La palabra caca/ La chispa ignorante  - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Que cuando quieras decir: “Mi amor”,

digas: “Pescado frito”

Oliverio Girondo

 

Viene la temporada electoral y con ella la condena de escuchar una sarta de estupideces en boca de los candidatos o anuncios partidistas en radio, televisión, redes sociales, Youtube, e internet en general. Puro discurso hueco que no dice nada y sólo apela a las emociones cual fake news. Sí, sabemos que Morena no ha cumplido con muchas de sus promesas ni ha respetado a la sociedad civil organizada a menos que sea la que lo apoya; de igual manera sabemos que el PRI robó más y que el PAN hundió al país en una guerra ficticia contra el narcotráfico, que todos los demás partidos son parasitarios de los demás. Lo sabemos todos. Pero ahora la intención cambia, la intención de ponerse en el pedestal del salvador y mirar a los demás hacia abajo, repartiendo perdón con la diestra y culpas con la siniestra; la intención de hundir a los demás recordarle que si sangra de una herida es por culpa de ese otro partido. No es que sea mentira, pero tampoco es verdad. Y lo repiten siguiendo el precepto de que si dicen una cosa mil veces ha de ser verdad.

La realidad es que son discursos huecos que no proponen nada. Una política hecha por políticos que no saben hacer política, por personas que se creen capaces de mover masas, que no personas. Y lo repiten y se lo creen. Y la gente lo cree o de mínimo duda, que ya es ganancia para los candidatos. Sin embargo, no hay ideas, sólo palabras bonitas, rimbombantes, siempre con adjetivación positiva: grandioso candidato; magnífica idea; la mejor opción posible; estaremos mejor; rescatará a (inserte estado). Puro adjetivo sin sustancia, como dinero sin algo que respalde su valor. Dictan y hablan cosas bonitas, brillo y lustro de joyería de fantasía. Son como el agresor que dice cosas bonitas en el oído de una mujer mientras la enamora y después saca las garras y en vez de miel, de su boca sale caca.

Ese es el nivel que hay en la política, por desgracia no es el único lugar donde se edulcora el discurso, pues se puede observar también en la literatura y en la vida cotidiana.

Hace unos años mientras me creí poeta y escribía unos versos cursis y ridículos, se los enseñé a varias personas y una me dijo algo sobre una palabra, que no era caca, pero no era brillosa: esa palabra no es algo que debería de ponerse en un poema. Yo quedé impactado. Confieso que no sabía cuáles palabras podían entrar en un poema y cuáles no, así que le di la razón. ¿Cómo habría de saberlo si yo había sido educado en una visión preciosista y de único canon de la literatura y no conocí sino hasta la universidad los diferentes cánones y posibilidades que ofrece la literatura? Imposible, que alguien educado en ese mismo sistema aprendiera esas variantes y les diera su valor. Imposible también, ver palabras como la palabra caca en un poema porque no “es poética”. No recuerdo un solo poema que tenga la palabra caca, no mierda, no popó, caca. Parece ser una palabra vetada por los poetas y me extraña que no aparezca más por su fuerza sonora y de significado. Mierda, aunque parece más expresiva, a fuerza de repetirla mil veces ha perdido algo de su significado y queda a la altura de expresiones como Dios mío, Santo Dios, wey, pendejo o cabrón. Son palabras (y expresiones a la vez) que han perdido su significado original para convertirse en meras interjecciones o pronombres personales, palabras incompletas. Popó, es una palabra entrenadora para los niños que están empezando a hablar y a descubrir el mundo. Pero caca es diferente: es la conjunción de dos sílabas cuyas consonantes guturales son como el sonido de alguien que se ahoga. Si a eso le agregamos el significado de excrecencia corporal, es una palabra poderosa en muchos sentidos.

Algún día la gente se dará cuenta de esa maravilla y empezará a usar la palabra caca en sus discursos y en sus mentadas de madre. La veremos en poemas y la escucharemos en canciones. La escribiremos en cartas de amor y la diremos en excusas a nuestros padres. No, no es difícil escribir caca, tampoco usarla. El problema es usarla bien. Porque no hay palabras malas, simplemente mal uso de ellas.


Sin embargo, la gente prefiere un lenguaje de oropel, aperlado, que suene bonito, que suene a repetición, que suene a algo que desayunamos todos los días. No nos gusta que digan cosas de formas diferentes. No nos gusta que nos reten en nuestra comprensión porque sabemos que podemos fallar y nos frustra. De ahí que, en la literatura, en la que llaman “mala literatura” haya esos lugares comunes donde caca no tiene cabida. Donde los discursos se llenan de grandísimas majestuosidades rimbombantes y maravillosas, pero que simplemente complican innecesariamente lo escrito sin agregar un valor. Bien decía Huidobro: el adjetivo que no da vida, mata.

Por eso muchos libros y la mayoría de los discursos políticos nacen muertos. Transmutaron la palabra caca en su realidad.


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