APRO/Irene Savio
En América Latina “las democracias han entrado en crisis” a causa de “derechas e izquierdas tentadas por el neopopulismo”, sostiene el filósofo mexicano Rodrigo Guerra López.
Y explica: el neopopulismo es hoy “un fenómeno transversal” que “curiosamente, con un discurso igualmente a favor de los pobres”, busca manipular “las sensibilidades religiosas” e incluso “presenta falsas soluciones que minan las libertades y perjudican los derechos humanos”.
Guerra López es actualmente uno de los laicos con mayor influencia en El Vaticano: en julio pasado fue elegido secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, organismo que asesora a los Papas en asuntos relacionados con esa región.
En entrevista con Proceso, el también fundador del Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV) sostiene que esas tendencias neopopulistas son preocupantes dado que pobreza e inequidad no se pueden resolver “a golpes de eficiencia neoliberal” ni con “actitudes de asistencialismo”.
En ese sentido, ahonda, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador es “hermano gemelo” del presidente brasileño Jair Bolsonaro, por su autoritarismo y su desconfianza en la sociedad civil.
Hartazgo social
–¿Le preocupa el populismo de izquierda y de derecha en América Latina, y está hablado también de México?
–En países como México, Brasil, Ecuador, Perú, Bolivia y tantos otros hemos visto el hartazgo de la sociedad ante los gobiernos corruptos y corruptores. Nunca antes habíamos visto gobiernos tan abusivos, y por eso la sociedad da un manotazo en un cierto proceso electoral y opta por gobernantes y partidos que prometen redención social instantánea, que hacen promesas sumamente atractivas para nuestro pueblo pobre y harto, y que al momento de llegar al gobierno las defraudan, más pronto que tarde, con autoritarismo y supresión de libertades. Este es en síntesis el origen del fenómeno que actualmente llamamos neopopulismo. Esto es muy grave.
“La doctrina social de la Iglesia no simpatiza con los neopopulismos ni de izquierda ni de derecha, si no que la doctrina social de la Iglesia contemporánea opta por sociedades diversas, plurales, sociedades en las que existen diversas opiniones y en las que los extremistas son acotados y limitados para que prevalezca un amplio centro de discusión pacífica, racional y razonable, donde los excesos de los polos puedan ser procesados de una manera lo más amable posible.”
Según Guerra, el avance de las corrientes políticas extremistas da como resultado que “el centro democrático disminuya”. De esta manera, “el gran sueño del Papa Francisco, expresado en (la encíclica) Fratelli Tutti, de hacer una nueva política basada en la convicción de que todos somos hermanos, se desploma”. La razón es que “los extremistas de izquierda o de derecha tienden a descarrilar los procesos de consenso y la valoración positiva de la diversidad democrática de nuestras sociedades”.
–¿Esto afecta a algún partido en particular o a todos?
–Estoy hablando sobre todo de los partidos con fuertes tendencias neopopulistas. Hoy son una tentación constante en todos los países.
–¿De los partidos que hoy gobiernan?
–Sí, sí, lo veo claramente en México, pero también lo veo en Brasil.
“Aparentemente el gobierno de México tiene una posición de izquierda neopopulista, en Brasil hay una posición de derecha neopopulista, y cuando uno disecciona ambas formas de gobierno resulta que son simétricas. Resulta que los vicios autoritarios y la desconfianza en la sociedad civil organizada es análoga en ambos mundos, (así como) la cooptación corporativa de la sociedad y de la Iglesia, como ha pasado en Venezuela, donde se intentó cooptar a la Iglesia, aunque sin éxito.
–¿Bolsonaro y López Obrador con posiciones análogas?
–Sí, exactamente, simétricas, como hermanos gemelos; en una especie de juego de espejos, se colocan en las antípodas y terminan siendo más parientes de lo que ellos mismos se imaginan.
El problema, dice Guerra, es que todo esto coincide además con un trato hacia las personas más vulnerables como si fueran “cosas, sobrantes, objetos de descarte”. Esta realidad “nos muestra que nuestras sociedades requieren de una reforma profunda en su manera de concebir la política, no simplemente como un juego de poderes, si no como un servicio humanitario”. Por eso, añade, “se requiere una nueva generación de políticos distinta”.
–¿Estamos de nuevo hablando de México?
–De México y de toda América Latina. Una nueva generación de políticos que se eduquen desde la cercanía y la amistad con los pobres. No hay manera de creer verdaderamente en el bien común si uno no vive experiencias fuertes de inmersión e inserción con los grupos populares y con sus luchas. Hoy muchas de las élites políticas llegan justamente a ese nivel de élite sin haber pasado por experiencias de servicio.
–Cuando López Obrador tomó el poder, desde El Vaticano llegó un mensaje de que se le consideraba una esperanza para toda la región. ¿Se agotó el margen concedido a López Obrador?
–No creo que se haya agotado. Como siempre, todos los gobernantes nos pueden dar sorpresas, hacer giros y correcciones, pero hoy por hoy el escenario en México no es muy promisorio. Vemos por ejemplo cómo las comunidades indígenas, sobre todo en torno a Yucatán y Chiapas, no han sido tomadas en cuenta al momento en el que se emprenden grandes proyectos de infraestructura, como el nuevo tren que se piensa instalar en el sureste de México. Vemos también cómo los padres desesperados de niños con cáncer piden un mínimo de atención. Ninguno está soñando con hospitales en Hudson. Piden atención mínima y no la reciben durante meses y meses. Y también voy a mencionar un caso donde Proceso ha tenido un protagonismo para bien.
Guerra se refiere a la publicación en este semanario de las denuncias hechas por las víctimas del narcotráfico, “que esperaban con ilusión un nuevo gobierno socialmente sensible a este dolor” y “han sido desoídas”. Este ha sido el caso de Javier Sicilia y el movimiento que el poeta y activista encabezó. “Ha sido sistemáticamente vituperado y acallado”, denuncia el filósofo. Por eso, “la Iglesia debe acompañar de manera creativa todo este dolor ante el vacío del Estado”, observa.
Ejemplo de ello es el del reciente viaje a Aguililla, Michoacán, que realizó el nuncio apostólico en México, Franco Coppola. Es evidente que la visita estuvo “muy acompañada por el gobierno federal porque tuvo que intervenir para que el nuncio pudiera llegar en condiciones de seguridad a una población prácticamente controlada por el narco”. El objetivo de la Iglesia era “mostrar su cercanía con quienes más han sufrido”, pero también elaborar un informe que ha sido enviado al Vaticano.
“Hoy tenemos en México más de 100 muertos al día por asesinatos y ejecuciones. ¡No hay conflicto bélico en el mundo que tenga estos números! Los famosos muertos de Peña Nieto y Calderón quedaron como un ejercicio para párvulos, para infantes”, analiza Guerra al calificar de “fracaso” muchas de las iniciativas para luchar contra el narco.