A las ciudades se las define a partir de diversos criterios y se las estudia desde diversas disciplinas. Fernando Chueca nos recuerda, en su Breve historia del urbanismo, que desde la historia se ha pensado que la historia universal es la historia ciudadana; la geografía estudia en parte las interacciones entre la naturaleza y las necesidades y deseos humanos; la economía no puede dejar de lado la relación entre las ciudades y el comercio y la industria; y la ciencia política, desde sus inicios con Aristóteles, concibió a la ciudad como un cierto número de ciudadanos y prescribió que debería ser posible caminarla de un extremo a otro sin demasiada dificultad. Pero la ciudad es algo más que un amasijo sin forma de personas y casas. La ciudad es un lugar de encuentro, uno que genera conocimiento, cultura, convivencia y mucho más.
Se habla de una continua e irreversible revolución urbana. De hecho, Edward Glaeser ha decretado el triunfo de la ciudad. Es un hecho, también, que durante las últimas décadas al menos un tercio de la humanidad se ha urbanizado. No obstante, también hay voces críticas que vaticinan un retorno a los pequeños asentamientos humanos, de índole más comunitaria, siempre y cuando se cuente con la conectividad necesaria para realizar trabajos que antes requerían de la presencia física. Con una buena parte del mundo aún confinada por la pandemia, haríamos bien en preguntarnos cuál será el futuro de nuestras ciudades. ¿Seguirá urbanizándose la población mundial? O, más bien, regresando a una normalidad en la que el virus seguirá entre nosotras y nosotros, ¿las personas abandonarán las grandes urbes e irán a lugares menos saturados?
El diseño urbano es un área de conocimiento aplicado con cada vez más adeptos; multidisciplinar en su origen, pues incluye planeación urbana, diseño del paisaje, arquitectura, incluso ingeniería civil e historia del arte. También requiere de conocimientos en geografía, ciencias sociales, desarrollo inmobiliario, economía urbana y política, así como de teoría social. ¿Cuál debe ser el papel del diseño urbano en la gestión política y administrativa de las ciudades?
Estamos en medio, también, de unas elecciones masivas que definirán en gran parte el futuro de nuestro país. Rodeados de basura publicitaria, guerras sucias, y campañas sin mucha forma y casi vacías de contenido, ¿acaso no conviene saber qué es lo que piensan las y los aspirantes a las alcaldías de las ciudades más grandes de México sobre el futuro de las ciudades que buscan gobernar?
La ciudad es ante todo un bien público. Lo son sus calles, sus parques, su conectividad, su transporte público, sus servicios. ¿Qué piensan las y los aspirantes de los elementos azules de las ciudades, de su señalización comercial, de la infraestructura de ciclismo, de la energética, de los espacios verdes, de las estructuras históricas, del paisaje urbano, de la iluminación, de los monumentos, de los corredores peatonales, de los barrios de bolsillo, del arte público, de los techos, de los edificios públicos y del espacio público?
Confieso que en cada elección por la alcaldía de la ciudad en la que vivo, espero siempre de sus aspirantes alguna idea innovadora que busque hacer la ciudad más disfrutable, caminable, amable. Es cierto que el problema prioritario a corto plazo (y mediano y largo) es el agua. No obstante, no es el único, y la agenda de problemas que las campañas políticas abordan cada trienio es más corta, más trivial y absurda (¿a alguien en verdad le importa qué religión profesa en su vida privada un aspirante?).
Espero que las y los aspirantes corrijan el rumbo de sus campañas, y espero que quienes les asesoran les comenten que gobernar una ciudad es en gran parte un asunto de diseño urbano.