Estamos sumergidos bajo la misma dinámica e información todos los días todo el tiempo, además de estar frente a las pantallas más de 12 horas al día 24/7. La abulia nos invade presos del falso confinamiento, la educación a distancia, la sincronía con la tecnología y todo lo que consumimos en las redes.
Trabajamos, estudiamos, pero siempre estamos echando el ojo a las redes y éstas, sumadas a todo lo que leemos por necesidad, sea tarea, informes, etc., saturan a nuestro cerebro y con ello el antojo por la lectura.
Si antes dedicábamos media hora al día para leer a fin de terminar un libro en una semana o un par de días en ocasiones, eso se sustituye por tiempo de pantalla, donde, si revisamos nuestro informe puede registrar un promedio de 2h30 a 5h de consumo de redes sociales por semana.
Por otra parte, el extenuante teletrabajo nos lleva a pasar más horas de las que registra la jornada laboral, un profesor puede pasar más de cinco horas leyendo trabajos de sus estudiantes sin que le apetezca, después de ello leer fuera de las pantallas, aunque sea un poco.
Este dilema lo viven cientos de personas a lo ancho del mundo, nos encontramos cansados, con estrés familiar por trabajar en casa y con fatiga laboral, como somos seres de hábitos nuestra tendencia para distraernos gira en torno a lo que tenemos a la mano todo el tiempo, una pantalla.
Anhelamos vacaciones, pero más que físicas son mentales, deseamos que nuestro pensamiento se encuentre claro y apacible, de tal manera que con serenidad podamos continuar, sin embargo, sumergidos en nuestros pensamientos creemos visiblemente que sólo el salir de casa no hará dejar este encierro.
Lo que olvidamos es que en cada libro que tenemos a la mano encontramos un sinfín de oportunidades para recrearnos y permanecer en paz.
No es que nos fastidiemos de la lectura, sino que estamos en un círculo no muy virtuoso de información que nunca termina y al leer siempre lo mismo perdemos el interés hasta que encontramos algo diferente, refrescante que nos vuelve a la vida.
Los hábitos que hemos desarrollado en la nueva normalidad en algunos aspectos no han sido favorecedores y con esto remarcamos en lo que nuestra atención se centra, redes sociales, noticias sensacionalistas, sin dejar las muy reales y terribles, además de las miles de actividades que nos llevan a estar atados a las computadoras, los teléfonos celulares y las tabletas.
Quienes nos dedicamos a la docencia pasamos horas en la pesquisa del mejor material didáctico y eso nos puede llevar a pasar días leyendo y transcribiendo lo mismo y lo mismo una y otra vez para luego replicarlo tres o cuatro veces al día en una semana, eso provoca un cansancio mental severo y deprimente.
Lo que nuestro espíritu necesita para sobrevivir y refrescarse es cambiar de horizontes literarios, encontrar nuevas propuestas, historias y teorías que nos llevan alejarnos de lo cotidiano y a adentrarnos por completo en lo nuevo.
Necesitamos historias que nos enajenen y nos alejen de las redes sociales, de esas que no podemos resistirnos cinco minutos a dejar aun lado y que nos tiene sin dormir por la tentación de continuar leyendo hasta que nuestro deseo lector quede satisfecho, como cuando encontramos esas primeras lecturas que nos llevaron y formaron como lectores.
Ante tanto sedentarismo y seriedad al respecto necesitamos escudriñar entre lo que nos apasiona, aquello que nos hace sentir mariposas en el estómago, palpitaciones ansiosas tan sólo por la vuelta a la página para descubrir que del otro lado de esta la adrenalina continuará llevando nuestros sentidos como una droga que hace que todo el estrés se desvanezca por completo con cada línea, diálogo y que nos nuestros ojos introducen a nuestro sistema y sentimos que vive cuando tenemos la sensación del libro en nuestras manos y con el paso frenético de cada hoja por nuestros dedos.
Un buen libro y una buena historia provocan que nos enamoremos de nuevo de la lectura, que percibamos que hay mucho más fuera del trabajo, del confinamiento y las pantallas.
Cuando nos despertamos pensando en continuar la lectura estamos en un estado distante del estrés, concentrados en nuestra lectura, las horas pasan volando a fin de que podamos, finalmente sentarnos a disfrutar nuestra lectura y alimentemos a nuestro espíritu de algo más que sólo lo cotidiano.
Aun si volviéramos en algún momento a un confinamiento severo nuestra creatividad podría sacar el mejor partido de la situación y el apego a los libros sería nuestra salvación.
En ocasiones las historias más simples son las más cautivadoras y excitantes mientras que las teorías más profundas nos llevan a otros estados del pensamiento donde la reflexión se convierte en nuestra aliada para seguir adelante.
Los cálidos reencuentros con la lectura pueden ser infinitos mientras permanecemos siempre cercanos a la lectura y dejamos que nuestra curiosidad nos lleve a nunca dejar nuestra esencia lectora.
Si cree que necesita un reencuentro con la lectura no dude en buscar en sus orígenes, esos primeros instantes donde la pasión lo llevó a terminar un libro de una o pocas lecturas dejando una dulce sonrisa mientras lo cerraba y volvía a la realidad.
Mientras la literatura mantenga nuestro espíritu en constante evolución y paz, nuestra curiosidad no nos dejará envejecer pues nos recrearemos con cada libro que pase por nuestras manos día con día.
Laus Deo
@paulanajber