APRO/Judith Amador
De nuevo hay agitación en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH): los recortes presupuestales que lo han llevado a la pauperización, la falta de pagos a los trabajadores de base y el recorte o “no renovación” de contratos a eventuales mantiene una tensión que orilla a su comunidad a demandar la renuncia de su director Diego Prieto Hernández.
Se suma el malestar de profesores y estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), también por los bajos presupuestos y por la supresión de materias optativas en su plan de estudios, y porque el pasado sábado 13 de marzo, al manifestarse pacíficamente afuera del Museo Nacional de Antropología, fueron agredidos.
Además, está latente el riesgo al patrimonio cultural por la explotación minera, turística y/o comercial, o megaproyectos como el llamado Tren Maya (cuyos beneficios económicos, como anunció hace unos días el presidente, Andrés Manuel López Obrador, serán para el Ejército), más hechos como la pérdida total del templo purépecha de Nurío, Michoacán, y el lento avance en la recuperación de los monumentos dañados por los sismos de septiembre de 2017.
Una larga lista de frentes abiertos.
Con una reconocida trayectoria en la Dirección de Etnología y Antropología Social, el profesor-investigador Javier Guerrero Mendoza señala como una de las principales causas de la situación actual del INAH –que en febrero pasado cumplió 82 años– la política de “austeridad republicana” del gobierno de la Cuarta Transformación, equiparable a la neoliberal en su falta de valoración de la cultura y la historia:
“Hay que tomar en cuenta para qué sirve la historia, nos da muchas enseñanzas: en los momentos de grandes crisis, por ejemplo la de 1929, no se provoca austeridad sino lo contrario. Hay que leer el libro de Ricardo Pérez Montfort sobre la época cardenista (Lázaro Cárdenas. Un mexicano del siglo XX), cuando lo que se impone es el gasto público y la liquidez, que haya dinero, que haya monedas en mano de la gente. Se trata de fortalecer el mercado interno y que haya demanda efectiva de los compradores, o sea de todos nosotros.
“Un ejemplo excelente es el presidente Franklin D. Roosevelt, de Estados Unidos. No era ningún socialista, era defensor del capitalismo, pero después de la espantosa crisis del 29, que fue terrible, le da trabajo a 8 millones de desempleados que construyen 1 millón de kilómetros”.
Menciona como un asunto especial el impulso que le otorgó a la cultura con sus proyectos del llamado New Deal (Nuevo Trato) de Defensa de las Artes, Defensa de los Escritores, entre cuyos beneficiarios pueden mencionarse al pintor Jackson Pollock y al escritor y dramaturgo Eugene O’Neill: “Llevó el teatro norteamericano a muchas partes de ese país inmenso. La cultura fue súper robustecida en tiempos de Roosevelt, no fue marginada”.
Reconoce que el Producto Interno Bruto (PIB) de México es inferior al estadounidense, pero cuestiona que no se reparta de manera “más racional”:
“¿Por qué al INAH se le dan 3 mil millones de pesos de presupuesto, un cachito, y al Ejército 112 mil millones? Y le dan adjudicaciones directas, se le respetan sus fideicomisos. Estoy de acuerdo en que el Ejército realiza acciones importantes, sobre todo cuando vienen desastres naturales y aplican el Plan DN-III, pero la diferencia con respecto al INAH, que tiene una presencia nacional, es gigantesca. No puede haber ese tipo de brechas”.
Egresado de la maestría en ciencias antropológicas de la ENAH, con estudios de doctorado en la Facultad de Economía de la UNAM y autor de obras como La impasibilidad cuestionada de Juárez. Su papel axial en la Reforma y la Intervención, Las elecciones del 88, Indígenas y campesinos. Siete temas a debate (escrito con Arturo Warman), y la más reciente Memorias de un militante rebasado por el movimiento estudiantil de 1968, recuerda entrevistado por Proceso vía telefónica que el INAH se fundó precisamente en el gobierno de Cárdenas, contemporáneo al de Roosevelt.
