¿Cuántos árboles hay en la ciudad?, ¿cuánta vegetación arbórea se gana o se pierde anualmente en una urbe?, y ¿qué alternativas existen para incrementar la presencia del arbolado urbano? Estas tres preguntas aparecieron recientemente en una conversación que tuve con un amigo durante nuestra visita a un evento de arte urbano llevado a cabo en la ciudad de Aguascalientes. Fui sincero en mis respuestas. Sobre las dos primeras le hice saber mi desconocimiento. Incluso, supuse que las autoridades municipales o estales de la ciudad de Aguascalientes, donde ambos vivimos, no cuentan con esa información. Desconozco si alguna ciudad en el país tiene tales mediciones. Sobre la tercera pregunta tengo una idea que me gustaría compartir en esta entrega.
Actualmente, la vegetación arbórea ha adquirido tal importancia que va más allá de sus fines estéticos, al grado de ser definida como una parte esencial de la infraestructura de las ciudades. Los árboles ubicados al interior de una ciudad han sido definidos como parte central de la ‘infraestructura verde’ (green infrastructure). La Organización de Naciones Unidas (ONU, 2019) ha hecho un llamado al incremento de la presencia de arbolado urbano, pues contribuye a la reducción de la temperatura promedio, la disminución de la contaminación atmosférica, la absorción de carbono, la reducción de consumo energético, el bloqueo de la radiación solar y la disminución de la evaporación del agua. Estudios recientes indican que la presencia de este tipo de vegetación está vinculada con efectos positivos sobre las condiciones sicológicas y la reducción de obesidad y problemas cardiovasculares de los individuos (Mitsugi, 2018). Estimaciones de la Organización Mundial de la Salud indican que se requieren por lo menos 3 árboles por habitante, un dato que puede servirnos para mirar nuestras calles y darnos una idea de que tan cerca o alejados estamos de tener una ciudad verde.
A pesar de los anteriores beneficios se desconoce la cantidad de árboles que se pierden anualmente dentro de la estructura urbana. Personalmente considero que existen dos prácticas cotidianas que contribuyen a la pérdida de vegetación urbana. Por un lado, las obras gubernamentales que conllevan la remoción de vegetación. Estas acciones generalmente son las que reciben mayor atención de la opinión pública y llegan a movilizar a organizaciones civiles. Por otro lado, están las prácticas de destrucción de vegetación que llevan a cabo individuos y/o empresas. Regularmente, estas últimas prácticas no son consideradas relevantes para la opinión pública por dos razones: 1) se trata de “micro” acciones en términos de la escala urbana y 2) en ocasiones caen en el ámbito del derecho a la propiedad privada. En ninguno de los dos tipos de prácticas señaladas previamente es posible definir la dimensión de la pérdida de vegetación al no existir información pública que permita evaluarlas.
Recientemente, se ha abierto la posibilidad de utilizar las tecnologías 4.0 como una herramienta para estimar la tasa de vegetación arbórea que existe en las ciudades. El proyecto “Treepedia” (http://senseable.mit.edu/treepedia) desarrollado por el Senseable City Lab es un ejemplo de ello. Se trata de una iniciativa impulsada por el MIT (Massachusetts Institute of Technology) y el Foro Económico Mundial. En este proyecto se ha comenzado a emplear herramientas de Machine Learning para analizar las fotografías que están disponibles en Google Street View y a partir de ellas elaborar índices de vegetación arbórea (Green View Index) de distintas ciudades alrededor del mundo. El proyecto tiene como esencia un algoritmo de aprendizaje automatizado con el cual la computadora identifica y localiza por sí misma la vegetación registrada a través de los millones de fotografías que conforman la herramienta de Street View del Google Maps.
Hasta ahora 30 urbes de alrededor del mundo ya han elaborado un mapeo y estimado la tasa de cobertura de vegetación arbórea de cada una de sus calles a través del proyecto Treepedia. Entre esas ciudades se encuentran Sao Paulo (Brasil) y Buenos Aires (Argentina), cuya participación en el ranking de “verdor urbano” no es tan destacada como las ciudades de Tampa (Florida), Singapur y Montreal (Canadá) que ocupan las primeras posiciones. Un aspecto interesante de esta herramienta es que permite conocer cambios en el índice a través del tiempo y que el código de computación para su elaboración está disponible para el uso público, abriendo la posibilidad de replicarse en otras ciudades.
Conocer la localización y la cantidad de masa vegetativa es el insumo básico para definir estrategias de reforestación al interior de las ciudades. Partir de este punto permite no solo definir sitios de atención prioritaria, aquellos que están siendo afectados por olas de calor o tienen condiciones sociales de alta vulnerabilidad, sino evaluar los resultados de las acciones emprendidas en un mediano y largo plazo. Adicionalmente, conocer esa información permite hacer un uso eficiente de los recursos, que generalmente son escasos para este tipo de proyectos. Por supuesto este tipo de acciones deberían de estar acompañadas de una legislación que establezca sanciones claras sobre la destrucción de la infraestructura verde de las ciudades. Sin duda, para lograr lo anterior es necesario un importante esfuerzo social y gubernamental.
La última pregunta de mi amigo sobre el tema fue ¿por qué nadie está interesado en hacer algo al respecto? Personalmente, considero que para las instituciones gubernamentales y la sociedad en general es más cómodo no darnos cuenta de la destrucción que todos los días llevamos a cabo de nuestro entorno ambiental. Sin embargo, es necesario tomar conciencia y dimensionar el problema para buscar soluciones que nos permitan construir mejores espacios urbanos. Los avances tecnológicos de cuarta generación que estamos viviendo son una alternativa abierta para avanzar en ese sentido. Finalmente, es importante señalar que las anteriores reflexiones no tienen el objetivo de adoptar una posición conservacionista radical, sino arrojar luz sobre la importancia que tiene lograr una ciudad ambientalmente inteligente y la responsabilidad que tenemos todos los ciudadanos para lograrlo.
Referencias
Mitsugi, H. (2018), “Ciudades con árboles, ciudades saludables (y felices)”. El País, 20 de marzo de 2018. https://bit.ly/3cVQKcB
ONU (Organización de las Naciones Unidas) (2019), “Grandes beneficios de los árboles urbanos”, ONU hábitat, por un mejor futuro urbano, https://bit.ly/3vPtBPO, Ultima fecha de consulta: 18 de junio del 2021.