En el tema de la movilidad cotidiana el tiempo de traslado entre dos lugares es, además de una de las variables a estudiar, una dimensión que permite articularlo con otros temas. Por ejemplo, con el trabajo, tanto el remunerado como el no remunerado. Al menos desde 1977 hay estudios que han apuntado a que las mujeres trabajan más cerca de casa que los hombres (Erickson, 1977, citado en Blumenberg, 2004*) y desde entonces se ha argumentado que la razón es que para ellas es más difícil hallar un equilibrio entre el trabajo remunerado y las responsabilidades del hogar. Es decir, socialmente se impone a las mujeres más trabajo no remunerado que requiere tiempo y a veces también traslados. Muchos de los estudios sobre movilidad de las décadas más recientes han incluido de distinta manera y con distintas metodologías las dinámicas familiares o los arreglos entre parejas, así como la composición de los hogares, haciendo énfasis en la presencia de menores.
Aunque la planificación de las ciudades debería responder a estos problemas, el asunto de la movilidad generalmente se enfrenta reduciéndolo al transporte y al tráfico. Un discurso académico que ha impactado en decisiones públicas al menos en Estados Unidos es el de la inaccesibilidad a empleos por parte de ciertos sectores sociales como consecuencia de falta de transporte adecuado. En general se asume que los empleos mejor remunerados están más concentrados en el territorio e implican mayores desplazamientos. En ese sentido, se ha sugerido, entre otras cosas, proveer de un vehículo particular a trabajadores de sectores menos favorecidos para que puedan a acceder mejores empleos. Sobre esto, se puede ver la hipótesis del desajuste espacial o mismatch hypothesis y las propuestas de planeación urbana que han surgido de ella. Sin embargo, hay autoras que señalan que este tipo de propuestas tienen poco impacto en mujeres.
Es indudable que uno de los fenómenos más importantes de la movilidad cotidiana todavía hoy es que las mujeres se desplazan al trabajo con viajes más cortos que los hombres. Y resalta que esta diferencia se mantiene en sociedades con distintos niveles de ingreso y de igualdad. Una dificultad importante que han enfrentado los estudios de movilidad es saber si esta diferencia en los tiempos de traslado por sexo es una consecuencia negativa del acceso a los mercados laborales por parte de las mujeres o bien es una causa. Es decir, que una mujer use poco tiempo en ir al trabajo no tendría que ser algo negativo si la ocupación es satisfactoria. Por el contrario, alguna madre podría ver limitado el acceso a un empleo si no cuenta con servicios de cuidados o no hay un arreglo equitativo al interior del hogar en cuanto a la carga de trabajo no remunerado.
Un aspecto más del tiempo en la movilidad cotidiana, y que ha sido poco estudiado, es la hora en la que se inicia o termina el viaje. En un contexto de inseguridad en las ciudades, es necesario observar el uso diferenciado del transporte por sexo en distintos momentos del día y la noche. Si bien los problemas de la movilidad han sido visibles en las grandes ciudades desde hace décadas, cada vez más las ciudades medias se están enfrentando de manera acelerada a dinámicas que no conocían. Considero que para enfrentar estos problemas es necesario ahora sí dialogar con especialistas y actores de distintos ámbitos. Los temas laborales y de acceso a servicios urbanos y de cuidados son fundamentales.
* Evelyn Blumenbergn (2004) En-gendering Effective Planning: Spatial Mismatch, Low-income Women, and Transportation Policy, Journal of the American Planning Association, 70:3, 269-281.