APRO/Sonia del Valle
Bernardo Naranjo, director de la organización Proyecto Educativo, explica el problema del regreso a clases con una metáfora: “Tienes 32 barcos en medio de la tormenta y el puerto, en vez de mandarles ayuda, mandarles especialistas, algo que les ayude, lo único que hace es poner restricciones a las reglas de navegación”.
Naranjo señala que la federación se ha desentendido de la labor fundamental de acompañamiento educativo, como indicar qué dar o no dar en el salón de clases, cuáles son los contenidos esenciales; en lugar de darles una guía, pidió a cada maestro escogerlos (los contenidos). “Es un ejercicio que va a ocurrir millón y medio de veces, en lugar de que la SEP oriente el trabajo pedagógico en las escuelas”.
Explica que tampoco hay recursos extraordinarios para las escuelas a fin de garantizar insumos, infraestructura y conectividad, pues salvo la compra de espacios televisivos para el programa Aprende en Casa, la federación no ha movido su estructura, sus programas ni sus presupuestos.
“Lo que es increíble es que en el evento más disruptivo en la historia de la educación pública, la SEP ha sido omisa no sólo en la asignación de presupuestos sino también en hacer cosas que puedan servirle a las escuelas y a los maestros”.
Y pone otro ejemplo: no hay un lineamiento claro para decir quiénes vuelven y cómo vuelven a la escuela. “Sólo hay declaraciones, pero no hay un documento oficial que envíen a las autoridades estatales para que puedan decir: ‘Les voy a pedir a las escuelas esto’. Y al no haber un sustento normativo, quien tiene la responsabilidad última es el director de la escuela y eso no se vale, estás dejando solas a las escuelas para que se arreglen como puedan”.
En suma, señala: “No les estamos dando presupuesto, no hay acompañamiento académico, no hay sustento normativo; entonces, ¿qué les estamos dando?”.
El Centro de Investigación Económica y Presupuestaria elaboró un estudio sobre el gasto de inversión en infraestructura sanitaria para el regreso a clases. En el documento, la investigadora Thamara Martínez señala que 31.6 por ciento de las escuelas de educación básica no cuentan con lavamanos; son 62 mil 629 planteles.
“Sólo para poner en todas las escuelas un lavamanos”, señala, “se requiere una inversión de 10 mil 376 millones de pesos, tomando como base el costo de los ocho mil bebederos que se instalaron en 2018”.
También refiere que todos los programas para atender la emergencia sanitaria para 2021 de la estrategia Aprende en Casa y en línea, tuvieron recortes: Producción y distribución de libros y materiales, producción y transmisión de materiales educativos y programa para el desarrollo profesional docente. En suma, los tres programas pagaron en total tres mil 867 millones de pesos (mdp) al cuarto trimestre de 2020, 6.9 por ciento menos que lo ejercido en conjunto en 2019. Mientras que en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2021, el presupuesto para este grupo de programas es de tres mil 703 mdp, 7.4 por ciento menos en términos reales.
Por otro lado, el estudio “La Escuela es Nuestra. Evolución del gasto y objetivos” indica que el gasto en infraestructura educativa disminuyó 79.1 por ciento entre 2020 y 2021, con una asignación de sólo 240 millones de pesos; mientras que el Programa la Escuela es Nuestra, si bien ha tenido incremento de recursos este año, los 12 mil millones de pesos asignados se dividen en tres componentes: infraestructura educativa, la provisión de alimentos y la extensión de la jornada escolar, por lo que “desplaza a la inversión en infraestructura educativa como principal objetivo de estos recursos, lo que aleja a la infraestructura educativa de ser considerada una política prioritaria”.
Los padres de familia han invertido en el trabajo de limpieza escolar y en los insumos: en promedio, 276 pesos por alumno. Al multiplicar esta aportación por el número total de alumnos en educación básica, la inversión que realizan los padres de familia podría superar los seis mil millones de pesos.
Si bien no es posible cuantificar el número de padres y madres de familia que participan en estas labores -que la SEP denomina “Tequio de Limpieza”-, lo cierto es que los insumos y el trabajo hasta ahora lo ponen los padres de familia.
