“Instrucciones para la catástrofe es un libro que se desdobla como un manual de fracasos eróticos, sentimentales, teológicos y sociales.” Eso nos dice el escritor Adán Medellín del más reciente libro de cuentos del escritor mexicano Guillermo Fajardo (Acapulco, 1989) publicado por Ediciones Periféricas, editorial independiente mexicana. Y efectivamente lo que nos encontramos en el libro del autor es un libro que se desdobla, que se transforma en un objeto literario de múltiples niveles narrativos y múltiples interpretaciones simbólicas.
Los ocho cuentos incluidos en Instrucciones para la catástrofe navegan entre diferentes realidades y constructos simbólicos sociales. Por ejemplo, en el cuento que abre el libro titulado Un hombre se lava las manos, podemos encontrarnos con los recuerdos de un grupo de amigos, que el protagonista nos trae hasta nosotros, para contarnos un descubrimiento imprevisto, realizado por uno de sus miembros. Un grupo de amigos que pueden ser confundidos como una parvada de jóvenes bohemios o como un grupo de inexpertos conspiradores. En este ambiente ambiguo, es el que uno de ellos se encuentra por equivocación con un archivo guardado en las profundidades de los archivos del Vaticano, que da cuenta del final del prefecto de la provincia de Judea, Poncio Pilato.
El retrato que se hace en este archivo oscuro nos da cuenta del arrepentimiento del funcionario romano por llevar a la muerte a un “judío insumiso.” Por supuesto se habla de la locura y de la conversión de Poncio Pilato. Sin embargo, lo más estremecedor de este relato, es que al traer a la luz la venganza divina que se ejecutó sobre este funcionario, esta venganza se extenderá ante los lectores inocentes de este manuscrito oculto.
Este es uno de los elementos más interesantes que podemos ver en varios de los cuentos de Fajardo: El diálogo entre las fuentes bíblicas, entre el amplio y poderoso universo de los simbólico con la cotidianidad y con una violencia que se esconde tras bambalinas. Aquí debo traer a colación el cuento de Judith, que pone en consideración un juego intertextual entre la historia bíblica de Judith y el general asirio Holofernes. Este cuento, en donde la voz narrativa es el cuadro de Caravaggio, que toma como elemento central la decapitación del invasor, del enemigo, también pone en discusión los elementos de la violencia de género al interior de una pareja contemporánea. Es decir, el arte, la pintura y la literatura aquí sirve para hacernos reflexionar sobre las formas ocultas en las que se desarrolla la violencia entre dos personas que dicen amarse.
Conversamos con Guillermo Fajardo, quien es maestro en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Wisconsin-Madison y candidato a doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Minnesota Twin Cities. Es autor de cuatro novelas y en 2016 ganó el segundo lugar en el concurso anual convocado por Editorial de Otro Tipo con su novela Los discursos presidenciales. Es colaborador de medios como el Excélsior y el medio digital Suplemento de Libros.
Javier Moro Hernández (JMH): Quería preguntarte si los cuentos que componen Instrucciones para la catástrofe surgieron como un libro en específico, o fueron cuentos que fuiste trabajando a lo largo del tiempo
Guillermo Fajardo (GF): Empecé escribiendo solo novelas, así que creo que el primer cuento que escribo lo hago muchos años después de cuando ya había publicado mi primera novela. Tengo una carrera menos dilatada como cuentista que como novelista. Y este libro, Instrucciones para la catástrofe es un libro muy fragmentado, es decir, los cuentos han ido surgiendo a lo largo del tiempo, y de ninguna forma se trata de un libro unitario, porque no me parece que domine ningún tema, sino que hay una multiplicidad de intereses y de temas esparcidos a lo largo del libro. Desde temas que abordan de una manera un tanto soslayada la religión, temas de violencia, de hambruna. Creo que el libro goza de una fragmentación interesante.
JMH: Es un libro que está cruzado por distintas líneas narrativas. Está el tema de la violencia, que es un tema que podemos encontrar en varios cuentos, pero es una violencia soterrada, que se desdobla y que nos deja ver ciertos intersticios de la realidad.
GF: Creo que es una violencia invisible, soterrada como dices, y yo creo que ese tema de la violencia que se encuentra a lo largo del libro no es intencional, pero aquí por supuesto hay varias influencias que se despliegan a lo largo del libro. Por ejemplo, mi tema de estudio en el doctorado es el de la violencia, estoy analizando representaciones de la violencia en la literatura mexicana. Creo que buena parte de la explicación de por qué la violencia está presente en el libro tiene mucho que ver con lo que yo mismo estoy estudiando desde el lado de la academia o de la crítica literaria. En ciertos cuentos, por ejemplo, en el de Un hombre se lava las manos, esta violencia no es explícita o carnal, no es una violencia gore, es más bien una violencia que viene de la ira de Dios, y que se presenta en formas cómicas, de hecho. Es una violencia que resuena en distintos grados, y no siempre es una violencia gore. Pero en general es un tema que se presenta en distintos grados, en distintas tonalidades.
JMH: Un hombre se lava las manos, retoma la idea del Dios cristiano como un dios de amor, en contraposición del Dios del antiguo testamento, que es un Dios furioso, un dios violento. Este cuento nos habla de la venganza divina, que se presenta a través de la obsesión.
GF: Me parece que ese tema de la religión en la literatura mexicana no ha sido un tema muy tratado, es un tema que no se toca de manera explícita. Entonces me interesaba escribir ficción en torno a ese tipo de situaciones. Otros cuentos sobre el mismo tema es el de “Judith” que también retoma un tema religioso y bíblico. Pero el cuento de Un hombre se lava las manos explora precisamente el tema de la venganza, pero es una venganza que no parece directa, no hay una violencia explícita y directa, es una venganza que parece repetida, y entonces lo que vemos es este tema de una violencia invisible, subterránea, que es la violencia de Dios, y de la obsesión del personaje por tratar de entender esta venganza divina.
