¿Conspiranoicos o profetas bajo vigilancia?/ Sobre hombros de gigantes - LJA Aguascalientes
22/11/2024

El poder absoluto corrompe absolutamente, al grado que un grupo de “dirigentes” se sientan “dioses”, y manden a su “Pegasus” a corta las cabezas de las “hidras maléficas” que ponen en riesgo su estilo de vida. Y así, mientras a miles los vigilaban, intervenían y entraban hasta lo más recóndito de sus seres, a otros nos seguían llamando “teóricos de la conspiración”.

Foucault nos lo dijo miles de veces. El gobierno moldea las conductas y las dirige; “un hombre que es encadenado está sujeto a la fuerza, no al poder; pero si puede ser inducido a hablar, cuando su último recurso podría haber sido morderse la lengua y preferir la muerte, ha sido sometido al gobierno”.

Pero ¿por qué vigilar?, según Foucault el objetivo estratégico de la disciplina consiste en crear cuerpos moldeables, capaces de convertirse en individuos fuertes y sanos en términos productivos, pero débiles y acríticos como sujetos políticos. El cuerpo y el alma tienen que actuar idénticamente: obedecer, ser útiles y reproducirse. Para lograrlo es necesario vigilar la conducta del individuo; cuidar que no salga del cauce establecido por el sistema dominante para su funcionamiento y mantenimiento del poder. Esa vigilancia debe ser perpetua y consistente, un acoso incesante que juzgue la vida de los vigilados, y que en un momento determinado provoque la auto vigilancia por temor a ser reprimidos.

Los “dioses” del gobierno no son agentes de legalidad; son ojos abiertos sobre la sociedad para determinar y clasificar quiénes pueden acceder al estatus de personas racionales y a quienes hay que excluir y castigar. La vigilancia creará nuevas personalidades, nuevo s tipos de civilización, acordes a los fines que necesita el vigilante. La sociedad está educada para auto vigilarse, desconfiar de sí y señalar al diferente. Cuando se siente observada, se comporta como las reglas quieren que lo haga, y por ello deben sentirse eternamente bajo vigilancia.

Foucault afirmó que no existía mejor camino para la dominación política racional y total, que la presencia de un cuerpo disciplinado dispuesto a obedecer tanto en la guerra como en la producción económica, y la existencia de un alma sometida y manipulada de acuerdo con las necesidades de consenso que requiere la elite gobernante para dirigir la compleja maquinaria del poder disciplinario. Entonces ¿por qué vigilar?, para educar y volver dócil a la persona, registrarla, organizarla, controlarla y someterla.

¿Apenas nos enteramos de que nos vigilaban?, ¿sólo el gobierno anterior lo realizó? No sé si se trate de ignorancia arropada de buena voluntad; de esa ignorancia en donde se cree que se sabe, pero a final de cuentas se ignora, aunque se actúe creyendo que se hace un bien. No sé si se trate de ignorancia arropada de malicia gracias a la contradictoria frase, que constantemente se usa en la administración pública, de “fue un error involuntario” (¡¿acaso hay errores voluntarios?!). No sé si se trate de malicia disfrazada en el discurso de interpretación y arropada por el poder. No lo sé, lo único que creo saber, y aún no estoy seguro, es que esto sigue saliendo completamente de control.

Y ¿por qué difundir tanto el tema del espionaje? ¿nuevamente se quedará en una nota mediática distractora en tiempos de rebrotes pandémicos y consultas populares, o realmente se obtendrán resultados contra “los vigilantes”? 

Nuevamente Foucault nos responde que el Estado necesita difundir ese temor para dar sustento al aparato policiaco y coercitivo y garantizar la “paz social”. Es el miedo al poder, a la vigilancia, a los criminales lo que nos permite tolerar la coerción policial: “…Lo que necesitamos ahora es un mensaje claro a la gente de este país. Este mensaje debe ser leído en todos los diarios, oído en todas las radios, visto en cada televisor. Este mensaje debe resonar a través de toda la red. Quiero que este país se dé cuenta de que está parado al borde de la destrucción. Quiero que cada hombre, mujer o niño entienda cuán cerca estamos del caos. Quiero que todos recuerden por qué nos necesitan…” (Adam Sutler en V for Vendetta); “…el miedo mató lo mejor de ustedes, y en pánico se volcaron al ahora primer ministro Adam Sutler. Él les prometió orden, él les prometió paz, y todo lo que él le pidió a cambio fue su consentimiento obediente y silencioso…” (V en V for Vendetta).

Lord Acton, historiador inglés, se pronunció en 1887 en contra del dogma de la “infalibilidad pontificia”, que implicó que el Papa estaba dispensado de cometer un error cuando promulgaba o declaraba una enseñanza dogmática en temas de fe y moral bajo el rango de “solemne definición pontificia”. Acton expresó “No puedo aceptar su doctrina de que no debemos juzgar al Papa o al Rey como al resto de los hombres con la presunción favorable de que no hicieron ningún mal. Si hay alguna presunción es contra los ostentadores del poder, incrementándose a medida que lo hace el poder. La responsabilidad histórica tiene que completarse con la búsqueda de la responsabilidad legal. Todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Los grandes hombres son casi siempre hombres malos, incluso cuando ejercen influencia y no autoridad: más aún cuando sancionas la tendencia o la certeza de la corrupción con la autoridad…”.


Lo peor de todo es que si es posible, tan posible que ocurrió. Y mientras tanto, siguen afectándose a seres humanos y basta con pedir disculpas por los hechos, sin que exista una garantía real de protección a sus derechos. Un derecho sin garantía de protección no es un verdadero derecho, es una falacia enmascarada en un discurso.


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