Un nuevo libro para repensar el presente - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Carlos Reyes Sahagún, La resistencia social a la modernización. El caso de la administración del gobernador del estado de Aguascalientes, ingeniero Luis Ortega Douglas 1956-1962

 

El texto de Carlos Reyes Sahagún aborda el desempeño de un gobernante de Aguascalientes, y los problemas que enfrentó con una parte de la sociedad para ejercer su papel como jefe político. Carlos estudió a Luis Ortega Douglas por primera vez, y secundó varios trabajos previos como el de Alberto Vital que trabajó la biografía de Enrique Olivares Santana (2006); dos textos de Andrés Reyes Rodríguez que interpretó el desempeño gubernamental de Edmundo Games y Rafael Arellano Valle (2013); el análisis secuencial de varios gobernantes por Fernando Salmerón en Intermediarios del progreso (1998), y la narrativa sobre la sucesión de gobernadores en Los que fueron (s/f) de Agustín Morales Padilla. El estudio sobre Ortega confirmó que modernizar es camino fértil para el conflicto. El de Luis Ortega se originó por reformar patrones de comportamiento antes rutinarios, en este caso por llevar a cabo nuevos procedimientos administrativos, por enfrentar patrones ideológicos, y por revelar que la condición humana teme a las novedades y cambios no esperados. Un temor que suele convertirse en resistencia.

Luis Ortega se convirtió en gobernador, luego de ser presidente municipal. No tuvo fama nacional como la de Gonzálo N Santos; tampoco le quedó el traje de cacique como Saturnino Cedillo o Maximiliano Ávila Camacho. Fue simplemente una autoridad local apadrinada centralmente por Nazario Ortiz Garza, y con amplio margen de discrecionalidad. Un egresado de ingeniería en la UNAM que seguramente le permitió formar una idea de la vida con tinte liberal. El primer día como titular del Ejecutivo dio inicio a la remodelación del Palacio de Gobierno, el de la Estación central de policía, y puso en marcha el primer controlador de agua de la ciudad. También abanderó la cimentación de la oficina de Correos y telégrafos, el inicio de la escuela Rivero y Gutiérrez, y la colocación de la primera piedra de la avenida circunvalación. Los mismo hizo con el inicio de las carreteras a Jesús María y en el municipio de Pabellón de Arteaga y, más adelante, encabezó los primeros trabajos del eje urbano de Oriente Poniente. Ortega Douglas pensó desde el primer día que para desarrollar la economía local era necesario planear el desempeño gubernamental, invertir en obra pública, y generar más ingresos por la vía de los impuestos locales. Esto no le gustó al Director del Sol del Centro, uno de los periódicos más influyentes de los años cincuenta y sesenta. Tampoco le agradó a Roberto Díaz, líder de la Federación de Trabajadores de Aguascalientes (FTA) y diputado local. Mucho menos le simpatizó esta forma de ejercer el poder a grandes propietarios de terrenos urbanos. Este libro narra cómo el gobernador superó estas resistencias y dio ejemplo de cómo establecer equilibrios políticos a partir de problemas relativamente normales.

La publicación del libro aparece en un escenario poco propicio para el análisis del poder. Un contexto en el que la política y los políticos no gozan de buena salud. Es por eso que publicar La resistencia social a la modernización, título general del texto, significó varias cosas. Es un acto de congruencia universitaria porque Carlos apeló al pensamiento conceptual para explicar la realidad, pero también fue un acto de valentía porque reivindicó el lado luminoso de la Ciencia Política para entender y comprender las razones de Luis Ortega como gobernador. El investigador universitario, supo desde un principio que los detentadores del poder se han ganado a pulso el desprestigio, y que los políticos son iguales en todas partes porque prometen construir puentes incluso donde no hay ríos (Nikita Krushev). Reconstruyó la memoria de un gobierno local, y ayudó a forjar criterio sobre lo que pasó, lo que cambió y lo que permanece hoy en día en este campo. Estudió la política de los años sesenta y dialogó con ella, como si fuera hoy.

