Charla con Günter Wallraff: para sobrevivir “debemos alcanzar una nueva sociedad” - LJA Aguascalientes
25/11/2024

APRO/ Yetlaneci Alcaraz / Underground Periodismo Internacional

 

“Si quiero ser el portavoz de los sin voz –que dicen poco, aunque tienen mucho que decir– tengo que convertirme, al menos por un tiempo, en uno de ellos”. Así explicaba en 1977 Günter Wallraff la esencia de su forma de hacer periodismo.

Odiado por unos, celebrado por otros, este hombre nacido en 1942 en Burscheid, Alemania, se convirtió en un icono del periodismo de su país durante la segunda mitad del siglo pasado, cuando con sus explosivos reportajes desnudó la parte oscura de las industrias y fábricas que hacían prosperar a la Alemania occidental de la posguerra.

El mundo laboral de estas empresas estaba plagado de irregularidades, injusticias, incluso ilegalidades, discriminación y xenofobia contra los trabajadores que llegaron invitados por el gobierno alemán. Wallraff, con su peculiar método de investigación, la infiltración, estuvo ahí para experimentar todo en carne propia y después reportarlo.

La importancia de su trabajo ha dejado huella en el periodismo moderno e incluso ha sentado bases legales para garantizar la libertad de prensa y el derecho a la información en Alemania.

En Suecia, por ejemplo, se acuñó el verbo wallraffa y por estos días en la enciclopedia del periodismo alemán quedará registrado el concepto Rollenreportage (reportaje de rol), del cual él es el principal representante.

Wallraff recibe a esta corresponsal en su domicilio, en el multicultural barrio de Ehrenfeld, en la ciudad de Colonia. Pese a las medidas de confinamiento que se viven estos días en Alemania, el encuentro con el periodista se da cara a cara, con cubrebocas y distancia de por medio.

–Ha pasado parte de su vida denunciando las injusticias de la sociedad, pero ahora, como antes, éstas permanecen: desigualdad social, abuso laboral, corrupción, racismo. ¿Se siente decepcionado de alguna forma? ¿Vale la pena seguir con el periodismo?


–Por el oficio soy escéptico, pero, por otro lado, soy un optimista con cálculo, lo que significa que me centro en los pequeños pasos y logros que se pueden alcanzar. Lo veo ahora justamente con la pandemia: pese a todos los problemas, percibo un acercamiento entre la gente y un despertar de la conciencia. Estoy convencido de que si queremos sobrevivir (como humanidad) tenemos que alcanzar una nueva sociedad. Y veo pasos hacia ello entre los jóvenes, en mis hijas, en los movimientos feministas. Estoy convencido de que nos movemos a una conciencia más clara de un mundo más justo en lo social y en lo que se refiere al medio ambiente.

“Es algo muy optimista –reconoce– pero hay que ir en esa dirección. Como se decía antes: Hay que silbar mientras se camina en el bosque oscuro”.

–En ese escenario, ¿qué papel juega el periodismo?

–El periodismo tuvo y tiene aún tareas importantes que cumplir. Hay una concentración de poder a nivel mundial muy grande. Los grandes monopolios y consorcios buscan cada vez más escapar de los controles del Estado y es donde se necesita un periodismo de investigación. Aunque veo con preocupación que los medios serios cada vez tienen más dificultades generadas por la constante pérdida de su tiraje.

Antes de poder preguntarlo, Wallraff aborda el tema de internet y su complejidad: “Por un lado, representa una oportunidad. Antes se pedía que el consumidor fuera al mismo tiempo productor. Ahora, en abstracto, ese es el caso: (dentro de la red) todo mundo puede hacerse notar y escuchar”, pero advierte que está el riesgo de la confusión que también genera.