JMH: La sociedad mexicana es una sociedad con un peso simbólico muy importante de la religión. Pero el abordaje de la religión se detiene en algunos momentos de la religión. En tus cuentos estos personajes bíblicos que retomas están llenos de simbolismos y matices y lo abordas desde una cotidianidad.
GF: Justo ahora que mencionas el tema de imbricación de la violencia y de la cotidianidad, en esos dos cuentos están puestos en juego estos dos elementos, es decir, si la religión es una cosa de todos los días, no deberías ser algo trascendente, en el sentido de tener apariciones o milagros todos los días, tendría que ser al contrario, efectivamente está presente en el internet en el cuento de Un hombre se lava las manos, o en el hecho de que Judith se vengue de los malos tratos de su pareja, y que también parece un cuento muy cotidiano, entrelazado efectivamente con lo trascendente, que proviene precisamente de todas estas creencias religiosas milenarias, pero que sin duda están presentes en el día a día. Y en un país tan católico como México, en el que fuimos educados una gran mayoría, y por lo tanto me parece extraño que la literatura mexicana, los escritores mexicanos no estén avecindados en ese territorio de la religión, y de cómo la religión nos afecta día a día. Para mí la pregunta sería como un acto tan cotidiano, tan común, como es lavarse las manos, cómo es afectado por los simbolismos, y justo ese acto representa que alguien más decida, que a él no le interesa, las decisiones que se tienen que tomar. Y si partimos de ese dicho o de ese acto a nuestro presente, podríamos encontrar bastantes hechos cotidianos, en donde una persona efectivamente decide lavarse las manos por cualquier cosa, desde políticos hasta amigos o personas que nosotros conozcamos.
JMH: Hay muchas imágenes, muchos símbolos a lo largo del libro, que me hicieron pensar en qué además tu libro entabla un diálogo con la literatura mexicana, diálogos con una literatura que hacen referencia al campo, al extrarradio de las ciudades, a la religiosidad.
GF: La respuesta corta sería, sí, pero cuando uno está escribiendo o creando algo, inevitablemente se van a colar ciertas imágenes, o estilos o palabras de todos los autores que hemos leído y que admiramos en secreto. Eso no necesariamente significa que no esté al pendiente de la labor creativa de esos autores cuando uno está escribiendo. Pero me viene a la mente por ejemplo Rulfo, Revueltas, Inés Arredondo, Amparo Dávila, y son autores que estuvieron presentes en mis lecturas conforme estaba haciendo y escribiendo este libro. Por supuesto, depende del lector encontrar ciertas atmósferas que le puedan recordar a alguno de estos autores, pero sí creo que hay un diálogo interior con respecto a estos autores.
JMH: También quería hablar de los escenarios de tus cuentos, que son escenarios muy disímbolos, como el extrarradio de la Cd. de México, pero también hay cuentos en donde el escenario es un pueblo mormón en Estados Unidos, hay una búsqueda por ampliar los escenarios de las narraciones.
GF: Los espacios dentro del libro parecen proyectarse fuera de la Ciudad de México, son muy pocos los que tienen como escenario principal a la ciudad, pero lo que tienen en común estos espacios, ya sea en el campo o en las montañas, o que suceden en una sola habitación, como en el caso de Judith, todos estos espacios tienen en común que son cárceles para todos los personajes, son prisiones, son espacios asfixiantes, para cada uno de los protagonistas de estos cuentos. Esto si fue una intención deliberada. Entonces, por ejemplo, el personaje de Poncio Pilato, que a pesar de que se mueve aparentemente por Roma, en realidad está en una cárcel, que es la cárcel de la venganza de Dios. En este cuento que sucede en una comunidad mormona que mencionas, fue un cuento concebido como una especie de purgatorio, como un pueblo mormón sin nombre, en donde suceden cosas muy extrañas. Es un espacio irreal, de cierta forma. En el cuento de Las Montañas llegó a describir el pueblo como empotrado en unas montañas casi inaccesibles, me parece que si hay un hilo conductor en la construcción del espacio en el libro, que sea una cárcel para los personajes.
JMH: Son cuentos centrados en los personajes, son microcosmos en donde podemos observar lo que les está sucediendo.
GF: Son cuentos que están haciendo un análisis muy minucioso acerca de las acciones, de las emociones, los pensamientos, del futuro y del pasado, de cada uno de estos protagonistas. No sé cuál sea el cuento más introspectivo en ese sentido, pero sí me parece que esa cualidad se repite a lo largo del libro. Entonces tenemos qué junto a los espacios, que son cerrados, cárceles, también tenemos a personajes cárceles, personajes que están envueltos en una especie de catástrofe o de tragedia, que el lector tiene que ir viendo poco a poco.
JMH: El cuento de Las cosas, que sucede en esta comunidad mormona, es un cuento que se sale del tono realista del libro, hay un desdoblamiento en el tiempo, pero también el protagonista está atrapado en el tiempo, como en una cinta de Moebius.
GF: Es justo el tema de la cinta de Moebius, son cuentos que están estructurados alrededor de una especie de bucle, de algo que se va enredando consigo mismo y que regresa al mismo lugar, sobre todo si un hombre se lava las manos, que es la continuación de una especie de tradición de dios, de vengarse de aquellos que han descubierto su secreto, y Las Cosas también tiene esa cualidad de circularidad, de algo que regresa una y otra vez, porque efectivamente el cuento puede dar la impresión de que no tiene final, te regresa de cierta forma al principio.