Entrevista a Alexandra Délano Alonso, sobre Brotes
El texto parte justo de la fragilidad y expone una vulnerabilidad que se nos reveló claramente ante la enfermedad
Javier Moro Hernández
Caminar, escribir, respirar, se convirtieron en acciones necesarias, imprescindibles, para sobrevivir a los días más álgidos de la pandemia provocada por el covid-19. Sobrevivir en medio de una ciudad que se convirtió en el epicentro de una enfermedad que provocó la muerte de cientos de personas a nuestro alrededor. Algunas cercanas. ¿Cómo sobrevivir en medio de la incertidumbre, en medio del miedo, de las dudas, de la fragmentación de la información que nos llegaba a cuentagotas? A partir de enero de 2020 el mundo se enfrentó a un virus nuevo, que provocaba una enfermedad de la que desconocíamos prácticamente todo. En febrero y marzo de 2020 muchos países, muchas ciudades tuvieron que tomar medidas estrictas y al mismo tiempo desesperadas para evitar la propagación de un virus que estaba en el aire, literalmente, y que se transmitía a partir de la saliva, de la voz, de la palabra humana. ¿Cómo detener una pandemia en medio de ciudades megapobladas? La respuesta fue el confinamiento. Y Nueva York, la ciudad más vibrante del mundo se convirtió en una ciudad encerrada en sí misma. Como muchas otras. Pero si esto pasaba en la capital del mundo ¿Qué le deparaba la pandemia al resto de los habitantes del planeta?
Silencio roto solo por los trinos de los pájaros y por la sirena de las ambulancias. En eso se convirtieron las grandes urbes del mundo. Nueva York fue durante unas semanas angustiosas el epicentro de la pandemia. Miedo, zozobra, angustia, dudas. Ese fue el momento en el que la poeta mexicana, avecindada hace muchos años en Nueva York, inició la redacción de su más reciente libro de poesía, Brotes, publicado por la editorial Elefanta Ediciones. Un libro de poesía en donde se cuelan los ecos de conversaciones, los datos duros de los fallecidos, de los enfermos, el ruido de la calle tomada por el silencio, por las ambulancias, las llamadas telefónicas para mantenernos cerca de nuestros seres queridos. Todo, mientras alrededor suyo, la naturaleza seguía su ciclo y la primavera volvía a renacer y llenar de colores las calles a las que la poeta salía a caminar para respirar y escuchar el ritmo de la ciudad vacía, mientras iba tomando fotos de los árboles, de las plantas, de los brotes que renacían, que retomaban su espacio en la vida.
Conversamos con Alexandra Delano Alonso, que es académica, editora y ensayista mexicana. Doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad de Oxford. Titular de la cátedra Eugene M. Lang para la Excelencia en la Enseñanza y docente del Seminario en Asuntos Globales del Instituto Zolberg sobre Migración y Movilidad en The New School en Nueva York y autora de diversos libros y artículos sobre las políticas migratorias.
Javier Moro Hernández (JMH): Cómo fue el proceso de escritura de tu libro de poesía, que tiene como eje central la cuarentena sufrida en la ciudad de Nueva York el año pasado, como consecuencia de la pandemia de covid-19.
Alexandra Délano Alonso (ADA): Es un libro que empecé a escribir desde el primer día de la cuarentena en Nueva York, y escribí casi sin saber que estaba empezando a escribir un libro, fue una búsqueda por un momento de silencio y de tratar de nombrar lo que estaba sucediendo, así que empecé a tomar fotografías alrededor de mi barrio, cuando salía a caminar, y a la vez tomaba apuntes en mi cuaderno; tomaba fechas, cifras, frases que recordaba, ecos de conversaciones, que al principio fueron muy fragmentados y que después se fueron hilando más, pero no lo estaba pensando como un libro, simplemente era la búsqueda de un espacio para respirar y para tratar de darle sentido a un espacio de incertidumbre.
JMH: Uno de los temas es, sin duda, la incertidumbre, la duda. En tu libro podemos enfrentarnos (y recordar) los fragmentos de información que nos llevaba a preguntas, a dudas, y que nos deja justo la sensación de incertidumbre que nos consume.
ADA: Sentí que era imposible hilar un enunciado o una frase que capturará lo que estaba viendo, lo que estaba sucediendo, lo que yo misma sentía, lo que veía a mí alrededor, y que la única manera era justo así de esta manera fragmentaria, porque siento que así es cómo se nos ha revelado la pandemia, en donde cada día se ha vivido con una gran intensidad, de una manera desconocida, y con revelaciones que se nos presentan poco a poco en el día a día, de maneras inesperadas, y así está escrito el libro, sin tratar de organizarlo demasiado, sin tratar de darle un ritmo específico, simplemente tratando de retratar esos sentimiento y esas emociones tal cual eran, tal cual han sido en estos meses.
