Concluido que haya sido el rodaje (por así llamarle) de la pandemia que abrasó al mundo durante 2020, el Inegi publicó los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), según la cual, el ingreso por hogar pasó de 17 mil 806 pesos al mes, en promedio en 2018 a 16 mil 770 pesos en 2020 y además se ubicó en su menor nivel desde 2014.) (Fuente: El Financiero. Por Cristian Téllez, julio 29, 2021. “Pandemia ‘tiró’ 5.8% los ingresos de los hogares”. https://bit.ly/3ieEXt3). Lo cual es indicativo de la afectación general que dicho fenómeno pandémico ha dejado en la población mexicana. Y explica el desasosiego que deja sembrado en las llamadas “clases medias” del país, que ya manifestaron su enojo en las pasadas elecciones intermedias. Y no es para menos. Al son del sordo clarinete presidencial de que cada quien se haga cargo de sus problemas. Exactamente, fomento del individualismo societal que por otro lado condena.
Esta disonancia entre ciudadanía y autoridad federal se da en el peor contexto de frenazo al desarrollo económico global. Que para los ciudadanos de México se acentuó debido a dos años de supuesto régimen de cambio, para lo cual asumió como tesis inamovible la reducción del gasto de inversión gubernamental, (escamoteando con la peor ideología populista la coinversión con el sector privado de la economía) a fin de privilegiar el gasto del supuesto Bienestar social, en planes y programas de distribución dineraria individualizada –publicitando con orgullo, sin mediaciones ni mediadores–; pero, evadiendo las urgentes e indispensables reformas fiscales de fondo, que serían las políticas públicas adecuadas y necesarias para atemperar los efectos del desplome y crisis económica, que ya traíamos como lastre desde el 2019.
En su lugar, ha impuesto la precarización de la economía, desde la confección de un Egreso Federal programado escamoteando gastos estratégicos en el sistema de Salud (equipamiento y distribución de insumos y medicamentos críticos hospitalarios), Educación, Seguridad Pública, fomento a la estructura y dinámica productiva del país, y hasta del famoso Fonden para desastres naturales; en cambio, ha imperado el criterio de hacer “ahorros” en el aparato gubernamental, despojando a unas dependencias para abonar a otras que le resultan “prioritarias”, recursos con los que abona a una sola bolsa (para gastar a su personal discreción), cuyo resultado inevitable está siendo la cruda “canabilización” de una parte del aparato burocrático, para cubrir otras de su interés.
Panorama que deja en la indefensión y aun orfandad al gran conjunto de hogares mexicanos. Ahora sabemos que, debido a la pandemia de covid-19 el ingreso de los hogares mexicanos reportó un descenso de 5.8 por ciento en el 2020, respecto a 2018, luego de una caída de 4.2 por ciento en los dos años previos. (Cfr. Ut supra. El Financiero. Pandemia, ibídem). Y concluye, de acuerdo con las estadísticas de la ENIGH, los hogares más ricos registraron 16.4 veces más ingresos que los hogares más pobres durante el año pasado, con 54 mil 427 pesos al mes, contra 3 mil 313 pesos. En 2018 la relación fue de 18.34 veces. Lo que ahonda la desigualdad social entre mexicanos.
La otra perorata del Ejecutivo la endereza contra la supuesta prensa adversaria de su gobierno, a lo que el director del Universal, Lic. Juan Francisco Ealy Ortiz, respondió: El Presidente de México ha mencionado en varias ocasiones a EL UNIVERSAL y a sus articulistas y columnistas, sembrando la idea de que toda crítica a su administración tiene un interés ajeno al periodismo. Esto no tiene fundamento alguno. La libertad de expresión no es fruto de una venganza ni de una conspiración, es un derecho arduamente conquistado en el país. (…)Quienes aquí escribimos somos dueños de nuestras voces, de nuestras plumas, de nuestras opiniones, y cada uno nos hacemos cargo de éstas anteponiendo nuestro nombre y movidos no por intereses políticos ni económicos, sino por la búsqueda de un periodismo independiente, riguroso y crítico. Presidente: lo que hacemos se llama periodismo, no añoranza por supuestos privilegios perdidos. Y en ningún caso nos mueve otro interés que no sea el de la información y el análisis de la realidad para nuestros lectores.
Ese desdén del presidente Andrés Manuel López Obrador a los diarios con mayor arraigo histórico, y reputados como los más prestigiosos del país, tiene eco en el arrogante deslinde marcado por el expresidente Donald Trump a lo que etiquetaba como “the mainstream media” de los Estados Unidos; nada de lo que invocar con orgullo. Invectiva ante la cual deseo presentar mi muy personal y modesto involucramiento en lo que conozco y respeto como el muy noble y valiente oficio del periodismo.
