La arquitectura pública es de todos, por pública también es democrática, así que esta tiene que reflejar la idealización de los valores de la sociedad que la construye. La arquitectura construye la identidad, está en un diálogo activo con la historia de la ciudad, parte de una actitud ante esta. De entrada, esto debería de suponer una alternativa para hacer arquitectura de calidad, o al menos libre de las limitantes que tiene la obra privada. Esto no implica olvidar los factores económicos, pero si estar libre de los perseguidos márgenes de utilidad que están tan presentes en la iniciativa privada.
¿Entonces por qué la arquitectura pública no es de mejor calidad a la privada? Tan solo veamos el caso del Centro de Atención Municipal, que al ser una obra nueva del ayuntamiento de Aguascalientes no esperaríamos que tuviera la apariencia y el carácter de una plazita o strip mall, claro detrás de una plancha de concreto para estacionamientos, sin embargo, eso es (y aparte de los peorcitos).
Verdadera tragedia es el caso del Mercado Terán, que por su reciente remodelación y según algunos memes, se podría considerar un edificio metafachadista, ósea fachada sobre fachada sobra fachada. Los elegantes arcos de su primera fachada moderna y pura no tardaron en disimularse con relieves de cantera tras una intervención desatinada, debilitando la expresividad y propuesta del edificio. Peor fue que luego se taparon con una estructura metálica y de alucobond esos elegantes arcos. El resultado es un edificio falso, maquillado y sin cuidados ¿Quién dijo que así teníamos que dialogar con nuestro pasado? ¿No podemos respetar la historia de la ciudad? ¿Qué nos dice de nosotros mismos?
Por su parte, el gobierno del estado como consecuencia de sus políticas desatinadas de obra pública ignora todo patrimonio paisajístico que pueda quedar en las calles y avenidas de la ciudad (que a fin de cuentas son espacios públicos), destruyendo las visuales, simetrías y favoreciendo la contaminación y ruido constante en estos espacios de la mano del automóvil.
Y peor aún el proyecto de “recuperación” de Tres Centurias, aunque cuya destrucción es trabajo ya de varias administraciones. El espacio público y de mayor peso histórico de la ciudad se está convirtiendo en un sitio de consumo (y por lo tanto también en plancha de estacionamiento). Insisto, que estemos permitiendo que esto suceda, que se privatice y juegue con nuestra historia como ciudad ¿Qué es lo que va a decir de nosotros como sociedad?
Quizá lo más preocupante sea la falta de contrapesos ciudadanos, no hay pluralidad. Colegios como el de arquitectos, no tienen compromiso con la calidad de la arquitectura, mucho menos con la sociedad. Sino explíquenme, ¿Qué anda haciendo el presidente de dicho colegio como portavoz de la secretaría de Obras Públicas, compartiendo detalles de las obras de infraestructura en medios? ¿Acaso no se puede hacer la misma secretaría de Obras Públicas responsable de sus proyectos? Si el colegio tuviera el interés (y responsabilidad) de hacer ciudad y arquitectura, pero sobre todo mejorar la calidad de vida de las personas a través de la arquitectura ¿Por qué se oponen a medidas como las fotomultas a pesar de la crisis de seguridad vial exacerbada por la obra pública que defienden a capa y espada?
Hay otros caminos, esto no fue siempre así, podemos encontrar vestigios. En mi caso en Guadalajara, encuentro memorias de otros tiempos no tan lejanos, donde la arquitectura pública tenia gran calidad y propuesta, se valoraba realmente lo colectivo. Por ejemplo, en la obra de Fernando González Gortazar: recuerdo desde niño y sin conciencia del valor de la arquitectura, disfrutaba el patrimonio al usar como resbaladilla en La gran puerta, en la entrada del parque amarillo, misma que hoy valoro por su propuesta plástica y paisajística. Por otra parte, otras de sus obras como las pistolas en el parque González Gallo o la estación Juárez del tren ligero al habitarlas se vive una verdadera apreciación y cuidado por lo público, lo que es de todos.
El pueblo (que somos todos) merece lo mejor, especialmente en una democracia. La arquitectura tiene que dignificar a las personas y en las obras públicas no hay ni habrá excusa alguna para ignorarlo. Se tiene que hacer un esfuerzo constante por ofrecer amplios valores culturales en las propuestas, ser capaces de generar sentido. Como sociedad necesitamos con urgencia recuperar el interés en el tema, con diálogos objetivos y plurales. Mientras que no lo hagamos, nuestro patrimonio e historia seguirá siendo destruida y nuestra identidad irá de la mano.
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