El viernes pasado, en la Casa de la Cultura de Aguascalientes, se abrió al público la exposición cuyo título es el de estas líneas, del artista visual Diego Alfonso Martín Clemente, quien en la inauguración ofreció un dato de la Secretaría de Servicios Públicos del Ayuntamiento de Aguascalientes; un dato escalofriante, por decir lo menos. Cada uno de nosotros genera alrededor de 700 u 800 gramos de desperdicios al día, lo cual multiplicado por el total de los que vivimos aquí significa unas 900 toneladas diarias, una basura que frecuentemente no se genera de manera razonada, por falta de conocimiento, educación, e incluso de voluntad.
De estos despojos sólo se recicla entre el 1% y el 3%. El problema se agrava cuando vemos como muchos desechos no terminan en donde deben, en el relleno sanitario, o en las recicladoras, sino donde sea, e incluso, como dice la canción del carbonero: “en la punta de aquel cerro”, es decir, en el campo, ese que alimenta nuestros cuerpos y, si se lo permitimos, también nuestro espíritu. Entonces, dice Martín Clemente, cuando ocurre esto último pareciera que el plástico crece de manera silvestre, se incorpora a la tierra y la contamina.
Signo de los tiempos, este artista, egresado de la Universidad de las Artes, ha recurrido para su expresión a otro tipo de materiales y técnicas diversas de las tradicionales. De aquí que las piezas estén conformadas con materiales de desecho, concretamente plásticos, que al ser extraídos de donde sean y preparados para su exposición, son resignificados.
En este sentido, la exposición es una invitación a reflexionar sobre el consumo desmedido que nos caracteriza; la contaminación que estamos generando de manera criminal y, peor aún, suicida.
La imagen muestra una de las piezas exhibidas, un hombre hecho con tiras cortadas de PET. Más allá de la metáfora, ¿será eso lo que somos? (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected]).