Un voto por MORENA es un voto contra México
Catón
“Al carajo el estilo demagógico e hipócrita…” dijo López Obrador sobre una posible visita a los heridos tras el accidente de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México. “No es mi estilo, no me gusta la hipocresía, estoy pendiente, solidarizándome con familiares de las víctimas, pero esto no es de irse a tomar fotos, eso ya también al carajo, ese estilo, esa hipocresía”, remató en su conferencia mañanera del jueves 6 pasado.
El exabrupto lo expresó el ciudadano presidente una vez que los medios de comunicación lo cuestionaron reiteradamente sobre la tragedia que envolvió la cotidianeidad de los capitalinos con la tragedia en el sistema de transporte estrella de la capital, y su evidente ausencia en la zona de desastre y acto de presencia con los heridos y las familias de los ya 26 deudos asociados al derrumbe de la trabe.
Sin embargo, la reacción presidencial, obedece a una acumulación de circunstancias que a AMLO seguramente le han quitado el sueño en las últimas semanas, y que cada día le cantan “jaque” al rey de la 4T. Cuando todo parecía que se irían relajando las malas noticias asociadas a la probable llegada de la tercera ola de la pandemia en el país, ¡pum! el INE baja a sus candidatos en Guerrero y Michoacán, amén de casi media centena de candidatos a lo largo y ancho del país por diversas irregularidades y faltas a la atención de la legalidad electoral. El INAI se le envalentona e inicia una acción de inconstitucionalidad relacionado al Padrón de Usuarios de Telefonía Móvil para proteger los datos biométricos personales de la población. Hay que sumarle acerca de la clara señal de que su reforma al Poder Judicial tendrá serios problemas de aprobación cuando llegue a la Suprema Corte de la Nación y la violación a la Constitución con la extensión del mandato del magistrado presidente Arturo Zaldívar por dos años, rebote ante la simple aplicación de la Ley.
La semana no concluyó ahí. Entre el canto de las sirenas cuatroteras y su “congruencia” ciudadana, el presidente López, sí, el presidente de México se dedicó a “denunciar” el proyecto del candidato del PRI-PRD a la gubernatura de Nuevo León Adrián de la Garza, la “Tarjeta Rosa”, en el marco del proceso electoral, fuera de toda norma legal. López, utiliza su cargo oficial, para incidir en el proceso electoral, utilizando recursos públicos para atacar a candidatos distintos a su partido político. La explicación rápida, es que AMLO anda desesperado porque los números electorales que esperaba no se le están dando y su ansiada mayoría calificada se le escapa de las manos.
Igualmente, aventuró, valiente el presidente López, el viernes 7 en la mañanera que emitió a través de Relaciones Exteriores, una nota diplomática quejándose del apoyo que un par de agencias norteamericanas han brindado a organizaciones sociales mexicanas críticas a su proyecto político, como Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), afirmando que dicho apoyo representa un acto de promoción del “golpismo” hacia su gobierno. Sin embargo, un poco más tarde ese mismo día, López Obrador se entrevistó vía remota con la Vicepresidenta norteamericana Kamala Harris, a la qué, ni por asomo, le mencionó la nota, aunque eso sí, le repitió el chiste porfirista. Por la tarde, las redes sociales ponían en circulación información que señalaba el envío a Morena del partido español Podemos, de 308 mil euros durante la campaña del 2018, esos sí ilegales. Ahí, silencio oficial, en la lógica presidencial lopezobradorista, ese dinero europeo debía contar como “aportaciones” a la causa. Esa es la usanza de la 4T.
Para aliviar sus presiones y hacer lo que lo relaja y hace sentir cómodo, rayando el mediodía de ese viernes funesto, AMLO se subió a su icónico Jetta blanco y sale en calidad de disparo rumbo al aeropuerto, no duda en pasarse un alto, que para eso es presidente de la República, e inicia un recorrido por el sureste mexicano. En Veracruz, se asoma a supervisar los avances que verdaderamente le preocupan: la rehabilitación de la refinería Lázaro Cárdenas de Minatitlán, y, fuera hipocresía y demagogia, se toma una serie de fotografías atestiguando el “excepcional” trabajo de recuperación de la planta de Pemex (los muertos de Tláhuac, que los atienda Claudia). Ya encarrerado, y en su tránsito hacia otro punto de su gira, y reiterando su nulo protagonismo neoliberal, se toma unas fotografías degustando unas “tlayudas” en San Juan Guichicovi, en el istmo oaxaqueño.
AMLO, fiel a su personal estilo, impone su narrativa desde el cargo que ostenta, el dice qué es la democracia y cuándo aplica; atiende o no las leyes del país; defiende o ridiculiza la investidura presidencia de acuerdo a su personal visión y conveniencia política. Confronta a los mexicanos, confronta a los otros Poderes de la República, sí puede, los humilla y los encamina por sus caminos de servidumbre política. Amenaza a las instituciones autónomas, per se, o por interpósita persona, como el siempre solícito senador Ricardo Monreal, quién ya amenaza, si pierde Morena la mayoría el 6 de junio, con una reforma a la ley electoral, para sobajar al INE y someterlo al Ejecutivo.
La realidad terca como es no acaba de entender que el presidente López, la quiere a su modo. Todo eso de los damnificados del Metro, de los niños con cáncer, de los muertos por la inseguridad y la pandemia, las desapariciones forzosas, son claramente triquiñuelas elaboradas por sus enemigos que no acaban de entrar a la moda transformadora.
Ante este cúmulo de temas y tropezones de López Obrador, es natural que en algún momento se salga de sus casillas, y termine mandando a todos y a todo al carajo. Los 126 millones de mexicanos debemos ser comprensivos y tolerantes, y no darnos por ofendidos. Al final del día, es opcional si nos remitimos a un lugar proferido por el presidente, y él no se mostrará más enfadado, porque ya superó la hipocresía y la demagogia.