JMH: Mencionaste el tema de la respiración, del poder caminar, tomar notas, tomar fotografías. Es un tema muy importante, justo la poesía, las lecturas, las caminatas, nos ayudan a entender de otras maneras lo que ha sucedido en el mundo en estos meses.
ADA: Sí, así fue para mí, el tener ese espacio, caminar, me permitía detenerme para observar a mí alrededor, poder tomar fotografías de la primavera en mi colonia, y poder sentarme a escribir, fue un espacio para poder respirar, para encontrar otra manera de conectarme con las personas a las que sentía tan lejos, por la distancia, pero también un lugar en donde siento que hice un duelo por las personas que murieron, algunas muy cercanas, pero que me permitía también querer abrazarlas, querer nombrarlas, hacer un espacio de memoria, cuando la distancia lo hacía imposible, encontré en la escritura un lugar para ese espacio, para ese abrazo, para ese silencio.
JMH: El tema de los datos duros que recabas en el libro, sobre las personas que iban enfermando en Nueva York durante los meses más duros, las personas que iban falleciendo. Me parece que esos datos nos regresaban a una realidad incierta, en donde lo que imperaba era el dolor, la incertidumbre.
ADA: Para mí era importante nombrar esa experiencia individual, y ahí están las iniciales de cada persona que estaba enferma, de cada persona que falleció, y además ponerla en una perspectiva de lo que nos revela la pandemia, que es esta situación que es colectiva, que es un duelo colectivo, que no podemos separar lo individual de lo comunitario, y con las cifras, que en algún momento pueden parecer repetitivas o pueden parecer demasiado abstractas, tienen un nombre, y cada uno es una persona, y creo que era muy importante este diálogo entre lo individual, lo colectivo, lo interno, lo externo, lo global de la pandemia con lo íntimo de vivir una muerte cercana o una enfermedad cercana.
JMH: Hay otro tema que me parece muy importante, es que el poemario está escrito en inglés y en español, lo que nos habla también de tu cotidianidad, de tu vida en Nueva York, pero también está la visión, la búsqueda, el contacto con tu identidad mexicana.
ADA: Soy mexicana y siempre es mi primera identidad, sentirme mexicana, aunque llevó muchos años viviendo allá, trabajando y dando clases, trabajando el tema de fronteras y migraciones, siempre he estado muy cercana al tema de las fronteras del lenguaje y de este mundo entre mundos, del ser y estar aquí y allá, y nunca me imaginé escribir un libro así, en dos idiomas, porque siempre he traducido mis libros de un idioma al otro, pero creo que fue así porque escribí sin pensar en un público específico, simplemente escribía lo que sentía y que me iba saliendo, y los ecos de estas conversaciones, que algunas eran en inglés y otras en español, y muy naturalmente fue cómo surgió este espacio bilingüe, y creo que es un experimento que retrata de estar transfronteriza y que la epidemia la hemos vivido en todo el mundo, en diferentes espacios, en diferentes idiomas, y al final tenemos experiencias si compartidas de lo que significa este momento. Pero de alguna manera sí buscó en todo mi trabajo, en mi visión política, la idea de transgredir fronteras, de muchas maneras, y que, en estos espacios fronterizos, ya sea en las fronteras del lenguaje, fronteras del territorio, fronteras de la identidad, es en donde hay posibilidades, es en donde hay posibilidades de la resistencia y de la imaginación, y en la pandemia necesitamos mucho de esos espacios.
JMH: Hay una parte de la pandemia que tiene que ver con las fronteras, porque me parece que el covid-19 nos enseñó, nos mostró que la humanidad tendría que trabajar en conjunto muchos de los problemas, y que estas visiones fronterizas, muchas visiones del “ellos” y “nosotros” nos está impidiendo entender estos problemas como comunidades mundiales.
ADA: Está muy presente en el texto, y es parte de mi visión, la necesidad de la solidaridad, el darnos cuenta de que nuestro destino está ligado al destino de los demás, de nuestro bienestar depende del bienestar de los otros, todos dependemos los unos de los otros, y justo en el libro hay versos que hablan sobre la dificultad del acceso a la comida, la disparidad sobre las personas que murieron, ahí hago la pregunta de “¿Quién muere?” Porque en Estados Unidos las comunidades latinas y afros fueron las más afectadas por el covid, las comunidades más pobres siempre resultan las más afectadas, pero tratar de verlo no solo como un problema que está allá y que afecta solo a esas comunidades, sino que el impacto en una comunidad, en un grupo, en un vecino, nos afecta a todos.
