Frente a la ausencia de respuesta del electorado a las promesas de los candidatos, cada vez es más frecuente la petición del estratega de marketing para que se meta dinero a una publicación en Facebook para ampliar la audiencia, la idea de llegar a más gente a través de esa red social es la solución mágica a la falta de creatividad de la clase política.
A esta elección es necesario sumar que se desarrolla en medio de una pandemia y que como en otros rubros, no hemos sido capaces de elaborar propuestas para enfrentar la nueva normalidad, entonces los candidatos consideran que la mejor forma de acercarse al electorado respetando las medidas sanitarias es exponiendo su figura y actividades a través de las redes. Lo que se ha traducido en miles de personas haciendo el ridículo a través de publicar historias donde los vemos bailando, cantando, cumpliendo retos estúpidos o simplemente compartiendo su intimidad.
El descrédito en que ha caído la clase política tampoco ha sido pensado con claridad por quienes buscan ganar un cargo público, en vez de transformar lo que hacer política implica, la única salida que encontraron fue presentarse como ciudadanos; en vez de asumir lo que ser representantes de un sector de la sociedad es, optaron por alejarse de la presentación de ideas y asumir que la única manera de ser reconocidos es mediante la réplica del modelo con que las figuras del espectáculo logran acaparar la atención.
La transformación de los candidatos de acuerdo a los parámetros establecidos por las figuras del espectáculo no funciona porque los presenta como lo que no son, fingiendo una chabacanería que no se relaciona con el trabajo que buscan alcanzar.
La exposición no basta, se requiere despertar el interés de esa audiencia y transformarlo en replicador, pero sobre todo, que tenga sentido para el elector, de otra manera, lo que vamos a ver es a candidatos que logran colarse a los medios de comunicación cuando se difunde alguno de sus exabruptos, como el caso de un actor que en la Ciudad de México se ha vuelto viral porque los más jóvenes lo buscan para que les miente la madre. Alfredo Adame conseguirá miles de réplicas de la forma en que insulta a quienes lo provocan, dudo que eso se traduzca en votos en las urnas.
Cada tanto se menciona al candidato de Movimiento Ciudadano a la gubernatura de Nuevo León, no se le perdona a Samuel García que su pareja sea influencer y los medios de comunicación le den seguimiento a lo que ella publica en sus redes sociales con relación a su marido, reducen el ascenso del candidato en las encuestas simplificando que todo se debe a las banalidades de Mariana Rodríguez en redes, como si todo se tratara del dinero que ha invertido en redes, el escándalo que se forma alrededor.
Entonces los otros candidatos pagan por ese ruido, por esa exposición, efímera. Porque lo que consigue que los usuarios sigan a alguien, lo escuchen, atiendan sus recomendaciones, no es un chiste o la exposición al ridículo, sino las ideas, la generación de contenidos con los que el otro pueda identificarse.
Facebook, Instagram y Tik Tok se encuentran repletos de figuras a las que les bastan unos segundos para ser replicados, ya sea por la exposición de su cuerpo, la facilidad con que hacen un chiste o realizan una broma, pero esa fama instantánea no genera la empatía necesaria como para establecer un diálogo con esas personas, tampoco para identificarse, en muchas ocasiones ni siquiera se le sigue por lo que representa sino porque es una fuente de chistes y burlas que podemos compartir.
Contenido interesante, historias que conecten con un propósito, que promuevan una causa, que aporten a un movimiento, debajo de la inmensa masa de banalidades con que se promueven los influencers hay quienes sí están dispuestos a usar las redes, publicar en ellas, para propagar una idea y sumar, ese es el camino, no la de la imitación de lo vulgar.
¿Seguirán pagando los políticos para aparentar lo que no son antes que aquello que proponen? El resultado de la elección lo esclarecerá.
Coda. En Niebla, de Miguel de Unamuno, Augusto monologa con la luz apagada, recostado en cama, reconoce que ha estado mintiendo y mintiéndose, se dice que todo representamos un papel, “Nadie sufre ni goza lo que dice y expresa y acaso cree que goza y sufre; si no, no se podría vivir. En el fondo estamos tan tranquilos. Como yo ahora aquí, representando a solas mi comedia, hecho actor y espectador a la vez” y parece definir lo que los candidatos cuentan a través de redes sociales: “El hombre en cuanto habla miente, y en cuanto se habla a sí mismo, es decir, en cuanto piensa sabiendo que piensa, se miente”.
@aldan