Una de las reacciones básicas ante aquello que nos provoca temor es desviar la mirada, ignorarlo, como si al dejar de ver lo que nos aterra dejara de existir y nos mantuviera a salvo de su amenaza; cuando niños nos cerramos al mundo y dejamos de estar en él, cuando adultos, esa acción, elimina al peligro; en ninguno de los dos casos se elimina lo que nos genera miedo, por el contrario, nos deja indefensos.
Es común que ante lo que nos sentimos amenazados se elija no sólo rehuirlo sino negarlo, preferir no enterarse, no saber, no conocer los detalles, quizá por eso algunos consideren que la falta de conocimiento sobre un asunto genera placidez, la ignorancia como generador de la felicidad.
Saber poco de algo permite alcanzar un grado de satisfacción simple, en Ran de Akira Kurosawa, el protagonista dice “La ignorancia es la felicidad. A mayor conocimiento, mayor sufrimiento”, con ese principio hemos logrado restarle valor al esfuerzo de estudiar o aprender, como si el placer únicamente se pudiera lograr desde la abulia.
Esa felicidad simple es la que promueve Andrés Manuel López Obrador en sus conferencias matutinas, con discursos provocadores y sesgados que son emitidos desde la supuesta protección al pueblo bueno, no es un ánimo pedagógico el que guía al presidente, por el contrario, es paternalismo en el peor de los sentidos, el que niega a los suyos el desarrollo de un criterio propio, el que abusa de su autoridad para elegir qué o cómo se deben de ver las cosas.
Según López Obrador, el neoliberalismo, los que diseñaron para su beneficio la política neoliberal, “promovieron en el mundo para poder saquear a sus anchas fue crear o impulsar los llamados nuevos derechos. Entonces, se alentó mucho, incluso por ellos mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la protección de los animales”, de un plumazo, mejor dicho, con una sentencia, el presidente reduce las causas y movimientos que lo intimidan a una jugada política de sus adversarios.
López Obrador quiere que desviemos la mirada, que no se vean la violencia, las pérdidas, todo el dolor que provoca la vulneración de los derechos humanos, porque según él, a pesar de que estas causas sean “muy nobles” el propósito de defenderlas “era crear o impulsar, desarrollar todas estas nuevas causas para que no reparáramos, para que no volteáramos a ver que estaban saqueando al mundo y que el tema de la desigualdad en lo económico y en lo social quedara afuera del centro del debate. Por eso no hablaba de corrupción, se dejó de hablar de explotación, de opresión, de clasismo, de racismo”.
Es inútil mostrarle al presidente la evidencia de que la causa principal de la desigualdad reside en no reconocer que todos somos iguales y contamos con los mismos derechos, ante los feminicidios, el cambio climático, las desapariciones, la venta de niñas… ante todas estas miserias que lastiman, a López Obrador no le cuesta nada cerrar los ojos porque está convencido de que todo el mal en el mundo le está dirigido para evitar ser considerado un presidente mediocre.
El presidente no tiene remedio, lo terrible es que su discurso alimenta un debate ficticio que mantiene en la ignorancia a sus seguidores y alienta a quienes, incluso siendo enemigos de la Cuarta Transformación, niegan los derechos de todos para mantener sus privilegios. López Obrador mantendrá su discurso polarizador para evitar que desviemos la mirada de su objetivo, no le importa que al cerrar los ojos deje el camino libre a quienes ante las omisiones, ante la invisibilización de estos males, aprovechan para empujar una agenda conservadora que no genere mejores condiciones para todos.
No está mal que el presidente considere que “primero los pobres”, el problema radica en que a esos pobres no los reconoce como víctimas de la vulneración de los derechos humanos, sólo cuentan como posibles beneficiarios de su mano asistencialista.
Coda. “Solamente son felices quienes no piensan nunca, es decir, quienes no piensan más que lo estrictamente necesario para sobrevivir. El pensamiento verdadero se parece a un demonio que perturba los orígenes de la vida, o a una enfermedad que ataca sus raíces mismas”, de En las cimas de la desesperación, de Emil Cioran.
@aldan