APRO/Marta Durán de Huerta
Mediante mensajes de texto, una joven afgana narra a la reportera el horror de ser mujer y vivir en un país dominado por los talibanes. La muchacha, que pudo estudiar ciencias políticas en el anterior régimen, afirma que ella y su familia están en peligro de muerte, de ser descubiertos… “estamos en una lista negra y nos están buscando para matar a toda la familia”, asegura a Proceso.
“Soy Nabila Haidari y fui estudiante de ciencias políticas en Afganistán. Uno de mis tíos trabajó para el derrocado gobierno proestadounidense y eso es algo que los talibanes no nos perdonan. Estamos en una lista negra y nos están buscando para matar a toda la familia”, afirma la joven afgana en entrevista con Proceso.
“Cuando los talibanes entraron a Kabul mi familia se dispersó. Cada uno de nosotros partimos a una provincia diferente para escondernos; en el peor de los casos podrían atrapar a uno pero no a todos. Las fronteras están cerradas. Quisimos cruzar a Pakistán para después huir a México, pero es imposible”.
Pese a los constantes cortes de electricidad y del servicio de internet, quien escribe estas líneas logró entrevistar a Nabila a lo largo de varios días, mediante mensajes de voz. En ellos quedó plasmado el miedo y la desesperación de la muchacha que en inglés narró lo siguiente: “Los talibanes desarmaron a los guardias, a la policía y a los soldados afganos; también se apropiaron de todos los vehículos, incluso de los coches privados. Se quedaron con las armas que no alcanzaron a llevarse los estadounidenses. En cuanto entraron a Kabul, los talibanes destruyeron las oficinas y el equipo para emitir pasaportes. Luego vino el saqueo de las casas, no sólo de funcionarios del viejo régimen sino de cualquier persona; se llevaron lo que les gustó: los equipos de sonido, los televisores y las mujeres. Y si tu casa les gusta, te echan a la calle y se quedan con ella”.
Nabila tiene voz de mezzosoprano y habla muy quedo. Explica que no quiere que los vecinos la oigan hablar en inglés. Los talibanes los pueden torturar para que la denuncien.
Afganistán, paralizado
“Matan a quien se les da la gana. En la ciudad donde estoy hay cadáveres pudriéndose en las calles. Además cunde la hambruna entre los más pobres. Mucha gente perdió su trabajo y no hay manera de conseguir dinero, porque las cuentas de ahorro fueron bloqueadas. Los bancos no tienen efectivo y casi nadie puede hacer retiros. Toda actividad está detenida desde que los talibanes entraron a Kabul (15 de agosto de 2021). No hay salarios para nadie. ¿Te puedes imaginar eso?”, pregunta la joven con una desesperación y una angustia más que justificadas, y prosigue su relato bajando aún más el volumen de su voz.
“Algunas ciudades están vacías. La gente se encerró, muerta de miedo. Nadie sale más que a lo meramente indispensable, como es conseguir algo que comer; no hablan con nadie, van y vienen como zombis, con el temor y la preocupación reflejados en sus caras. Nosotras, las mujeres, tenemos que cubrirnos de pies a cabeza y no salir de casa”.
Hay nueve horas de diferencia entre Afganistán y México. Por la hora en que recibo los audios de Nabila me doy cuenta de que los graba a las tres de la mañana. En uno de ellos nos relata: “Las escuelas reabrieron pero sólo para niños de 12 años en adelante y no aceptan a ninguna niña. Dijeron que avisarían cuándo podrán ir, pero sinceramente creo que no las van a llamar. La última vez que los talibanes estuvieron en el gobierno no permitieron que las niñas o las mujeres fueran a la escuela y lo mismo sucederá con la educación superior”, intuye la joven y denuncia: “Los talibanes prohibieron la música. No tenemos acceso a los canales de televisión extranjera ni mucho menos a los noticieros. Antes podíamos ver la televisión de Pakistán; eso se acabó. La historia se repite. Esta situación ya la vivimos hace 20 años, pero actualmente los problemas son más agudos que entonces”, se queja la politóloga.
Campesinos desplazados
Pasaron dos días y llegó otro audio mucho más sombrío.
“Ya hay personas muriendo de hambre en Afganistán. Los más pobres ni siquiera pueden comprar un pan. Ellos vienen de la provincia; dejaron sus pueblos ante la inminente llegada de los talibanes y se fueron a Kabul, la capital, pensando que allá estarían más seguros.
“Esos desplazados por la violencia no tienen techo y viven en los parques. Los talibanes no hacen nada por ellos, son totalmente indiferentes al problema y en lo que realmente están concentrados es en quitarle todos los derechos a las mujeres. Ya nos cerraron las puertas de todas las escuelas, ya despidieron a todas las que tenían un trabajo. A lo más que puedes aspirar es a ser sirvienta, incluso si fuiste abogada, doctora o ministra. La paga por limpiar es miserable. Desde mi perspectiva, ese es el principal problema: sacar a la mitad de la población de la vida productiva. Incluso nos prohibieron usar colores brillantes y alegres, todo debe ser negro o azul marino.”
La venganza de los talibanes
El relato de la joven universitaria continúa: “Los talibanes dicen que han cambiado pero eso no es cierto, son los mismos de siempre. De hecho, creo que son peores que los de 1996, porque ahora se están vengando de todos los que les dieron la espalda, de sus enemigos personales y de quienes piensan y actúan diferente. Los medios están bajo su absoluto control y sólo hablan de por qué es necesario encerrar a las mujeres en sus casas”.
Llegó un quinto audio; éste, un poco más largo: “Los talibanes dicen por redes sociales que han cambiado, pero nadie les cree. Primero ofrecieron que las mujeres podrían tener estudios bajo las leyes del Islam, pero en pocas semanas cambiaron de opinión y ahora todo el acceso a la escuela para mujeres y niñas quedó prohibido. Los fundamentalistas, en las provincias, le pegan a la gente con látigos. Mis amigos que viven en el interior del país me cuentan que los talibanes torturan y cometen atrocidades al tiempo que usan internet y las redes sociales para decir que han cambiado… pero es mentira, incluso ya regresaron las ejecuciones públicas. Hace unos días colgaron a dos hombres que supuestamente eran secuestradores.
La sharia (ley islámica) ordena la lapidación de mujeres por adulterio, pero si te violan en la calle, tú eres la culpable. No han cambiado nada, son los mismos de siempre. Yo creo que esa mentira es porque quieren ser reconocidos por la comunidad internacional para tener acceso a las ayudas económicas para el desarrollo”.
Nabila tiene un celular con el que se comunica con familiares y amigos. Con mucha precaución tomó algunas fotos.
En un octavo audio narra: “Actualmente la situación es trágica. Tuve que salir a comprar algo para comer y vi a la gente caminando como zombis, con el miedo en la cara. De pronto me llegó el olor de un cadáver pudriéndose en la vía pública. Nadie sale de sus casas a menos que sea indispensable. Los talibanes tomaron el poder pero no solucionan los problemas más urgentes del país”.