manera ante la ley; el problema de esta idea es que antes que ser una realidad se plantea como un deber ser; antes de alcanzar la plena igualdad, le vamos colocando apellidos para hacer precisiones que clarifiquen qué significa y qué corresponde en cada una de sus etapas, igualdad política, ciudadana, de género… y los que se nos vayan ocurriendo para intentar conciliar las diferencias, todas aquellas que vayan surgiendo por un mal entendido con lo que significa la tolerancia.
Alcanzar la igualdad seguirá siendo una tarea imposible si lo primero que nos planteamos es que estamos obligados a ser iguales, cuando de lo que se trata no es de ser sino de deber. La pandemia de coronavirus nos ha igualado, el virus no hace distinciones de clase, raza, género… ninguna, y lo que hasta ahora nos ha sacado adelante, la ciencia, es porque trabaja para encontrar una solución que funcione para todos, ese es también uno de los principios de una vacuna.
Ayer, por segunda ocasión, Andrés Manuel López Obrador anunció que se había contagiado de covid-19, como la primera vez, el presidente no se sintió obligado a seguir las medidas sanitarias básicas, la principal, la distancia social y el uso de mascarilla, por eso se infectó de nueva cuenta López Obrador, por las mismas razones por las que se han infectado millones, no porque el mundo viva en una nube tóxica que pulula por todas las calles y obliga al confinamiento.
Tras informar sobre su estado de salud, como siempre, se desató una guerra de tuits a la que los medios le dieron demasiada importancia, quién sí y quién no tenía buenos deseos para el presidente, quiénes de los adversarios de López Obrador aprovechaban para darle un raspón, para mostrar un rencor o sacar una frase sarcástica, en eso se desperdició la atención por horas, en seguir esas batallas que consisten en mostrar quién puede ser más miserable, en la cuenta de los dardos envenenados y las respuestas en que, como los animales orwellianos, se comenzaba a distinguir en dos bandos, los que caminan en dos patas y por tanto son los enemigos, y el otro bando que se distingue por ser los más animales.
La pandemia nos igualó y esa debería ser una condición a aprovechar para revisar lo que deseamos al otro, de considerar la forma en que resolvemos nuestras diferencias y lo que hacemos en nombre de la aceptación. Se equivocó el cerdo Napoleón, Todos los animales son iguales, y punto.
Coda. Pronta recuperación para el presidente Andrés Manuel López Obrador, así sin más, uno es lo que le desea al otro y yo no le deseo ningún mal a nadie.
@aldan