Hace cuatro años que comencé a escribir en este espacio inspirado por un artículo que leí escrito por Gustavo Vázquez Lozano en La Jornada Aguascalientes un martes 27 de julio de 2010 titulado «Los árboles». En éste hacía referencia a la impresión que tenía del trato que en esta ciudad se daba a estos seres indefensos y lo que le ocurría a aquel que se atrevía a cuidar alguno de estos especímenes. A continuación, cito algunos fragmentos:
Aguascalientes no es una ciudad a cuyos visitantes llame particularmente la atención por su cantidad de árboles. Creo que destaca precisamente, por lo contrario, por la escasez de follaje en sus calles. El habitante promedio de esta ciudad no siente gran aprecio por los árboles. Valora desde luego su sombra para estacionar el coche (más ironía no se puede pedir) en un caluroso día de mayo, pero da la sensación de que el común de la gente considera al árbol de la calle como una cosa que simplemente estuvo siempre ahí; en el mejor de los casos como quien ve una grieta en la pared, y en el peor de ellos, como un estorbo, como un generador de basura o motivo de conflicto con los vecinos. Hace poco me contaron la historia de un árbol en particular, un pino de más de quince metros que se levanta cerca de donde antes se hallaba el Estanque de la Cruz, en una calle curva donde por lo demás no hay siquiera un matorral. Tiene cerca de setenta años, crece afuera de un puesto de gorditas y seguramente ha visto transcurrir muchos paisajes […] Es un milagro que aún exista y uno pensaría que los vecinos se sienten orgullosos de su anciano vecino. Pues no. Don Ramón, que murió hace tres meses, y a quien le gustaba sentarse bajo su sombra, tuvo que defenderlo con pies y uñas una vez que la calle empezó a nutrirse de casas. En alguna ocasión a alguien se le tapo el drenaje y quiso derribar el árbol porque decía que las raíces habían estropeado el sistema subterráneo (en realidad estaba bloqueado con escombro). En diversas ocasiones los vecinos han ido a exigir que lo hagan astillas porque “tira basura”, es decir, hojas puntiagudas que de todos modos se lleva el viento. El más reciente ataque de los vecinos anti-árbol consistió en un pliego petitorio que firmaron todos los de la calle para que derribaran el pino, con la misma cantaleta: que tira basura. Parece mentira […] Ojalá que parte de la educación fuera comprometer a cada persona a cuidar un árbol, como don Ramón, desde la niñez hasta la muerte, aunque los vecinos junten firmas (ya sabemos que las planas con firmas muchas veces son apócrifas); aunque algunos digan que las hojas son basura; aunque dejen caer flores al frente de nuestra casa. “Dios -dijo el naturalista estadunidense John Muir- salva a los árboles de las inundaciones, las enfermedades, las avalanchas y de miles de tormentas. Pero no puede salvarlos de los tontos”.
Como comentaba, este artículo me marcó, así que decidí comenzar un área de trabajo en Movimiento Ambiental de Aguascalientes dedicada al cuidado y protección de árboles nativos, labor que iniciamos hace algunos años y que tuvo como punto de origen el Parque México, y con el apoyo de mi esposa y mis hijas, extendimos a algunos camellones de la ciudad. Este trabajo consistió, primero, en identificar los árboles nativos, los cuales tenían una altura no mayor a los 30 centímetros, pero, para sorpresa nuestra, nos explicó nuestro instructor Octavio Carrillo, la edad de muchos de los árboles superaba una, dos o hasta tres décadas, y las ramitas que veíamos eran el crecimiento alcanzado en un año aproximadamente. ¿A qué se debía esto? Esto se debe, hasta la fecha, a dos razones: la primera es el descuido de este parque por parte de las autoridades, a pesar de que no debería ser así, ya que éste cuenta con 80 hectáreas, lo que lo convierte en el segundo más grande del municipio, pero que es «tierra de nadie» (en palabras de un representante de Semadesu hace algunos años), así es que, desde el ámbito gubernamental, no se le pone atención al 85% de este lugar, sólo se cuida el área deportiva y una pequeña zona de convivencia cerca de la entrada; lo demás está en estado de abandono. La segunda razón de por qué hay pocos árboles en esta amplia zona del Parque México, se debe a que continuamente es incendiado por gente ociosa e ignorante que le prende solo por diversión, sin ser consciente de los daños ambientales y ecológicos que esto provoca, como se experimentó el 31 de diciembre de 2021 (viernes de la semana pasada), ya que un incendio que se provocó en el parque se extendió hasta una zona de donación en el fraccionamiento los Encinos, lo que generó enormes nubes de humo que cubrieron la zona oriente de nuestra ciudad (daño ambiental) y arrasó con los árboles nativos que comenzaban a crecer en estos espacios (impacto ecológico). Estas son las dos razones por las que no contamos con un bosque real y original en nuestra ciudad; en su lugar se gasta en bosques urbanos artificiales llenos de árboles exóticos que no ofrecen servicios ecosistémicos, al contrario, acaban con la vegetación nativa y con los mantos acuíferos.
¿Algún avance del 2010 al 2022? Ninguno. Los vecinos anti-árbol abundan por toda la ciudad, diariamente hay solicitudes para derribar árboles, y todos los que comienzan a crecer son cortados despiadadamente. Para ejemplificar lo que digo les presento dos casos. El primero, los maistros que dirigen la obra sobre segundo anillo norte, pasando el obsoleto puente de Parras, cortaron la semana pasada todos los huizaches y dejaron los eucaliptos, o sea, arrancan la vida de los de mayor valor ecosistémico y dejan a los de menor valor. El segundo caso, mi familia y yo estuvimos cuidado un mezquite ubicado en la esquina de adoratrices y oblatas en la colonia Villa Teresa por dos años aproximadamente y ya tenía como 1.20 metros de altura; hace un mes éste fue cortado así porque sí, la razón no la sabemos con exactitud, pero probablemente se debió a que este peligroso e infame ser daño la pintura de un vehículo o quizá arañó a alguien a su paso, por lo que decidieron “acabar con su vida” (estos son los argumentos que usa la gente en nuestra ciudad, nos han dicho los jardineros que laboran en la secretaria de Parques y Jardines del Municipio capital, para que sean cortados en las banquetas y los camellones). Lo que no sabe quien lo hizo es que ese mezquite es un árbol nativo resiliente cuyas raíces son muy profundas y volverá a crecer, eso es la resiliencia, la capacidad de supervivencia que tienen algunas especies y con ella logran superar a los tontos, ingenuos que creen que acabaron con el problema, más bien estos tontos anti-árboles son el problema; sería mucho más inteligente reconocer estos árboles, protegerlos y dejarlos crecer por todos lo beneficios ecosistémicos que ofrecen, además de sombra. Una vez más hago un llamado a la ciudadanía y a las autoridades gubernamentales a que aprendan a cuidar nuestra vegetación nativa; esa que estaba aquí antes que nosotros, esa que crecía, sigue creciendo y se resiste a desaparecer en la tierra que habitamos; ella no nos invade, somos nosotros quienes invadimos sus sitios naturales propios, así que lo menos que podemos hacer es permitir su regeneración y ayudar con ello a que sitios, como el Parque México, se restaure, con ello recupere su vocación original de parque, y deje de ser un baldío tierra de nadie.