No pude evitar el impulso y le cubrí los ojos a mi hijo con la mano en vez de contestar su pregunta, le dije: no lo veas, es un raterazo. Le cerré los ojos para evitar que se contaminara de una opinión mía en vez de detenerme y explicarle por qué su padre considera que esa persona es un delincuente.
Salimos al mercado a comprar fruta y nos cruzamos con una manifestación de campaña, una decena de personas, a ritmo de batucada caminaba entre los puestos callejeros coreando Yo si le voy, le voy a… y el nombre del candidato, intenté no tropezar con ellos, con el posible foco de infección porque todos iban sin cubrebocas o lo traían de barbiquejo, mientras palmeaban, coreaban y por tanto escupían sin guardar la mínima distancia. Tome de los hombros al niño y al dar media vuelta nos vimos de frente con uno de los candidatos a la presidencia municipal de Aguascalientes, es posible que haya puesto mis manos sobre sus hombros porque el niño me miró preguntando ¿quién es ese señor?, la reacción fue cubrirle los ojos y decirle: no lo veas, es un raterazo. El aspirante a la alcaldía capitalina volvió a vernos, sonrió y nos hizo con la mano su saludo de campaña.
Demasiado tarde me arrepentí de haber actuado así con mi hijo, intentar cerrarle los ojos a algo que yo creo, en vez de explicarle qué me motiva a esa expresión. De regreso a casa, nos cruzamos con otra manifestación partidista, de otro partido y por otro cargo, antes de que me preguntara me detuve a decirle que no todos son rateros, que ellos, los del otro color, también hacían ruido (con una bocina a todo lo que daba), ondeando banderas y repartían folletería porque estaban haciendo campaña, que la mujer que estaba en la lona deseaba ser diputada y pedía nuestro voto; a ella no la conozco, no sé si es ratera, al otro señor sí, lo acusaron de robo y lo sentenciaron por peculado, por eso te dije que era un raterazo.
No espero que mi hijo haya comprendido mi discurso, quizá mañana me vuelva a decir que soy El Señor Palabras Raras cuando, con toda la calma del mundo, intente explicarle qué significa peculado, tampoco es mi deseo que lo entienda todo por un golpe de atención, lo que intenté lo motiva la misma razón por la que lo llevo a votar conmigo en cada elección, enseñar con la práctica, que ser ciudadano es un derecho y hay que ejercerlo.
Me arrepiento de haberle puesto la mano sobre los ojos, porque con ese gesto instintivo lo que quise hacer fue aislarlo de una realidad que tiene que vivir, me justifico de ese arranque con que estaba molesto.
En pocos lugares se desarrolla el arraigo como en el mercado, te adopta el barrio donde el carnicero ya sabe cómo te gustan los cortes, donde el de la frutería te permite magullar la mercancía, donde la del puesto te pregunta si ahora no vas a llevar lo que usualmente compras; la manifestación del candidato a la alcaldía, sin ningún cuidado, invadía nuestro espacio público, no sólo eso, con su actitud rebaja a los electores a pedigüeños: llevaban bolsas para el mandado con el logo del partido, flores envueltas para las mujeres y globos para que los niños los abandonen más tarde en el suelo y se transformen en un lema marchito que irá a la basura; esa mercancía sólo la entregaban a quien la pedía, insinuando que a cambio de esa basura, se va a votar por ellos.
Cuando nos cruzamos con el candidato, él acariciaba el rostro de una anciana, en la misma imagen hipócrita que quién sabe por qué creen que funciona, le dedicaba una fingida atención y un cariño que se desvanece a la menor interrupción, como mi grito de “no lo veas, es un raterazo”. El aspirante a la alcaldía, ahora lo sé, no oyó lo que dije, sólo reaccionó al ruido, por eso nos saludó con su señal de campaña, como un Terminator electoral, pasó del rostro de la anciana, a la que le regaló un ramito de flores, al de un señor con su hijo, que si estaba ahí, seguro, era porque lo sigue, el candidato cree que sus aspiraciones convocan masas, que su simpatía despierta afiliaciones… o algo así.
Más tarde leí el comunicado del partido sobre esa visita, aseguró que después de escuchar las “demandas e inquietudes de la ciudadanía” se propone, si gana, derrumbar el viejo Mercado Reforma y transformarlo en instalaciones modernas y funcionales, mientras que a los tianguistas de La Purísima los va a dotar de una velaria y sanitarios. Yo vivo aquí, yo compro en ese tianguis, en ese mercado. El candidato no tiene la más remota idea de lo que necesitan los locatarios o los vecinos.
Lo pensé después, quienes van con los ojos y oídos bien cerrados son ese tipo de candidatos, que sólo pueden ofrecer bolsas, flores y globos.
Coda. Me prometo no volver a cerrarle los ojos a mi hijo, porque justo eso es lo que creo que tiene que ver, cómo algunos candidatos invaden nuestro espacio sin vernos, sin escucharnos, sólo somos obstáculos a salvar en su carrera a un cargo para servirse.
@aldan