“Siempre he creído que en la escuela se requiere una materia que se llame ‘capacidad de los medios’. Se tiene que educar desde muy temprano a los niños y jóvenes para orientarlos de una forma adecuada sobre en qué (de todo lo que hay en internet) se puede confiar, hasta dónde se trata sólo de rumores y cómo detectar a la prensa que miente. Eso desgraciadamente no existe y creo que la red representa una gran confusión justamente para los jóvenes que necesitan una orientación”.

Empedernido lector de periódicos –asegura que recibe en su casa cada día varios de ellos– Wallraff lamenta que la gente no lea más ni mire en la televisión programas “normales” que busquen informar. “La gente se orienta cada vez más hacia esa confusión”.

–Los jóvenes utilizan las redes sociales todo el tiempo. Se meten a Twitter, Facebook, Instagram y sienten que están bien informados.

–Si utilizan esos medios para informarse sobre cosas relevantes, está bien. Sin embargo, eso acorta la visión. Yo cada mañana leo los diarios y al hojearlos me topo con cosas que no necesariamente están en mi radar. Eso hace que amplíe mi visión. Pero de la otra forma, mirando sus propios intereses, uno se queda consigo mismo y la mirada se estrecha. Aunque lo realmente malo (de las redes e internet) es aterrizar en foros donde priva el delirio.

La verdadera amenaza que ve Wallraff en el periodismo en este momento tiene que ver con la crisis económica: “Muchos de los que han elegido esta profesión se dan cuenta rápido que los periódicos mueren, que no hay posibilidades de ganar dinero y entonces se convierten en voceros de prensa o de grandes consorcios. Es algo que definitivamente no se les puede reprochar, pero sí se lamenta”.

–El periodismo requiere de tiempo y dinero para ser hecho con profundidad. En México hay una crisis permanente que ha empeorado con la pandemia. Muchos periodistas han perdido sus empleos. ¿Cómo puede vislumbrarse un futuro positivo cuando la realidad no lo es? –pregunta la corresponsal.

–Muchos jóvenes se me acercan y me hacen esa misma pregunta, porque la situación aquí también es difícil. Y lo que yo les digo es: escojan una segunda profesión que les resuelva la existencia mínima. Quizás un estudio o profesión que vaya en dirección a la profesión; después especialícense en un idioma concreto y en un tema específico y entonces (pónganse) a investigar aquello que los mueve y también ayuden a esa gente que no está representada y que sufre injusticias. Eso es lo que siempre les digo a los jóvenes que llegan llenos de idealismo y luego fracasan en un periódico o medio porque al principio los aceptan como voluntarios, lo que no cuesta nada, pero después son desechados.

–Me gustaría preguntarle sobre el límite entre periodismo y activismo. ¿Usted comparte la idea de que como periodista también se vale comprometerse con causas?

–Eso es algo que no se puede pedir. Es una decisión individual. En mi caso no se separan ambas cosas. En mí converge la suma de iniciativas por derechos humanos, los reportajes, y con frecuencia también un activismo. Después de publicar un tema, intento ayudar a la gente a llegar a un buen término dejando el papel de periodista. En este momento, la mitad de mi trabajo, de mi actividad, es ayudar a gente, aún sin publicar.

–Eso tiene que ver con sus valores humanistas. Como persona. Pero cuando uno hace periodismo…

–Sí, ¿pero dónde colocamos entonces el término activismo? Para mí es como andar en el filo de ambos términos y cada quien asume ese riesgo, es su propia decisión.

–¿Pero no cree que el activismo daña al periodismo?

–El periodismo se daña a sí mismo cuando hace consideraciones con sus anunciantes y asume compromisos políticos.

Durante casi dos horas Wallraff charla sin descanso. Siempre en calma, sonriente, paciente, sin apresurar un cierre. Y siempre sus ideas desembocan en el proyecto de lograr un mundo mejor, con las herramientas que tiene a la mano: el periodismo y su humanismo.

“Soy un optimista calculado. Hay que hacer como si todo fuera posible y entonces las cosas serán más posibles de lo que creíamos. Así han comenzado todas las mejoras en el mundo”, concluye.


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