Desde mis muy modestos comienzos, en este afán de publicar una idea o una pieza deliberativa para compartir a la luz pública, encontré en la tarea de un articulista de opinión, un espacio plausible para comunicar las personales inquietudes frente a mi comunidad de pertenencia. Esta comunicación probablemente sea vista como algo distinto al periodismo hardcore, o difusivo de verdad. Entiendo que atrapar la noticia u obtener la nota informativa y difundirlas al gran público constituye la esencia de la función periodística. Y no obstante, las columnas de opinión tradicionalmente redactadas por plumas de renombre alientan la formación de la opinión pública y son también apreciadas y puestas en blanco y negro en espacios editoriales que comparten con la noticia.
Reporter, se define como una persona cuyo trabajo es descubrir información acerca de eventos noticiosos y que los describe para un periódico o revista, o la radio o la televisión (Cambridge Dictionary). Reportero, sería el periodista especializado en la elaboración de reportajes (Diccionario Planeta). Ello, no fue mi iniciación.
Mi personal incursión a la redacción de columnas de opinión data de 1999, cuando sentí la curiosidad de ver artículos míos publicados en algún diario local, de esta mi ciudad natal de Aguascalientes, Ags. A la sazón yo me desempeñaba como servidor público en el Gobierno del Estado, adscrito a la Coordinación de Asesores de la Secretaría General de Gobierno, en donde los trabajos de análisis de políticas estatales, análisis de información, síntesis informativa de planes y programas de desarrollo, elaboración de discursos para mi jefe inmediato superior –el secretario General de Gobierno– eran cosa común; ello gracias a que cursé una Maestría en Sociología.
Siempre gusté de hablar en público, desde mi educación media y superior fungí frecuentemente como maestro de ceremonias en fiestas escolares; durante mis estudios de licenciatura en Filosofía, fui campeón de Oratoria en la Universidad La Salle, de la ciudad de México, 1974. Que, luego, en una carrera religiosa de 13 años en la CDMX disfruté mucho del acceso al micrófono, me gustó la Homilética, cuyo término acaeció en noviembre de 1993.
Una vez reinstalado en Aguascalientes, tuve acceso a la publicación de una columna de opinión –que denominé “Tiempo Humano”–, y que la hizo posible el periódico local El Heraldo de Aguascalientes. Los siguientes cinco años fueron cubiertos por este interesante ejercicio, arrojando unos 500 artículos, así publicados. Las materias principales fueron sobre políticas públicas, análisis de la cultura, análisis de textos, síntesis de temática diversa: política, Ética, análisis de las culturas populares, procesos electorales, abordajes filosóficos y psicológicos, etc. A lo que siguió una pausa editorial, debido al incremento de mis deberes en el servicio público, en razón de que fui nombrado Director de Gobernación, años 2003-2004.
Salido que hube del servicio público estatal, 2004, junto a la enseñanza retomé la redacción de columnas de opinión hacia 2008, ahora frente a un diario nuevo local llamado La Jornada Aguascalientes, que fuera subsidiario del periódico nacional La Jornada. En esta empresa me uní, a título de free lance, para lo cual designé mi columna como Opciones y Decisiones. Una conclusión lógica e inspiradora para mí, dado que la inicié en plena convalecencia de una colostomía provocada por el estallido de un divertículo del colón, cuyas secuelas tomaron diez meses en restañar.
Aquellas apacibles caminatas vespertinas, para rehabilitación, en torno al circuito del lago artificial que da nombre al condominio donde vivía, me ayudaron a imaginar la importancia en la vida real, de optar y decidir, en efecto gran parte de nuestro devenir –tanto personal como de carrera- dependen de estos dos pivotes. Pues bien, este ejercicio editorial lo he mantenido hasta la fecha. Se me hizo, al decir del lic. Otto Granados Roldán, una disciplina.
Los contenidos que abordo preferentemente son de análisis político, análisis de políticas económicas, análisis de micropolíticas de Desarrollo Social, análisis de discurso, síntesis de temas de Bioética y de culturas populares o subculturas. Y, en general, un hábito profesional de análisis y síntesis temáticos y discursivos. Con lo cual, retomé de alguna manera mi juvenil gusto por el micrófono. Con cuya práctica deseo enfatizar mi personal admiración por el trabajo periodístico profesional, y sobre todo del periodismo de investigación; del que desafortunadamente carecemos en gran medida, sobre todo en medios de comunicación, locales y pequeños.
Por lo anterior, ver la animadversión de quien funge como presidente de la República hacia medios de difusión de nivel nacional, y contra periodistas de acreditada fama profesional, me suscita un llamado tanto a la objetividad como a la coherencia intelectual e ideológica. Precisamente en la cumbre del poder, se hace necesario y exigible la ecuanimidad y respeto a la divulgación de las ideas y de la información objetiva con fundamento en el acaecer real de las cosas. Falsear o distorsionar la verdad, para ajustarlas al código de intereses propios o de clase, o de grupo en el poder, es de autócratas o tiranos en demérito del bien democrático debido y consagrado a los ciudadanos.