Voces de copal, aquí te hablamos del tercer álbum de María Ferrina - LJA Aguascalientes
16/11/2024

APRO/Roberto Ponce

 

Siete años invirtió la cantautora María Ferrina en su tercer álbum Voces de copal, plato láser independiente producido junto a Sergio Patiño, donde ella invita a sus hechizantes paseos nocturnos con las misteriosas leyendas y personajes jocosos de su tierra oaxaqueña.

Asimismo, celebra los 100 años del nacimiento de su paisano, el popular creador Álvaro Carrillo (1921-1969), incluyendo sus famosas “Luz de luna” y “El amuleto”. Suman 11 las piezas que trazan “una travesía musical de autodescubrimiento”, un vuelo maduro dedicado por esta mujer de niebla a su camarada antropóloga Eréndira Serrano Oswald, como María Ferrina escribe en el cuadernillo bien ilustrado de Voces de copal:

“Sister”, este trabajo no existiría sin los innumerables viajes juntas a Oaxaca, en especial a San Martín Tilcajete, con sus alebrijes. Esas aventuras, conciertos, risas, preocupaciones e historias compartidas marcaron los años en que Voces de copal comenzó a tomar vida. Gracias por ser mi “fan número uno”, por compartir tus mundos conmigo y acercarte a los míos.

Efectivamente por Serrano Oswald, “quien se hallaba realizando su doctorado en San Martín Tilcajete”, pudo conocer Ferrina la comunidad que inspiró los temas “Sueños de miel”, “La hechicera”, “Biniza”, “El kongal”, “Mujer alada”, “El tope grosero”, “Rusalka”, “Dun Dun Dun” y el que brinda título al CD.

“Fue un disco con muchos tropiezos –revela–, me costó un gran esfuerzo, fue muy complicado y tardado en grabarse, pero quería hacer uno especial donde marcara la diferencia entre una canción y otra. En el proceso se reveló mi nahual, un pelícano, mi animal protector. María y Jacobo, que se dedican a hacer alebrijes en la comunidad, con Ricardo y María Sabina Ángeles compartieron conmigo los sueños de sus corazones zapotecos y me dijeron que también el tigre está muy presente en mi signo zodiacal (yo soy Leo), en mi forma de ser, en mi cabello y ciertas características, como que me encanta la noche, veo muy bien en la oscuridad, me encanta caminar de noche en el mar, en el bosque o en el pueblo, ¡aunque me ataquen los perros allá en el Parque Nacional de Chacahua, o en Putla!”, su tierra.

 

Mil y un alebrijes


Capturan la atención las fotos de María Ferrina en la portada y el librito del disco, iluminada por tatuajes zoomorfos. Cuenta:

“En San Martín, con sus alebrijes representan la fusión de dos animales, dos nahuales, y ellos me pintaron como un búho en una mitad de la cara y un felino del lado izquierdo; ellos los hacen en madera, y a María Ángeles se le ocurrió iluminarme con un maquillaje del taller que tiene con Jacobo. Daniel Paredes, un fotógrafo maravilloso de allá, se apareció y logró unas fotos increíbles en un espacio natural, la madera arrumbada y trozos de lámina”.

Durante una visita a la Ciudad de México, tras participar con su canto en grabaciones para la Guelaguetza que este mes se celebrará en Oaxaca de manera virtual, la artista confiesa que su deseo fue lograr un álbum más contundente y percutivo, no tanto acústico como los dos anteriores, dando por resultado un producto redondo y de alta calidad estética.

También refleja su interés por la comida natural, al reproducir una frase de la doctora Leslie Korn, nutrióloga fundadora en 1975 del Centro de Medicina Tradicional en México, que dirigió por un cuarto de siglo, diciendo:

Después de dar a luz, las mujeres indígenas rurales del occidente de México entierran tradicionalmente el cordón umbilical bajo un árbol. Este ritual simboliza el plantar raíces en la tierra para su hijo y en la comunidad, y de esta manera reafirmar las conexiones culturales del niño. Ese vínculo hereditario entre la gente y la tierra manifiesta la esencia de la cultura humana.

