La búsqueda de información se ha vuelto compulsiva, sin importar el tema, queremos tener acceso a ella, insaciables vamos de una liga a otra y otra y otra, en muchas ocasiones sin leer, sin profundizar, simplemente siguiendo cualquier enlace que se nos ofrezca, absortos en el impulso de acumular datos, frases, imágenes, sin pausa para transformar todo eso en conocimiento, basta con obtener una mínima porción de algo que permita interactuar en redes, reaccionar, sumarse a la tendencia y después se olvida, porque ya las redes están en otra cosa, de la que también hay que estar enterado para no quedar fuera de la supuesta conversación.
Enterarse no es conocer, acumular no implica obtener un conocimiento de cualquier cosa, cualquier percepción requiere de una pausa para transformarla en entendimiento. La búsqueda compulsiva de información suele dar paso a la difusión de paparruchas, a propagar engaños porque verificar no es una costumbre y hacerlo es una responsabilidad individual que suele olvidarse ante las prisas.
No hacer pausas nos pone en riesgo, la forma en que estamos entrando en el tercer año de la pandemia es una muestra de ello, ante la detección oficial de la variante ómicron en el país, se demanda a las autoridades que asuman la responsabilidad de cuidarnos, se exige el cambio de color en los semáforos, insaciables acusamos de que no se nos da toda la información que requerimos para salir adelante… y sí, el acceso a la información es un derecho, pero al simplemente acumularla olvidamos darle sentido.
Para sobrevivir a la pandemia no sirve de nada dar seguimiento puntual del número de muertos o volverse en un experto en las mutaciones del virus si esa información nos hace olvidar las medidas sanitarias básicas, con frecuencia miro cómo en los grupos de mensajería se comparten curas milagrosas, se habla de dióxidos y conspiraciones, información a la que se le da juego con el pretexto de estar más enterado, de saber más, y se deja a un lado el uso de cubrebocas, lavarse las manos, mantener la distancia social y de gel antibacterial.
Hoy resulta que todos son expertos por el simple hecho de compartir, de difundir lo que les llega, el comportamiento compulsivo puede ser normal, hasta que ese impulso nos afecta de manera negativa, hasta que nos hace olvidar lo básico. Eso es lo que necesitamos en este momento, volver al sentido común
Coda. Pensé en un poema de Patrizia Cavalli, en traducción de Fabio Morabito, para todos quienes se presentan como expertos en cualquier materia y ofrecen soluciones mágicas con base en la acumulación de información:
¿De verdad que para salir de la cárcel
hay que conocer la madera de la puerta,
la aleación de los barrotes, establecer la gradación
exacta del color? Se corre el riesgo,
volviéndose un experto, de encariñarse.
Si quieres salir en serio de la cárcel,
hazlo enseguida, incluso
con la voz, conviértete en canción.
@aldan