Yo vengo de allá, de Salamanca, ahora son bombas, está empeorando. Me vine después de que me secuestraron, manejaba un camión y de la nada me agarraron, aunque no opuse resistencia, esa fue la peor madriza que me han puesto. Me retuvieron tres días, quién sabe para qué, después de que me soltaron decidí venirme para acá. No conozco a nadie y vivo solo, no me he podido traer a mis hijos y mi esposa, pero espero que pronto. El hombre dio una calada intensa a su cigarro, levantó el rostro y arrojó el humo hacia el cielo. Acá es otra cosa, allá hasta toque de queda hay.
Acabamos nuestros respectivos cigarros y volvimos a la tienda, después de su confesión, cambió la manera en que me atendía. Cuando me acerqué al mostrador para solicitar un servicio me trató de una manera seca y cortante, casi déspota; aproveché un momento de espera para fumar en la calle, él salió tras de mí y no le quedó más que ser amable para pedirme fuego. Usted no es de aquí, me aseguró para abrir la conversación, le contesté que no y revire señalando que él tampoco. Así fue como me empezó a contar que era de Salamanca y por qué había huido.
Dentro del local, mi hijo esperaba el fin del trámite, ajeno al mundo, embebido en su videojuego; a pesar de que salí del local, en ningún momento sentí la amenaza de la violencia acechando.
Hace unos días, miré sorprendido que mi hijo se puso de pie para cantar el Himno Nacional, sin que nadie se lo pidiera, apenado me levanté también para acompañarlo, una sensación extraña por seguir así la transmisión televisiva. Por la pandemia, el modelo híbrido en las escuelas no contempla la realización de ceremonias cívicas, desde hace más de un año, mi hijo no ha realizado honores a la bandera, por eso entendí que no recordara todas las estrofas, pero no le dije nada, hipnotizado por el fervor con que cantaba, de pie, erguido, solemne, también un poco apenado por la culpa, como adulto, que septiembre sea considerado el mes de la Patria sólo me sirve como pretexto para citar el poema Alta traición, de José Emilio Pacheco.
Como no he sido capaz de contagiar a mi hijo el amor a la Patria que sí le enseñan en la escuela, trato de inculcarle otro tipo de amor, uno que ya he mencionado, la de López Velarde: “una patria menos externa, más modesta y probablemente más preciosa”, por eso decido caminar de la mano con mi hijo por los jardines públicos de mi barrio, llevarlo al mercado a que salude a Doña Chuy de las verduras o que pregunte por la salud de Aurelio el de la carnicería, decirle que levante la mirada de su videojuego y mire los atardeceres más hermosos del mundo, los de su ciudad. Tú no eres de aquí, ¿verdad, papá?, me ha preguntado mi hijo, mi respuesta siempre es la misma: no, pero tú sí, y yo soy de donde tú seas, de la patria modesta y preciosa que genera el arraigo.
No, no soy de aquí, como el vendedor que salió huyendo de Salamanca, quien lo único que espera es la oportunidad de reunirse con su familia y no sufrir el miedo de salir a las calles, poder caminar con ellos más allá del toque de queda, sin temor a que una bomba estalle durante su paseo o un grupo de criminales decida cometer un asesinato y ellos se encuentren en el lugar y hora no adecuados, como si uno pudiera equivocarse al momento de decidir ejercer la pertenencia.
La letra del Himno Nacional, ese que nos identifica como mexicanos al responder a un llamado bélico, habla también de la defensa de la patria, esa idea que, hasta ahora, unos cuantos han levantado al grito de guerra y reducen las porciones del territorio donde se puede hacer patria al andar.
Coda. La cita de López Velarde sobre la patria es recurrente en mis textos, al igual que la idea de patria escrita por Guillermo Prieto: “La patria es sentirnos dueños de nuestro cielo y nuestros campos, de nuestras montañas y nuestros lagos, es nuestra asimilación con el aire y con los luceros, ya nuestros; es que la tierra nos duele como carne y que el sol nos alumbra como si trajera en sus rayos nuestros nombres y el de nuestros padres; decir patria es decir amor y sentir el beso de nuestros hijos…”.
@aldan