JMH: Te quería preguntar sobre el diálogo con la palabra “madre”, “mamá” a lo largo del libro. Obviamente tiene que ver con tu maternidad y con tu carácter de hija, pero son preguntas, son mensajes a una figura que es muy importante, y que tiene que ver con una figura que nos contiene, nos aísla, es nuestro contenedor y nuestro punto de inicio. Una persona de la cuál asirnos.
ADA: Justo son preguntas que me hacían mis hijos a mí durante toda la pandemia, porque tomé la práctica de apuntar sus preguntas y tomarlas muy en serio, como revelaciones, como espacios en donde no solo significa contestarles a ellos, sino también preguntarme a mí misma, esas preguntas. Para mí la pandemia significó vivirla muy cerca de nuestros hijos, como le sucedió a muchas otras personas, entonces sobre preguntas sobre la maternidad, sobre la familia, sobre los espacios que hemos compartido de una manera única, ya que nunca habíamos estado tan cerca de una manera tan constante, tan intensamente, y todo lo que implica ser madre en el contexto de la pandemia, lo que implica para nuestros hijos vivir esta situación, y cómo lo van a recordar, cómo lo han vivido, y qué preguntas les genera, llenas de inquietud y de miedo, pero también de muchas esperanza.
JMH: También quería preguntarte sobre el tema de las fotografías que acompañan el libro, que tiene que ver con los brotes, con la primavera, con la vida que continúa a pesar de la pandemia.
ADA: La incertidumbre que nosotros vivimos, mientras que la naturaleza sigue su ciclo, porque los árboles no se cuestionan estas certidumbres, ellos continúan floreciendo, brotando, la primavera llegó a la ciudad mientras los seres humanos estábamos encerrados, y de alguna manera, la idea de contener y de asir, también la encontré mucho en la naturaleza, en estar cerca de los árboles, en retratar estos ciclos. Es un contraste muy fuerte, también, entre el dolor y el miedo y la belleza que se nos revelaba a la par en las calles, esa vitalidad, esa fuerza, mientras nosotros estábamos encerrados, mirando hacia adentro.
JMH: Te quería preguntar sobre las varias referencias a las sirenas a las ambulancias, que están muy presentes, y que es un sonido que nos recuerda lo frágiles que somos, lo frágil que es la vida humana.
ADA: El barrio en el que vivo en Nueva York, que es Queens, que durante un tiempo en la pandemia fue llamado el epicentro del epicentro, era en donde había más casos, y las ambulancias se convirtieron en el sonido de nuestros días, porque no paraban durante el día o la noche, constantemente estaban alrededor nuestro, y era como un eco muy doloroso y profundo, que se volvió nuestra compañía a lo largo de los días, realmente era muy extraño dejar de escucharlas. También era muy impresionante escucharlas a lo largo de todo el día, en alguna parte de los poemas las nombre como “ambulancias pájaros” porque era pensar en el contraste entre la naturaleza y de repente sentir que es el soundtrack de nuestra vida eran las ambulancias, eran las sirenas.
JMH: Quería retomar el tema del dolor, la pérdida, que también tiene que ver con la pérdida y con la fragilidad. Creo que también representa una oportunidad de repensarnos como individuos y como sociedades.
ADA: El texto parte justo de la fragilidad y expone una vulnerabilidad que se nos reveló claramente ante la enfermedad, pero también es más que eso, es la fragilidad y la vulnerabilidad ante perder muchos de nuestros espacios, ante hacernos preguntas muy profundas de nuestra vida cotidiana, hacer una pausa del ritmo de vida que llevamos, y también ver que en estos sistemas que se apagaron, que nunca nos hemos cuestionado cómo funcionan ciertas cosas, y de repente, verlos detenidos, no solo es la tristeza o el dolor o el reconocimiento de que lo necesitábamos, sino también es el poder reconocer lo que no funcionaba de esos sistemas y cómo podemos reconstruirlos. Por ejemplo en Nueva York durante mucho tiempo posterior al confinamiento hubo una gran escasez de comida, y muchas comunidades fueron muy afectadas por la pérdida de su trabajo, y no tenían posibilidad de acceder al alimento y empezaron a surgir muchos grupos de ayuda mutua cuando empezó la cuarentena y han seguido a más de un año de que acabó la cuarentena y entonces existe la posibilidad de que eso se vuelva nuestra “normalidad”, de que no se trata de regresar a cómo eran las cosas antes, sino de reconstruir y reconocer las desigualdades y las injusticias que estaban presentes en esos sistemas de los que dependemos y a los que quizás no cuestionamos tan profundamente.