A quince días justos de la cita que tendremos con las urnas para elegir a nuestros legisladores y a las autoridades municipales de la entidad, ya los preparativos se centran en la parte más fina de la logística electoral. Si antes todo se veía desde una perspectiva “macro” en donde se imprimían más de dos millones doscientas mil boletas para la elección local, a estas alturas predomina el punto de vista “micro”, asignando una por una las boletas para cada elector en cada casilla. Si antes los preparativos eran estruendosos cañonazos, ahora son finos tiros de precisión.
Las boletas electorales impresas que hace una semana fueron entregadas por Talleres Gráficos del Estado, fueron cuidadosamente selladas por las y los miembros de los Consejos Distritales y Municipales Electorales, apoyados por el ejército de Capacitadoras y Capacitadores Asistentes Electorales Locales, personal del Instituto Estatal Electoral que tiene como tarea primordial asistir al funcionariado de casilla el día de la jornada, siendo este sello uno más de los mecanismos de seguridad que posee el documento más importante de la elección.
Las boletas, además de haber sido impresas en un papel certificado y especialmente fabricado para el Estado de Aguascalientes, posee un folio variable, microtexto solo visible con cuentahilos, efectos de impresor, firmas del consejero presidente y del secretario ejecutivo del Consejo General, y una tinta de seguridad invisible con un texto o imagen solamente perceptible con luz ultravioleta; además del mencionado sello de tinta, el día de la Jornada Electoral, alguna de las representaciones de partido político o candidatura independiente podrá firmar al reverso la papeleta para constatar, al final de la elección durante el escrutinio y cómputo de las boletas convertidas en votos, que son los mismos documentos que se han estado utilizando desde el inicio.
Esta no es sino la muestra por excelencia de la base de nuestro sistema electoral: la desconfianza inicial convertida en mecanismos de seguridad que se van afinando, elección tras elección, para garantizar confiabilidad. Y así como este, varios procedimientos en la práctica han ido evolucionando, valiéndose, en su caso, de nuevas tecnologías para brindar certeza en el esencial proceso de convertir votos en escaños.
Pareciera una exageración y sin embargo no lo es. Analizando los diversos sistemas electorales existentes en el mundo no podemos calificar uno solo como ideal o perfecto, sino que cada uno funciona de acuerdo con la sociedad del país que lo requiere. En la práctica, expertos, académicos y usuarios de los sistemas, analizan los diferentes modos en que las personas eligen a sus autoridades y estudian las mejores maneras en que se llevan a cabo los procedimientos.
En ese sentido, si bien el modelo mexicano no se ha establecido de manera permanente tal cual en otras latitudes, sí ha servido como un prototipo de observación para muchos otros países del mundo, atendiendo a su magnitud y a lo complejo que resulta su buena organización. Para estas elecciones, las más grandes y complejas de la historia reciente en el país, no es la excepción, pues además de las y los observadores electorales, existen los visitantes extranjeros, que es la figura legal por la que se reconoce en México a las y los ciudadanos con nacionalidad diferente a la mexicana que se interesan en presenciar el desarrollo de nuestro proceso electoral en todas sus fases y etapas.
Esto de ninguna manera puede ser considerado como una intromisión, dado que los mecanismos de observación funcionan dotando a las personas de una acreditación que les permite acceder a las diferentes sedes donde se desarrollan actividades electorales (sedes de organismos electorales, casillas, sesiones, cómputos) sin que puedan intervenir en ese momento de alguna u otra manera. El compromiso es, al finalizar el proceso, entregar un informe de lo observado, lo bueno y lo malo, que servirá a las autoridades a revisar el proceso, en la práctica, desde la perspectiva de alguien para quien será novedoso el comportamiento electoral, y detectar con ellos las áreas de oportunidad que permiten esa mejora constante.
Y es que, pedagógicamente hablando, qué mejor para revisar nuestro sistema electoral que mostrárselo a alguien ajeno a él, con interés de analizarlo. No es labor fácil. Imagine usted explicarle a alguien que la votación es en domingo para fomentar la participación, o de otra manera es probable que los patrones no permitirían salir a votar a los trabajadores; que las casillas se integran por ciudadanas y ciudadanos que, afortunadamente la minoría, lo consideran una suerte de castigo y hacen lo posible por no asistir a sus capacitaciones; que para votar han de ser impresas millones de identificaciones con una seguridad impecable, a diferencia de otros países donde la credencial para votar está hecha de cartón o simplemente las y los votantes se registran en una lista y ese día se coteja que estén inscritos; que una tinta especialmente diseñada marque los pulgares del electorado, nacida de la sospecha de que puedan volver a votar; que existen diferentes combinaciones de las coaliciones inscritas a nivel federal, distintas de la local; hasta el celo con el que las y los presidentes de casilla resguardan sus paquetes y los entregan en las oficinas distritales; o las ya explicadas tramas de seguridad de cada boleta.
Supongo que para muchos observadores y visitantes, cualquiera de estos actos supondría un cuestionamiento a la autoridad sobre la seguridad en la emisión y conteo de los votos, y sin embargo, la explicación es muy sencilla: nuestro sistema, originalmente basado en la desconfianza, se ha perfeccionado constantemente para volverse una garantía de que cada voto corresponde a una persona, todos los votos valen lo mismo, y cada uno cuenta por igual. Bienvenida esa mirada al sistema electoral.
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@LanderosIEE