La chispa humana III (y última)/ A lomo de palabra  - LJA Aguascalientes
22/11/2024

  (I Can’t Get No) Satisfaction

El sapiens pegó un salto a la cúspide de la cadena trófica. En un santiamén, se adaptó a todos los ecosistemas y adecuó todos los entornos, apropiándose de paso de las fuentes de energía. Hace cinco mil años, con la invención de la escritura, potenciamos nuestra más poderosa herramienta de pensamiento, el lenguaje. La historia comenzó. En la escala humanidad/24 horas, la historia se limita a los últimos 36 minutos del día. Las tecnologías que hemos desarrollado, sobre todo a partir de la revolución científica —acaecida hace tres siglos, menos de dos minutos y medio—, lo han transformado en un ser a quien sus antepasados recientes, digamos la gente del Medioevo, vería como un ser sobrenatural. Hemos humanizado todos los rincones del orbe. “Mira a tu alrededor: somos los diseñadores inteligentes de todo lo que ves. No hay ninguna parte de la Tierra que no haya sido tocada por nosotros…”, resume Gaia Vince (Transcendence, 2020). Todo gracias a nuestro deseo y capacidades culturales, no a nuestros instintos, tampoco a nuestra inteligencia, sino a nuestra ferviente avidez de alterar todo. Somos la fauna insatisfecha con el mundo tal y como está: “el ser humano es un animal que raramente alcanza un estado de completa satisfacción, excepto en breves períodos de tiempo”, afirma Maslo. Somos bichos insaciables.

         “Si un pez deseara vivir en la tierra, no podría hacerlo. Pero —señala la famosa hipótesis de Clynes y Kline, quienes acuñaron el concepto cyborg— si existiera un pez particularmente inteligente e ingenioso, que hubiera estudiado bastante bioquímica y fisiología, fuera ingeniero cibernético, y tuviera excelentes instalaciones de laboratorio a su disposición, ese pez podría diseñar un instrumento que le permitiría vivir en tierra y respirar el aire con facilidad.” (Cyborgs and Space). Tal vez…, pero intuyo que sería mucho más fácil encontrar un pez súper inteligente y estudiado que uno que tuviera el más mínimo deseo de vivir de forma diferente a como lo hace naturalmente. Nosotros, en cambio, hemos creado herramientas, armas, jardines, arte, infinidad de mecanismos, mitos, ornato, incontables objetos innecesarios, repuestos y extensiones corporales, sistemas filosóficos, juegos, ¡el mole!… Hemos creado un mundo humano. ¿Por qué? Porque sería tan difícil encontrar un pez ingeniero en cibernética que un humano que no deseara vivir de manera distinta de como vive ahora. El ansia de cambio es el demiurgo del sapiens.

 

 

Chispa

El mundo no está creciendo, pero la población humana sí, vertiginosamente. Con todo y pandemia, al viernes pasado, se estima que, descontando todos los fallecimientos y sumando los nacimientos, tan sólo en lo que va de 2021 la población mundial se ha incrementado en más de 76 millones, unas ocho veces la población total de la CDMX. Cada vez consumimos más recursos y alteramos más drásticamente el medio ambiente. La masa antropogénica —la masa de los objetos sólidos inanimados fabricados por humanos que no han sido demolidos ni sacados de servicio y reincorporados— ha crecido galopante durante el último siglo, ¡duplicándose aproximadamente cada 20 años! La masa antropogénica ha pasado del 3% de la biomasa mundial en 1900… ¡a rebasarla! Efectivamente, en 2020 el peso de masa antropogénica superó por primera vez el peso seco (excepto el agua y los fluidos) de toda la vida en la Tierra, incluidos humanos, animales, plantas, hongos e incluso la amplísima fauna micro orgánica. Y todo, claro, fabricado a partir de materias primas. Para construir carreteras, alfombras, edificios, papel, tazas de café, autos, computadoras y todas las demás cosas hechas por el hombre, se requieren miles de millones de toneladas de combustibles fósiles, metales y minerales, madera, productos agrícolas… Anualmente extraemos unos 90 mil millones de toneladas de materias primas de la Tierra.

Somos una chispa: intensa, luminosa…, sí, pero también incendiaria y muy probablemente, me temo, fugaz. Dados los estropicios causados por la injerencia humana en todas partes, el más reciente Informedel Programa de la ONU para el Desarrollo admite que la peor amenaza para la humanidad somos hoy nosotros mismos, y establece que más nos vale parar la desquiciada estampida al abismo — lemming-like rush towards to our destruction, Iain McGilchrist dixit—.  Cambiamos el sistema —cuyo “único objetivo al parecer es incinerar la Tierra para que una pequeña camarilla de los absurdamente súper ricos sume filas interminables de ceros a sus cuentas bancarias”, formula Fabian Scheidler— o la catástrofe está asegurada. Dado que “los desequilibrios planetarios y los desequilibrios sociales se agravan mutuamente”, se requiere el desarrollo, pero eliminando las presiones planetarias. Pero ¿cómo? ¿Regresando a la Naturaleza? No, al contrario: “… mejorando la equidad, fomentando la innovación e inculcando el afán de custodia de la naturaleza.”, apunta el documento de la ONU.

El diseño inteligente existe, pero no es la causa, es el resultado de la evolución. Somos nosotros. Modificando nuestros patrones culturales, para salvar el pellejo, debemos ahora hacernos cargo de la custodia de la Naturaleza.


Finalizo citando un documento publicado hace poco. Entonces generó una enorme polémica, aunque apuesto que muy pocos lo leyeron. En las siguientes palabras encuentro una bien consensada respuesta a la pregunta de cómo encarar nuestro presente: “Compartimos el planeta con un sinfín de organismos no humanos. Muchos de ellos están en la tierra desde millones de años antes del surgimiento de la humanidad y muchos otros seguirán aquí cuando ya no estemos. De las plantas y de los otros animales nos distinguen el intelecto y una capacidad cualitativamente mayor para transformar el entorno, tan portentosa como terrible. Salvo por las comunidades agrarias y ancestrales, la humanidad ha perdido el control de esa capacidad y ha generado daños inconmensurables al medio ambiente. Es un imperativo ético… recuperar ese control para restaurar los ecosistemas… y colaborar para recuperar el equilibrio perdido en el ámbito planetario, no sólo por la supervivencia de las otras especies sino por la de la nuestra” (Guía Ética para la transformación de México de la 4T).

¿Estamos satisfechos o cambiamos?

 

@gcastroibarra


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