De hecho, la pieza “Dun Dun Dun (Canción de cuna para Samuel)” ejemplifica la magia que emana de su grabación. Rememora María Ferrina:

“En las montañas y valles de Oaxaca, la primera noche del nacimiento de un niño se riega cal o ceniza alrededor del jacal o se hace un gran círculo en un cruce de caminos. Ahí, en el centro, se coloca al recién nacido y se espera. Los primeros animales que se acerquen y dejen sus huellas sobre el círculo serán sus nahuales protectores. Ellos lo guiarán, confortarán y protegerán durante su vida”.

Los chamanes se ponen en trance para llamar a su nahual “que les aconseja cómo ayudar a las personas que reúnen a ellos”. Los invocan para que se hagan presentes, ya sea con una pequeña ceremonia o ritual, o bien meditando sobre ellos.

“El inolvidable artista plástico Juan Alcázar me dijo que había que ir a la ceiba (su esposa, la pintora Justina Fuentes, ya le había ido con el chisme de mi canción para su primer nieto). ‘¿Por qué, maestro?’ –indagué–. ‘¿Porque de ahí siempre bajan los nahuales?’. ¿‘Por qué de la ceiba?’ –insistí.

“–Por ser el árbol sagrado”.

Cuando todo calla, cuando duerme el día/ en la vieja playa se oyen melodías/ que a la luna llena los duendes del bosque,/ ninfas y sirenas, sílfides del aire y las hadas buenas/ con gracia y donaire salen a bailar… 

La onírica “Sueños de miel” convoca a la diosa Mayahuel y su rito generador del mezcal. “La hechicera” recoge el encanto de La Bandolera, La Matlacíhuatl o La Cosa Mala, a la par de los señores Huachipili y Huapinole del poema “La novia de la Mixteca”, de Crescencio Cruz (“inspirado en las creencias del Pochtlán prehispánico para cantarle a Putla, Villa de Guerrero”).

“Biniza” vibra nostálgica con aire femenino, remitiendo al oleaje de Puerto Escondido, además de que así se autodenominan las personas zapotecas (ninni, gente; zá, nube: gente que proviene de las nubes). El corte “Voces de copal” nació por el poema homónimo del artista gráfico Óscar Vázquez Alanís, con nombres propios de una estirpe teñida de realismo mágico y shinalasn (“arte del pueblo”). Sobre “Mujer alada”, explica:

“La hice por 2003 cuando regresé de cantar con las mamás en el Zócalo contra los asesinatos a sus hijas en Ciudad Juárez, y quería componer una canción de amor; pero vi que pasaban por televisión el bombardeo a Bagdad de George Bush hijo, y parecía que los noticiarios sólo promocionaban el potencial del armamento de los invasores estadunidenses. Al otro día ya salieron en las revistas los muertos y desaparecidos, el horror del bombardeo.”

Con sorprendente orquestación, la fantasmagórica “Rusalka” canta a la ninfa del agua, la nereida y al demonio que vive en ríos y lagos de Rusia y Ucrania, correspondiendo a la Ix-Bolón chontal, la Nix griega o la Banshee irlandesa. La diosa figura en obras de los escritores rusos ­Pushkin y Gogol, así como en la ópera Rusalka (1900) de Antonín Dvorák y libreto en checo de Karel Kovarovic.

Dos piezas divertidas del álbum: “El kongal” y “El tope grosero”, espejos de verdaderas experiencias de la compositora oaxaqueña, quien escribe canciones desde los 15 años. La guitarra y voz de María Ferrina van acompañadas de buena parte del equipo con el que grabó su anterior CD, Cuentos del nuevo mundo: Alberto Yagalee Alvarado (guitarra líder), Izakum Vázquez (percusiones), Pedro Dávila (bajo), Israel Torres (violín), Anayenci Martínez y Eduardo Arreola, más músicos invitados.

Hace dos años, el CD Voces de copal ya estaba listo cuando presentó ¡Ora, tristes!, disco fruto de su investigación de campo en torno a los sones de carnaval en su Putla natal y grabado en vivo en el teatro Macedonio Alcalá.

“Por la pandemia –cierra la creadora de “Eres mujer”, premio Festival Instituto de las Mujeres 2003–, sólo difundo ambos álbumes en plataformas digitales, algo terrible ,pues yo que soy un espíritu muy libre, y para mí cantar es montarme en el viento, expresar mi libertad, dejar que hable mi alma”.


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