Israel Tavera es padre de una niña que cursará el cuarto grado en la primaria Xochipilli, en Coacalco, Estado de México. Llegó en junio pasado a limpiar la escuela con una cubeta, un litro de cloro, dos trapos, jabón, una escoba y un trapeador. Explica en entrevista que cada padre de familia fue convocado por la maestra de grupo y limpiaron sillas, mesas, ventanas, puertas, estanterías, patios. Otro grupo limpió baños, patios exteriores, se arregló el jardín y se limpiaron los tinacos.
“La escuela la encontramos con vidrios rotos, sin material didáctico, muy sucia, el pasto crecido, los tinacos sucios y el agua apestaba; tuvieron que tirarla y lavar los tinacos. En el salón de mi hija había hasta un gato muerto”, cuenta. La dejaron limpia. Pero para este regreso a clases no tiene ninguna indicación.
Le preocupa la falta de protocolos o lineamientos, incluso guías no sólo para padres y madres de familia, sino para las escuelas. También le preocupa la falta de espacio en los salones y que no haya una estrategia para reducir el número de alumnos por salón, para que apliquen la sana distancia. Por eso decidió que no enviará a su hija a la escuela. “Es como mandarlos al matadero, por la cantidad de contagios”.
Pero no sólo está preocupado, sino molesto, porque toda la responsabilidad del regreso a clases recae en padres y madres de familia. “Nosotros vamos a limpiar, a llevar gel, cubrebocas, papel, guantes… todo; incluso seremos los que vamos a tener que pararnos en las escuelas para hacer los filtros escolares y las brigadas. Pero las maestras no tienen material didáctico, material para sanitizar o agua, y de todo ese material, la responsabilidad va a recaer en los padres; tenemos que llevar hasta el termómetro, y todo eso cuesta”.
Las autoridades educativas, explicó, están obligadas a dar el servicio educativo y a proporcionar todos los insumos, agua, luz, conexión a internet, materiales didácticos, material de limpieza y para sanitizar, “pero en esta escuela no hay ni internet”.
“Tuvieron un año para poner las escuelas en condiciones, pero no lo hicieron”, expresa. Y pregunta: “¿Quién va a ser responsable si un niño se contagia? ¿Los padres de familia? México es uno de los pocos países donde se pide este Tequio de Limpieza. En la mayoría de naciones la participación de los padres y las madres de familia se entiende como apoyo a las labores escolares. En Colombia, por ejemplo, los padres participan en la apertura de las escuelas, en comisiones de vigilancia, labores extraescolares, apoyos administrativos, pero no de limpieza. Lo mismo sucede en Argentina, en Puerto Rico, Bolivia (…)”.
De acuerdo con el seguimiento que realiza la Iniciativa de Educación con Calidad y Equidad, del Tecnológico de Monterrey, a las acciones, recomendaciones e investigaciones en torno al regreso a clases, en Alemania, las asociaciones de padres de familia participan haciendo propuestas y sugerencias, pero no se les pide limpiar las escuelas.
En Israel las autoridades han pedido a los padres y a las madres de familia vacunar a sus hijos de 12 a 15 años para el regreso a clases.
Abraham Valdivia, maestro de la primaria Emilio Carranza, en Actopan, Veracruz, señala en entrevista que la escuela sólo tiene una persona que realiza las labores de limpieza, quien tiene cerca de 20 años en el plantel, pero no tiene plaza; son los padres de familia quienes aportan 10 pesos semanales para pagarle. “Esto permitió que la escuela se mantuviera en buenas condiciones mientras estuvo cerrada”.
Por ello, el principal problema de su escuela no es la limpieza o las condiciones del inmueble que no sufrió daños, sino el calor, que ronda los 35 grados en promedio.
“Se hace casi imposible regresar a la escuela en las condiciones actuales, con ventanas muy pequeñas en el salón, con cubrebocas… lo hace inviable. Además es importante considerar la distancia (entre alumnos) que debe haber en cada aula”.
Otro problema, refiere, es la señal de internet, que es pagada por los maestros y los padres de familia, pero que no es eficiente para dar clases en línea.