Finaliza el mes de marzo, y con ello cualquier tipo de evento, foro, taller o conferencia alusivo a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, de los cuales, se pudo observar una gran participación de mujeres de la orbe de las administraciones públicas, federal, estatal y municipal e incluso del sector privado (académicas, profesionistas, etc.) claro, como disertantes en este tipo de eventos, donde uno de los principales objetivos era, concientizar a todo tipo de espectadoras y espectadores, sobre los altos índices de violencia en contra de las mujeres y la poca participación de las autoridades para disminuir este flagelo.
Presenciar en pleno siglo veintiuno este tipo de eventos, nos da una lectura muy clara, pero cruda de lo que se vive en México, la violencia a hacia la mujer no cesa, pues de acuerdo a los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) 2016, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señalan sesenta y seis de cada cien mujeres de quince años o más de edad que viven en México han sido víctimas de violencia.
Sin embargo, la violencia hacia la mujer no sólo puede ser vista desde la óptica de los hogares, parejas sentimentales o de otro tipo de agresores distintos a la pareja, por ejemplo, al revisar uno de los tantos capítulos del libro titulado “Las mujeres olvidadas: un estudio sobre la situación actual de las cárceles de mujeres en la República mexicana” de Elena Azaola Garrido y Cristina José Yacamán, pude observar otro tipo de violencia, nada ajeno a la que se vive en la realidad.
Según se cita en la primera parte de este libro denominada ZONA NORTA se exploran distintas cárceles de aquella zona, la penitenciaría de Tijuana; el Cereso de Reynosa; el Cefereso de Matamoros y el Cereso de Monterrey, de la primera de las aquí mencionadas se lee en su página setenta y dos, lo siguiente: “…Las mujeres relataron las difíciles condiciones de vida; pasan los días en medio de un drenaje que no funciona, botes de basura que colocan en su área y techos que dejan de filtrar el agua”.
Continúa diciendo: “Sufrimos porque tenemos muchas carencias, carecemos de todo. Por ejemplo en tiempo de lluvias, aquí se inunda todo porque el drenaje no sirve. Mire, hasta aquí se llena de agua. También la basura. Nada más cuando vienen periodistas o cuando viene el director es cuando limpian, y hasta arbolitos ponen y todo; al otro día empiezan a poner otra vez los tambos. Antes los ponían nada más en la puerta; ahora los pusieron acá y es una peste, es horrible. Ahora los limpiaron porque iban a venir ustedes, pero, de verdad, es un cochinero.”
Finalmente dice: “Yo si quisiera que hicieran que, en tiempo de lluvia, arreglen el drenaje y que arreglen los techos de los tanques. En tiempo de lluvia es como si estuviéramos afuera; yo vivo acá abajo y me gotea la señora de arriba, me gotea acá abajo. Luego se mete la popó para acá. Ahí está el cochinero. Que le pongan brea ahorita, con tiempo, a los tanques para la temporada de lluvias. Nosotros pagamos mil pesos diarios por que nos pasen la lista aquí y, con el tiempo de lluvias, hasta tres mil porque nos la pasen aquí, porque la traen en brazos”.
Desde luego, que este como muchos otros relatos, son los que podrá usted encontrar en este estudio realizado en las cárceles de México, donde su violencia no es distinta a la que se vive en los hogares o en las calles, pero ¿Qué opinan las autoridades al respecto? ¿Qué están haciendo para mitigar este problema? ¿Forma parte de la agenda pública de nuestros gobernantes? En su momento, el ex Presidente de la República Enrique Peña Nieto expresó que los feminicidios y la trata de blancas no serían permitidos durante su mandato, e incluso se incluían como temas prioritarios en su Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018.
No obstante, la realidad ha sido, sigue y seguirá siendo otra, planes nacionales hay muchos, estatales igual y no se diga de los municipales, como también existen en demasía, testimonios de quienes viven de primera mano la violencia de género, tal fue el caso de la Señora Irinea Buendía madre de Mariana Lima Buendía, quien relató –en el documental titulado The femicide crisis in the state of México– la violencia que enfrentó su hija antes de ser privada de la vida en el año dos mil diez, en Chimalhuacán, Estado de México, por parte de un seudo agente de la policía ministerial, homicidio que llegó hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para ser considerado como el primer feminicidio en México.
En este documental, la Señora Irinea Buendía, da cuenta de dos datos verdaderamente relevantes, el primero, se refiere a que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, le reconoció las omisiones de la investigación (Averiguación Previa) seguida en el caso de su hija; el segundo, la percepción de desconfianza de las autoridades encargadas de la procuración e impartición de justicia, al relatar lo siguiente: “en el caso de nosotros lo hizo un policía judicial, de ahorita nosotros te cubrimos, y al rato nosotros hacemos algo y tú nos cubres”.
No cabe duda que la violencia de género es un tema de todas y todos, de todas las autoridades, de todos nuestros gobernantes, de todas y todos los panelistas que participan en la gran cantidad de eventos conmemorativos al día internacional de la mujer, pero, es justamente aquí, en los eventos, donde no sólo debemos escuchar a las autoridades o profesionales en la materia, también debemos escuchar a quienes verdaderamente sufren el problema y pocas veces cuentan con los foros adecuados para expresarlo o debatirlo con quienes dicen saber del tema, sin antes haber experimentado la verdadera violencia contra la mujer.