Con esta dinámica, Carlos Reyes confirmó la afición que tiene por la crónica, además se apoyó en la teoría social. Enfrentó el recelo de quienes no creen en la historia del presente, y retó a los sociólogos y politólogos que solo entendían la realidad desde las coyunturas. Hizo historia política o política con visión histórica, describió y analizó el conflicto entre Luis Ortega y algunos grupos sociales por cambios propuestos en la planeación y ejecución de políticas públicas, puso en claro las diferencias personales del momento y, muy especialmente, y dio énfasis a los efectos de una política de modernización. La pugna entre Ortega y sus adversarios, reveló visiones del mundo encontradas, y algunos afanes para dar un lugar a la participación social. Finalmente descubrió la confección de un intento modernizador que nunca tuvo planes de construir ciudadanía. De esta forma, concluyó que la propuesta modernizadora se fraguó de arriba hacia abajo, y que ésta se activó en un contexto de prosperidad económica nacional asociada con El Milagro mexicano, una modernización expresada en nuevos patrones políticos y también culturales. En esas circunstancias narra la pugna entre el gobernador y Roberto Díaz, entre el gobernador y la prensa, y de este con una parte de la clase media que se sentía incómoda por las fórmulas autoritarias del momento. El libro expone los detalles de una resistencia pluriclasista y revela las diferencias que movilizaron ciudadanos que nunca llegaron al extremo del comportamiento antisistema. De hecho, una de las conclusiones de Carlos asevera que el conflicto fue más un eco de la prensa, que de la realidad.

La modernización fraguada desde arriba, evidenció que el alza de los impuestos siempre genera inquietud social; reveló el papel vital del centralismo y del presidencialismo; dejó en claro que en este tipo de conflictos suele aparecer el rechazo a los políticos foráneos. La modernización promovida desde arriba se enfrentó a una religiosidad que aún guardaba un recelo activo con el gobierno de la revolución; una identidad que rechazó la movilización ciudadana sobre todo cuando ésta tenía aroma comunista. En ese escenario, es todo un deleite leer el ejercicio modernizador en el ámbito de la cultura. En este punto Carlos analizó el momento en que, por instrucciones del gobernador, el Palacio de Gobierno se convirtió en una galería con pinturas murales elaboradas por Osvaldo Barra Cunningham, una decisión que alteró la moral de la época y desnudó tensiones muy serias entre la decencia católica y la secular.

En suma, si bien el conflicto con el gobernador Luis Ortega no fue de tan grandes dimensiones, en cambio dejó en claro que había, en esas fechas, una reconfiguración entre el poder y la sociedad, una pugna en la que los obreros se unieron con la clase media para construir un rol activo que finalmente no prosperó. El final era previsible. El autoritarismo del régimen, como sabemos, nunca permitió iniciativas fuera de las instituciones que estaban bajo su control. Así las cosas, se adivina como cierto, que la política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir (Jacques Benigne Bossueel) En este punto es inevitable una pregunta: ¿los gobernadores de hoy son diferentes a los de ayer? Me parece que los cambios existen, pero son menores. Si esto es así ¿es posible que sigamos teniendo más de lo mismo? En esa conclusión queda pendiente y a la espera de que los lectores del libro tengan su propia conclusión. Tampoco hay duda de que leer esta propuesta bibliográfica ayudará a superar el reino de la opinión desatada, banal y anárquica que suele estar acompañada del yo creo. Algunas precisiones finales. El libro aborda el periodo gubernamental de un gobernante, pero no solo eso. Es también el reflejo de un contexto social y de un proceso que construye instituciones; es una historia ubicada a finales de los cincuenta y principios de los sesenta en Aguascalientes, pero además de hablar de un gobierno del pasado reciente, sin proponérselo dialoga con los gobernantes de hoy, y también con los que buscan estar en esa condición en nuestros días. El libro ratifica que la Historia es maestra de la política (Arnaldo Córdova), y nos recuerda que estudiar sin pensar es inútil, y que pensar sin estudiar es peligroso (Confucio). El libro honra a la Universidad Autónoma de Aguascalientes por el aporte editorial a que nos tiene acostumbrados; y sugiere la necesidad de invertir pensamiento para tener mayor claridad sobre el momento político actual.



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