Llévate la historia donde yo no pueda encontrarla,
ahógala en las dunas, entiérrala en el mar.
Bórrame las manos, sácame del miedo de esa calle.
Véndame los ojos, tírame a matar…
Llévate la historia – Real de Catorce
Afganistán fue una monarquía hasta 1973, cuando el rey Mohamed Zahir Shah fue derrocado luego de un reinado de 40 años. Durante ese periodo, el rey pugnó por la neutralidad de Afganistán en la Segunda Guerra Mundial, y durante la guerra fría. También, en 1964, el monarca Mohamed Zahir Shah promulgó una constitución que tendía a la monarquía parlamentaria, que aseguraba derechos y libertades civiles, y que daba igualdad jurídica a hombres y mujeres.
Sin embargo, en 1973, de la propia familia real surgió un golpe de Estado que derrocó al monarca e instauró un gobierno republicano. Luego de cinco años convulsos, en los que la entonces Unión Soviética operó para influir en Afganistán, el Partido Popular Democrático (impulsado por la URSS) realizó revueltas y actos de desobediencia civil para facilitar la invasión soviética al país en 1979, con la intención política de imponer un régimen comunista y totalmente desvinculado del islam.
Paralelamente, en 1977, la activista Meena Keshwar Kamal, junto con sus compañeras, fundó en Kabul la organización Revolutionary Association of the Women of Afghanistan (Asociación Revolucionaria de Mujeres Afganas, RAWA, por sus siglas en inglés), un grupo político dedicado a la defensa de los derechos civiles y la equidad de género, que pugna por la democracia, el laicismo, y la justicia social desde el feminismo. Un tema pendiente desde la monarquía de Mohamed Zahir Shah.
La invasión soviética logró controlar los centros urbanos afganos. Sin embargo, la población multiétnica y pluricultural de Afganistán es mayoritariamente rural. Estas poblaciones rurales fueron entrenadas, armadas, y financiadas por Estados Unidos (con el apoyo de Pakistán, Irán, Arabia Saudita, Israel y el Reino Unido) con la finalidad de impulsar una guerra de guerrillas encabezada por la facción de las milicias muyahidines (los famosos Talibanes), para desestabilizar a la ocupación soviética.
En este tiempo, RAWA fue una organización que se opuso tanto a los talibanes y a Estados Unidos, como a la ocupación socialista soviética. El activismo de RAWA se materializó en publicaciones, actividades educativas, de salud, talleres de sensibilización, apoyo a población refugiada, acciones políticas, y de politización de las mujeres. Por este activismo, Meena Keshwar Kamal, líder de RAWA, fue asesinada en 1987, en Pakistán.
Finalmente, luego de la caída de la Unión Soviética y el derrumbe del Muro de Berlín, las guerrillas muyahidines se hicieron con el poder en Afganistán hacia 1992. Al hacerse con el poder, los talibanes muyahidines (de donde proviene el infausto Osama bin Laden), impusieron en Afganistán un Estado islámico fundamentalista, lo que implicó un gravísimo retroceso en los derechos humanos (sobre todo para las mujeres) derivado de las interpretaciones totalitarias del Corán.
Como dato curioso, el talibán muyahidín Osama bin Laden (y su guerrilla) son homenajeados por EEUU en la película Rambo III, en la que al final se muestra una leyenda de reconocimiento a la valentía del pueblo muyahidín de Afganistán. Años después, la valentía de ese pueblo atacaría embajadas de países occidentales, y terminaría estrellando aviones en los edificios simbólicos del occidente capitalista, dentro del suelo norteamericano en 2001.
A partir de estos atentados, EEUU invadió Afganistán para derrocar al gobierno talibán muyahidín, encabezado por las milicias que ellos mismos armaron, financiaron, y entrenaron. Con esa invasión, las tropas estadounidenses controlaron el suelo afgano por 20 años, hasta el pasado domingo 15 de agosto, cuando el presidente norteamericano Joe Biden, decidió retirar al ejército norteamericano de Afganistán. El resultado: los talibanes inmediatamente subieron al poder, encendiendo las alarmas de la geopolítica y los derechos humanos en esa zona del mundo.
En este periodo, RAWA fue férrea opositora; primero, del régimen talibán; y luego de la ocupación estadounidense y sus aliados afganos. RAWA ha documentado y denunciado abundantemente las violaciones a los derechos humanos que ocurrieron en la sucesión de un fundamentalismo religioso y político tras otro. Ahora, con la desocupación norteamericana, y el regreso al poder de los muyahidines, RAWA ha vuelto a ser referente de las mujeres afganas y la defensa de sus derechos humanos.
Todo lo anterior, en un contexto en el que los derechos humanos están gravemente amenazados por el fundamentalismo religioso; principalmente en el urgente tema de la equidad de género y la defensa de las libertades y derechos civiles de las mujeres en Afganistán. Durante el periodo talibán, el gobierno se constituyó como un régimen teocrático basado en el Corán, e impuso diversas prohibiciones a las mujeres; prohibiciones que en su momento fueron denunciadas y combatidas por RAWA y que, en este nuevo contexto, amenazan con volver a instaurarse.
Estas prohibiciones, vigentes de 1996 a 2001, implicaron retrocesos y amenazas a la libertad, luego de que un grupo armado, violento, y fundamentalista religioso, se hiciera con el poder público. A consecuencia de esto, diversos países (incluyendo México) se preparan ahora mismo para recibir a las poblaciones afganas en busca de refugio, que escapan de la opresión de un régimen que dice portar la palabra de un dios y que ha sido títere de las potencias mundiales y sus intereses terrenales, con su propio pueblo como víctima.
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