Nihilismo médico/ El peso de las razones - LJA Aguascalientes
18/11/2024

La medicina en cada época y lugar ha generado recelos y sospechas en nuestras sociedades. No debería sorprendernos, pues los tratamientos e intervenciones médicas premodernas representan hoy un pasado terrible en el que las y los médicos, lejos de curar a sus pacientes, muchas veces les ocasionaban daño. Esta historia se remonta a Hipócrates y alcanza, al menos, a la primera mitad del siglo diecinueve. Durante siglos, la principal terapia usada por los médicos fue la sangría (un procedimiento que consistía en extraer sangre abriendo una vena del brazo con una lanceta, o mediante el uso de ventosas o sanguijuelas), lo que debilitaba a los pacientes en el mejor de los casos; y, en el peor, los mataba. Las sangrías eran utilizadas por Galeno incluso para tratar el sangrado. Todo dependía de saber dónde y cuándo hacerlo, así como de la cantidad de sangre que se debía extraer. Además de las sangrías eran comunes las trepanaciones en el cráneo, la ingesta de mercurio, la aplicación de estiércol animal y demás remedios que hoy juzgaríamos como bárbaros. 

La medicina no se hizo menos peligrosa a lo largo de los siglos. Sus historiadores rara vez capturan sus claroscuros, pues evitan las que consideran evaluaciones anacrónicas. Pero la verdad es innegable: la práctica médica hizo mucho daño a la humanidad durante mucho tiempo. Algunos piensan que lo sigue haciendo, e incluso en mayor grado. Esta actitud de desconfianza ante la práctica médica ha sido denominada “nihilismo médico”.

Destellos de claridad ocurrieron en 1860 con el descubrimiento de la teoría germinal de las enfermedades infeccionas y en 1867 con la introducción de las técnicas antisépticas. El optimismo generalizado se produjo con una oleada de descubrimientos y aplicaciones clínicas, aproximadamente desde 1930 hasta 1980. No obstante, las críticas a la medicina actual siguen vigentes, y muchas veces proceden del interior de la comunidad médica. Se ha señalado, por ejemplo, que la mayoría de los hallazgos de investigación publicados son falsos y que muy pocos medicamentos en la actualidad son benéficos. Estas críticas han motivado posturas nihilistas con respecto a la medicina: aquellas que consideran que esta carece de valor y que suelen venir acompañadas de actitudes negativas con respecto a la investigación biomédica y práctica clínica.

En un sentido muy general, el nihilismo médico sostiene que hay algo que va mal con la medicina. Esta tesis admite grados: o que la medicina es menos benéfica de lo que se piensa, o que no es benéfica, o que es dañina. No es un mero escepticismo acerca de si la medicina es o no útil. El nihilismo médico no concluye con una duda, sino con una afirmación: la medicina carece de valor (en el mejor de los casos, del valor que algunas y algunos suelen atribuirle). Esta tesis, además, suele venir acompañada de respuestas emocionales negativas como la desilusión, la desesperación y el desaliento.

Una razón para adoptar una posición nihilista tiene que ver con la naturaleza misma de la medicina: ¿es una ciencia o es un arte?, ¿es una ciencia o es una profesión? A partir de estos cuestionamientos, podría considerarse natural el habitual retraso de la práctica con respecto a la investigación y el conocimiento médicos: no siempre es o fácil, o viable o posible traducir el conocimiento disponible en una práctica más eficaz y benéfica. También es comprensible que este retraso pueda generar sospechas y conducir al nihilismo. Roy Porter, en su extraordinaria y exhaustiva historia de la medicina, relata que estos retrasos ocuparon la mente de algunos médicos decimonónicos europeos y americanos, y los llevaron a sostener un nihilismo terapéutico 

Un nihilismo terapéutico robusto (que considera que los tratamientos médicos no sólo no son benéficos, sino que causan daño a los pacientes) suele atribuírsele a Oliver Wendell Holmes, decano de la Escuela de Medicina de Harvard en el siglo diecinueve y férreo crítico de la homeopatía, a quien Roy Porter atribuye la siguiente afirmación: “estoy firmemente convencido de que, si la totalidad de la materia médica, tal como se usa ahora, se arrojase al fondo del mar, sería lo mejor para la humanidad y lo peor para los peces”.

Con la pandemia de la covid-19, las posiciones de nihilismo médico actuales han encontrado nuevos foros y potentes altavoces. El daño que esto ha causado es difícil medirlo, pero no ha sido marginal. Urge que se divulgue con mucho mayor claridad y alcance porqué debemos depositar nuestra confianza en la medicina moderna. No es una tarea fácil, pero sí una necesaria e ineludible. Si la comunidad científica elude la responsabilidad de formar el juicio de las personas, el daño social que pueden causar posiciones y actitudes nihilistas en medicina apenas ha comenzado.

 

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