Es, en su opinión, una conquista de la Revolución Mexicana, resultado de movimientos populares, que entonces iban en ascenso. Se crea para salvaguardar el patrimonio y las expresiones culturales de México. Y aunque Cárdenas lo concebía como una “cultura nacional”, ahora se reconoce la enorme diversidad cultural.
Espectáculo contra cultura
A decir de Guerrero Mendoza, la ofensiva contra el INAH comenzó hace unos años cuando se le dio mayor peso “a lo crematístico, al lucro, y la cultura se marginó como algo secundario”. Para las clases dominantes “muy tozudas, chatas”, lo importante son los beneficios económicos, y el patrimonio comenzó así a privatizarse y mercantilizarse:
Destaca que el progreso cultural está ligado a la educación y ésta comienza a derrumbarse cuando sus contenidos son cada vez más precarios, en la medida en que al Estado no le interesa desarrollar las capacidades cognitivas de los estudiantes, sino hacerlos gente que no cuestione. De ahí, explica, el golpeteo a las ciencias sociales como la antropología:
“La cultura, como un conjunto de procedimientos y mecanismos para solucionar los problemas del país, es relegada, se vuelve algo para el espectáculo”.
Trae a cuento el libro La civilización del espectáculo, de Mario Vargas Llosa, donde “dice que la cultura es un privilegio para los cultos, como él mismo, y que la cultura popular es un invento de los antropólogos… En realidad, todos los pueblos del mundo son cultos en el sentido de que crean y reproducen cultura…”.
Al respecto, advierte que México tiene un “problema gravísimo” porque se está tratando de acabar con el pluralismo cultural para imponer un pensamiento único. Por ello el quehacer del INAH es básico:
“Cuando se le recorta el presupuesto y lo obligan a la precarización, no es darse un balazo en el pie, sino en el corazón, porque nuestras culturas son precisamente todos aquellos mecanismos y formas de existencia que nos permiten enfrentar nuestros propios destinos.”
Inversión, no asistencialismo
En su revisión sobre el INAH, el profesor habla de los trabajadores. Explica que investigadores como él tienen asistentes y ayudantes que “ganan salarios de miseria bajo contratos supuestamente legales que en realidad violan la Ley Federal del Trabajo, son jóvenes que a veces ganan 4 mil pesos al mes. Los compañeros asistentes del Capítulo 3000 reciben 8 mil pesos al mes, pero tienen que pagar al SAT. Entiendo que deba hacerlo el señor Salinas Pliego, pero es grotesco que estos muchachos que viven al día lo hagan”.
Con pesar relata la historia de un joven al cual le dio covid-19, tras superarlo tuvo que operarse de peritonitis, no tenía dinero para un hospital privado y en los públicos no lo recibieron por falta de cupo. Finalmente fue al particular, pero ahora lo sigue pagando:
“Trabaja con los investigadores, él mismo es un investigador de la misma categoría que nosotros y recibe un sueldo de miseria. Así pasa con otros asistentes. Me parece injusto y totalmente irracional.”
Insiste entonces en la urgencia de modificar las políticas de austeridad republicana de la 4T:
“En lugar de recurrir a formas que yo llamaría keynesianas, recordando al economista John Maynard Keynes, es decir que el gasto público circule, porque además ahorita hay millones de desempleados. Eso va a provocar más conflictos sociales: que más gente se sume a la delincuencia, tanto a la común como a la organizada. Otros van a pedir limosna o tendrán que vivir con lo que les dé su abuelito o no sé cómo.
“Si este gobierno, llamado de izquierda, sigue con esa política, el resultado va a favorecer a la derecha… Ya hay demasiados problemas, hay despojo de territorios, mucha gente está sufriendo marginalidad, extorsión, explotación, opresión, siguen los feminicidios, todo se va acumulando y articulando entre ellos. Entonces la Cuarta Transformación será la Cuarta Trastornación porque nos puede conducir a una situación muy grave”.