De espionaje, consulta y pandemia/ Bravuconadas - LJA Aguascalientes
25/11/2024

No queda duda que los tiempos que recorremos en México están marcados por circunstancias peculiares y delicadas. No podemos dejar de aceptar que esta situación no es privativa de los momentos actuales. No. Esto ha sido una constante de tiempo, que, sin embargo, hoy se destacan por alguna razón y se hacen más sentidos a la percepción cotidiana de la población (debemos dejar aparte los sentires de la clase política nacional, ciertamente más habituada a estos enjuagues).

La semana que recién finalizó, estuvo marcada por una fuerte discusión en torno a esa práctica cotidiana y sistemática que en lenguaje popular se le reconoce como “espionaje”, y en una definición de la Real Academia de la Lengua, la acepción que viene al caso reza como una actividad dedicada a obtener información fraudulenta en diversos campos. Espionaje científico, industrial, militar, político, etc. Así, el presidente López, animó al titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto, a hablar acerca del software de origen israelí Pegasus, diseñado para combatir criminales y terroristas, pero también utilizado por las administraciones federales anteriores (dixit), para espiar a personajes diversos, de distintos ámbitos, específicamente los “adversarios” políticos, cuyas actividades podían incurrir en acciones de lavado de dinero u otras formas de delincuencia organizada, según los regímenes en cuestión. Y como señala el periodista Raymundo Riva Palacio en su columna de El Financiero “Juegos peligrosos”, la 4T sigue circunscribiendo su narrativa al tema de la “lucha contra la corrupción”, dejando al lado el tema de la violación a los derechos y el abuso del poder en detrimento de los mexicanos en general.

Este discurso de la UIF es utilizado, como ya habitualmente nos tiene acostumbrados, por el presidente López, para su victimización, ahora apoyado por su señora Beatriz Gutiérrez, y asumiéndose como los “maléficos” a los ojos del viejo sistema político. Aunque, en su discurso mañanero, AMLO afirma, falsamente por supuesto, “que en su gobierno no se espía a nadie”, y que ya no existen organismos como el Cisen o la “policía secreta”. El analista político Ricardo Raphael señala que la categórica afirmación del presidente del “yo no”, sólo confirma, de nuevo, su inclinación por la mentira. Al menos existen las siguientes instancias públicas y reconocidas dedicadas a la obtención de información o “inteligencia” desde el Estado, a saber: el Centro Nacional de Inteligencia, el Sistema de Inteligencia Militar, la Unidad de Inteligencia Naval, la Dirección de Inteligencia de la Guardia Nacional, la Agencia de Investigación Criminal, y, por supuesto la Unidad de Inteligencia Financiera. Esto no es extraordinario de ninguna manera, es usual entre los diferentes gobiernos de todas las latitudes. El problema en México es la ausencia clara y específica de una legislación que regule su operación y funcionamiento, ello permite que el espionaje gubernamental no tenga definidos sus límites frente a la sociedad.

¿Y la consulta? Regresemos al asunto de Pegasus y el presunto espionaje gubernamental, temas que llegan en un momento importante ante la desangelada consulta sobre el “esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados…”, mejor conocida como la “consulta sobre los expresidentes”, según la 4T. En general, a los mexicanos no les gusta eso de la vigilancia secreta, de acuerdo a una Encuesta Mundial de Valores (EMV) aplicada en 80 países, misma que señala que a los mexicanos no nos gusta ni la vigilancia ni el monitoreo del gobierno a nuestras actividades cotidianas en un porcentaje significativo, y, en el entorno de la próxima consulta, encontraremos rechazo decidido al espionaje de periodistas, académicos o actores políticos independientes del actual régimen, si ello es relacionado en la abigarrada pregunta del evento del 1 de agosto.

En este marco complicado, se están moviendo los tiempos de la consulta. Los temas sustantivos de la vida nacional se desarrollan y hacen sentir en la cotidianeidad mexicana de manera sensible. La inseguridad pública que no se contiene, los grandes espacios territoriales de la nación bajo control o amenaza permanente del crimen organizado y la incapacidad manifiesta de las fuerzas del Estado para contenerla. Los efectos de una marcada desaceleración de la economía. A nivel interno, el desempleo rampante, la falta de inversión, la inflación, el incremento sustancial de la pobreza, cada vez le dejan un menor espacio de maniobra al gobierno “transformador”. Habría que agregar la falta de experiencia, habilidades y visión de las autoridades federales para gestionar la relación económica y comercial con los socios de México en el marco del T-MEC, el malestar de los inversionistas norteamericanos y canadienses, y sus propios gobiernos, en materias laboral, energética, automotriz, entre otros. Ya no hablemos de la migración que se mueve en nuestro territorio nacional hacia el vecino del norte.

Ante todo este escenario la consulta ¿qué trascendencia tiene para mejorar “democráticamente” la vida de los mexicanos? En mi opinión, ninguna, aunque tal vez tenga un efecto distractor, pero nada más.

Finalmente, la pandemia no deja de hacerse sentir en el ánimo y la vida cotidiana de los mexicanos. Entidades como la Ciudad de México o el Estado de México, han debido regresar, en el tan platicado semáforo epidemiológico, de color amarillo a naranja. Lo que implica, en alguna medida, el regreso a condiciones de restricción en la movilidad y desarrollo de actividades económicas. Habría que agregar a esta realidad, el empecinamiento del presidente López al regreso a las clases presenciales en el sistema educativo básico del país. Las variantes del covid-19 alfa, beta, y delta, nos tienen desconcertados. Los contagios están elevándose de manera escandalosa, hasta cifras diarias superiores a los 16 mil casos, las muertes (oficiales) por lo mismo rondan las 238 mil. No olvidemos que muchos hospitales han cerrado sus áreas covid y regresado a sus condiciones prepandemia. Empieza a aparecer, otra vez, la saturación hospitalaria. La relajación social de las medidas preventivas está al tope, Realmente, los gobiernos andan a ciegas, sin estrategia, preocupados ante la eventualidad de un nuevo cierre de las actividades económicas.

Así nuestro México de espionaje, consulta y epidemia.

 


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