Un voto por MORENA es un voto contra México.
Catón
Estamos a 20 días de las más grandes elecciones concurrentes en la historia de México, y el panorama que podemos observar es por demás preocupante. La contienda que atestiguamos los mexicanos va más allá de lo meramente electoral. La viabilidad del país avanza sobre piso resbaloso, y en muchos casos, pantanoso. Los principales actores de la vida política e institucional de la nación parecen haber definido ya un bando para arribar al 6 de junio, al menos así lo interpreta el presidente López desde su personal óptica. Retomando las opiniones del escritor español Arturo Pérez Reverte, en su artículo “Patente de Corso” (publicado en XL Semanal). “Y es que en (México) parece inconcebible que alguien no milite en algo y, en consecuencia, no odie cuanto quede fuera del territorio delimitado por ese algo. Reconocer un mérito al adversario es para nosotros impensable, como aceptar una crítica hacia algo propio. Porque se trata exactamente de eso: adversarios, bandos, sectas viscerales heredadas, asumidas sin análisis. Odios irreconciliables. Toda discrepancia te sitúa directamente en el bando enemigo. Sobre todo, en materia de nacionalismos, religión o política, lo que no toleramos es la crítica, ni la independencia intelectual. O estás conmigo, o contra mí. O eres de mi gente -y mi gente es siempre la misma, como mi club de fútbol- o eres cómplice de la etiqueta que yo te ponga. Y cuanto digas queda automáticamente descalificado porque es agresión. Provocación. Crimen”.
Y sí, el presidente López hoy exige una y otra vez que efectivamente se le otorgue esa patente de corso, reclamando como si nada hubiera cambiado desde julio de 2018 a mayo de 2021, y los 30 millones de votos fueran los mismos, sin merma, sin más exigencias o condiciones. Convenientemente delimitó el territorio de la Cuarta Transformación (4T) y ahí se atrincheró junto con sus incondicionales. Todo lo quedó fuera o quién quedó fuera, está descalificado y considerado un enemigo, un agresor, incluso, un criminal a sus ojos.
En esta tesitura, la actitud de diversos órganos autónomos, como el INE, el TEPJF, el INAI, el Inegi, en este período electoral, están ubicados fuera de su territorio transformador, no se supeditaron a sus designios y visión, luego, automáticamente, se constituyeron en enemigos de la 4T, en representantes de la estrategia conservadora y privilegiada y contra el pueblo, que, en su imaginario, es también él. Los órganos encargados de conducir el proceso electoral han cometido el sacrilegio de aplicar la ley y han debido sacar de la jugada a varios candidatos del partido oficial, por flagrantes desacatos a la norma electoral vigente para todos los contendientes. A los ojos presidenciales, eso no es otra cosa que el asedio a la voluntad del Ejecutivo. Por su parte, el INAI, instancia que desde el principio de su gobierno ha resultado una piedra en su zapato, en tanto que órgano responsable de garantizar a la sociedad la transparencia de la gestión pública federal, cuando él ofreció la erradicación de la corrupción en el país, y es innecesaria la existencia de ese órgano, cuando su palabra debe bastar. Además, el INAI impulsó ante la Corte una acción de inconstitucionalidad de las reformas a la Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión y la creación del Padrón Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil, por afectar la seguridad de los datos personales de la población. Otro atorón a la suprema voluntad. Del Inegi, ya ni hablamos. Cada informe, cada reporte de sus encuestas nacionales ponen en entredicho la eficacia de las acciones del gobierno federal de la 4T, al grado que el presidente López debe recurrir frecuentemente a su “otros datos”.
Ahora bien, como señalamos al principio, México se encuentra en la recta final del proceso electoral intermedio, no podemos dejar de observar lo accidentado y violento del proceso. A la fecha, han sido asesinados 32 candidatos inmersos en alguno de los procesos electorales del país. Todos, es de llamar la atención, de partidos opositores al régimen morenista y sus aliados. El último caso fue el del candidato a la alcaldía de Cajeme, Sonora, Abel Murrieta del partido Movimiento Ciudadano, a pleno día, en la vía pública. Además de ser candidato opositor, y puntero en la contienda local, Murrieta era el abogado de la familia Le Barón que en 2019 había sido masacrada por el crimen organizado como escarmiento a su negativa a ceder terrenos de su propiedad a los cárteles de la zona. Desde entonces, las instancias de procuración de justicia federal están atoradas en las investigaciones. Abel Murrieta, cayó como una víctima más de la violencia que define nuestra realidad.
La política definida por el régimen de “abrazos no balazos”, ya tiene sus resultados muy a la vista. La muerte violenta de tantos candidatos a manos del crimen organizado que, sin muchas complicaciones entiende los códigos de los líderes de la 4T, nacionales y regionales, ataca sin contemplaciones a los candidatos de los partidos de oposición; en aquellos estados donde, la mala gestión política de la dirigencia nacional del partido en el poder, ha generado incertidumbre y vacíos de poder, los carteles actúan como saben hacerlo, con sus argumentos conocidos, y se involucran en la definición de las candidaturas a las presidencia municipales, diputados locales, federales y hasta gubernaturas. Podemos ver con asombro y preocupación los casos tan señalados por los medios de comunicación de cómo inciden en Guerrero, Michoacán, San Luis Potosí, Sonora, Veracruz, etcétera. Cuántos funcionarios de elección del partido oficial, llegarán con compromisos preestablecidos con esos grupos violentos enseñoreados a lo largo del territorio nacional.
Mientras el presidente López sigue ensimismado, empujando, forzando situaciones según sus perspectivas, violentando la ley como el caso de Nuevo León, haciendo efectiva aquella máxima de que “dónde no gana, arrebata.” El país marcha con paso constante al 6 de junio, sumando situaciones y caprichos, como la Línea 12 y su “al carajo”, o torcer la historia para celebrar la hadada fundación de Tenochtitlan.