Todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar, sobre todo si son expectativas, se acumulan firmemente aplanadas por las promesas y cualquier rebase se vuelve al cántaro con la paleta de los datos duros seleccionados; eso fue lo que ayer hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador en su discurso con motivo de los primeros 100 días del tercer año de su administración.
López Obrador está obsesionado con pasar a la historia como el mejor presidente de México, con esa perspectiva modifica el tono de su discurso de acuerdo a la ocasión, en las mañaneras se permite arranques, berrinches y ataques porque sabe que sus dichos se perderán en la nota diaria, mientras que en las ocasiones “solemnes” es puntual, no se deja llevar por arrebatos, se permite olvidar que su pecho no es bodega y no acude a la república de los otros datos.
Para concluir su mensaje, López Obrador aceptó que aún le falta a la Cuarta Transformación, tras mencionar los datos de siempre sobre los logros en materia económica, las virtudes de sus programas sociales, los avances en salud y seguridad, remató indicando que “desgraciadamente en nuestro país, mucha pobreza y nos falta alcanzar el objetivo central de vivir en una sociedad mejor, más fraterna con más igualdad, justicia, democracia y libertades; completamente libre de las rémoras del clasismo, de la discriminación y del racismo, pero hacia allá vamos, en busca de esa maravillosa utopía, de ese fecundo y bello ideal de ser felices por estar bien con nosotros mismos, con nuestra consciencia y con el prójimo”.
Esa utopía de López Obrador concentra su energía en acabar con la pobreza, todos los males provienen no de la desigualdad, los prejuicios, la impunidad… son producto de la pobreza, cuando el presidente habla de eliminar las causas que la generan sólo se refiere a erradicar, a desaparecer las carencias y escasez de un grupo determinado, porque cree que la miseria genera todos los otros problemas.
A diferencia de su mensaje con motivo del informe, en la mañanera, López Obrador fue más claro acerca de lo que creía que estaba haciendo su gobierno para erradicar la violencia feminicida, por supuesto, sin llamarla así, porque el presidente no cree que exista, como el humanista que se proclama, todos somos iguales, así que aseguró que todos los días se trabaja para “garantizar la paz, que no haya violencia y protegiendo a las mujeres, y no va queda impune ningún crimen”.
López Obrador está seguro de que la fórmula que erradicará la violencia es “combatir la desigualdad, pero entender que, por esa desigualdad en lo económico, en lo social, se generan injusticias y violencia; porque durante el periodo neoliberal no se hablaba de la desigualdad como se debe de concebir en lo general: el que unos cuantos acaparen la riqueza y la inmensa mayoría viva en la pobreza”.
El presidente está convencido de su idea y si algo no se acomoda, lo elimina, miente abiertamente, como al indicar que antes de su administración no se consideraba a los feminicidios, “eran homicidios, esta clasificación comienza prácticamente con nosotros; por eso también el aumento de feminicidios, entre otras cosas, porque antes asesinaban a las mujeres y no se consideraba feminicidio, eran homicidios. Entonces, estamos avanzando para que haya paz, haya tranquilidad”. Información sobre violencia feminicida hay desde mediados de la década de los 80, y la tipificación del delito de feminicidio y la incorporación del delito en el Código Penal Federal se realiza en 2012, muchos años antes de que él ascendiera al poder.
Todo indica que no habrá soluciones para los millones de mujeres organizadas que demandan justicia ante la violencia feminicida a la que todos los días las arriesgamos. Desde el gobierno de la Cuarta Transformación no habrá una respuesta que nos permita, como sociedad, erradicar las prácticas violentas hacia las mujeres, estamos solos, no solamente porque López Obrador no entienda de qué se trata, sino porque la corte que lo rodea no sólo omite que va desnudo, además le coloca la corona de feminista.
Coda. A Anatole France se le atribuye la frase que indica que una persona nunca será feliz, excepto al precio de cierta ignorancia, bien, López Obrador ya eligió qué ignorar.
@aldan