Desde hace un par de años, entró en vigor el Reglamento de Protección al Medio Ambiente y Manejo de Áreas Verdes del Municipio de Aguascalientes (Reglamento), su objeto, el regular la preservación y restauración del equilibrio ecológico y la protección al medio ambiente, pero su otro objeto, lo fue el sensibilizar sobre la prohibición a aquellas personas que contaran (o cuenten) con algún comercio o presten un servicio de entregar bolsas o popotes de plástico, envases de poliestireno expandido (unicel) y recipientes de un solo uso.
De acuerdo a las cifras obtenidas en el Boletín no. 1148, fechado el veintitrés de enero de dos mil diecinueve, se ingresaba diariamente al Relleno Sanitario de San Nicolás un aproximado de 650 toneladas, es decir, por cada habitante en el Municipio capital, se generaba alrededor de 780 gramos por día de basura, que desde luego, incluía empaques o utensilios contaminantes, y que para los fines del Reglamento, son los que -aparentemente- se han dejado de entregar en algunos comercios y establecimientos.
En efecto el Reglamento ha sido muy claro con respecto al tema de las sanciones, pues hasta ahora la sanción para quien proporcione bolsas de plástico para carga, envoltura, empaque o entregue popotes de plástico o utensilios de plástico o de poliestireno expandido, es de una multa de cien a mil UMAS, considerando que el valor de la UMA en la actualidad es de 89.62 pesos diarios, equivaldría a la cantidad de 8,962 pesos, si fuera la mínima o de 89,620 pesos, en el caso de la máxima.
Todo pareciera perfecto en el Reglamento, objetivos, conductas y sanciones ejemplares, salvo por la exclusión de sanción que el propio Reglamento prevé, al señalar que no dará lugar a las sanciones cuando las bolsas de plástico, popotes o utensilios, sean fabricados con materiales que permitan su reutilización o pronta y efectiva biodegradación (sic), los cuales si bien no contaminan –a decir de los expertos ambientalistas– depende también de dónde acaben y tarden en descomponerse.
Empero, algo similar sucedería con los cubrebocas que se han convertido en artículos de primera necesidad y en una de las principales armas para disminuir el covid-19 además de situarse como una de las principales recomendaciones de la Secretaría de Salud Federal (Secretaría de Salud), pues ya que, a decir de ésta dependencia, independientemente del estado de vacunación de las personas, es necesario que se continúe usando el cubrebocas.
Sin embargo, la otrora preocupación, ya no es la falta de uso de los cubrebocas, sino la gran cantidad de cubrebocas tirados en la calle y que se unen a las interminables bolsas, popotes o utensilios de poliestireno, que se recogen a diario, que sean biodegradables o no, siguen generando un problema de contaminación.
La realidad, es que para la mayoría de las personas representa un problema el generar conciencia sobre el uso desmedido de los cubrebocas, pues no se cuenta con una cultura (social) o tal vez normas de conducta que eviten el estar arrojando a la calle o espacios públicos (parques, jardines, etc.,) los cubrebocas que ya no ocupan.
Ahora bien, pese a las indicaciones de la Secretaría de Salud de cómo depositar los cubrebocas, ya sea en botes de basura o en bolsas de plástico selladas con la finalidad de evitar cualquier tipo de contagio, ocurre lo contrario, es decir, prefieren incrementar los niveles de contaminación, sin importar el riesgo que ello pueda producir a la población.
Para constatar lo anterior, el ejercicio es muy sencillo, teclee en su navegador de internet el texto siguiente: “cubrebocas tirados en la calle” ahí podrá observar dos cosas, primero, reportajes relacionados con el tema que nos ocupa, segundo, imágenes –innumerables– de cubrebocas tirados en las calles contribuyendo al fortalecimiento de los focos de infección y desde luego evidenciando la falta de atención a los exhortos que realizan las autoridades sanitarias.
Otro ejercicio para dar cuenta de lo ya expuesto, consistiría en preguntar a los trabajadores de limpia adscritos a las áreas de servicios públicos municipales, de cuantos cubrebocas se encuentran a diario en las calles y deben ser recogidos para evitar cualquier propagación del virus (covid-19); o bien, valdría la pena, también hacerles la misma pregunta a los pepenadores de basura, que enfrentan un riesgo mayor, pues en su afán de buscar el sustento económico, están propensos al contacto directo con cubrebocas ya desechados en forma equivoca.
En resumen, las autoridades federales, estatales o municipales, ya cumplieron con la parte que les correspondía, que fue el dar vida a las normas y reglamentos en materia de protección al ambiente, para evitar la entrega bolsas de plástico, de popotes de plástico o de utensilios de plástico o de poliestireno expandido, aunque tal parece que el mensaje no ha sido claro para la ciudadanía o por lo menos no su analogía respecto al uso desmedido e inadecuado de los cubrebocas que a diario son arrojados a la calle, a menos que la solución sea –como siempre sucede y seguirá sucediendo– reformar las normas y reglamentos, para prever sanciones a quienes incurran en este tipo de conductas.