Brenda Ileana Macías de la Cruz y Marcela Leticia López Serna
Hablar de sororidad es hoy en día un asunto común, esta palabra cada vez se populariza más entre quienes simpatizamos con la causa de la defensa de los derechos de las mujeres, pero ¿qué es lo que entraña su significado? desde siempre ha sido común utilizar el término fraternidad, que según la etimología de que proviene, se trata de una suerte de pacto entre hermanos, así, en masculino, de crear esas condiciones de hermandad entre ellos. La sororidad sería justamente esa misma idea, pero utilizada para generar entre las mujeres ese mismo nexo.
En realidad, aun y cuando parte de ese concepto, la creación de la idea de fraguar ese pacto de sororidad tiene algunos elementos que la distinguen de la fraternidad; históricamente el estatus quo ha sido gestado con una composición social específica en que se han determinado los lugares que cada cual debe ocupar, los estereotipos de género han ayudado bastante a ello, pero también han traído consigo una serie de violencias de género que históricamente han sido naturalizadas hasta el punto de materializarse incluso en la norma.
La permanencia de esas condiciones, de forma tan prolongada, sin duda obedece a la comodidad en que ellas han permitido que se ubique a un grupo de población, que además coincide con aquellos que comúnmente han ocupado los cargos de poder, de tal suerte que cerrando ese coto a sí mismos, se impide la renovación de ideas, la inclusión de los diferentes y se sostiene todo en el mismo orden. El problema no es el beneficio de ellos, el problema es que ocurre en perjuicio de ellas.
Abundando al respecto, la teoría jurídica contemporánea, conoce a esto como la teoría del fair play, que consiste en que para que todo funcione de manera justa, cada cual debe hacerse cargo de lo que le corresponde y por supuesto en materia de cargas y pesos esto se evidencia de una manera desproporcionada en nuestras sociedades patriarcales, en que el trabajo doméstico y de cuidado, reposan en los hombros de las mujeres, sin ninguna clase de remuneración, mientras que, históricamente, son los hombres quienes tienen acceso a los medios de producción de riqueza; cuando las mujeres acceden a los mismos, deben hacerlo de manera adicional a las cargas de la familia y la casa, como teniendo que pagar su cuota por poder salir de las cuatro paredes del hogar, a la esfera pública.
Pues ese pacto patriarcal ha permitido esa cerrazón en las condiciones sociales, en lo público y en lo privado, en lo aprobado y en lo castigado, social y legalmente, ha permitido también la pobreza de derechos en todos los aspectos de la vida de las mujeres, para quienes la palabra impunidad ha sido también una de esas con las que hay que aprender a lidiar desde muy temprana edad, porque ese pacto también ha señalado que las mujeres somos propiedad de los hombre y que por tanto, ellos pueden hacer, por el simple hecho de que pueden y se les permite, una serie de aberraciones en perjuicio de la libertad, la integridad física o psíquica, incluso en perjuicio de la vida.
Hablar de romper el pacto en estos días, hace referencia precisamente a visualizar que no somos enemigos, que podemos coexistir en un mismo sistema en que no haya abusos o temores entre ellos y ellas, hablar de romper el pacto es precisamente invitar a los hombres a que no sean parte, ni activa ni pasiva en la realización de esas vulneraciones, porque el sistema se sostiene no sólo de quienes lo empujan activamente, también encuentra sostén en aquellos que son omisos en criticar estas prácticas, en quienes prefieren callar. La invitación que esta semana se ha hecho a través de diversas redes sociales al Presidente, a romper el pacto, es precisamente la idea de que él, como ejemplo político de nuestro país, asuma ese compromiso de desvelar todos esos mitos que el patriarcado ha generado en torno a los lugares que las mujeres y hombres tenemos que tener en este mundo.
Romper el pacto en pro de sociedades igualitarias, justas, que reivindiquen a las personas en el goce de sus derechos, y en concreto la situación de millones de mujeres que se han visto relegadas de sus libertades, incluso de su realización personal, por un sistema que históricamente nos ha desfavorecido. Al decir que romper el pacto implica visualizar que mujeres y hombres podemos coexistir en condiciones de igualdad, basta con realizar una analogía simple pero clara, imaginando que se trata de las dos alas de un ave, una representa a las mujeres y otra a los hombres, mientras ambas tengan la misma fuerza, igual bienestar y correcta posición, más alto se emprende el vuelo y se llega al destino.
Que la invitación siga abierta, pese a las respuestas que se puedan dar… la lucha por los derechos de las mujeres ha implicado un camino de largo y pacífico aliento, cada paso adelante motiva y cada vulneración impulsa a seguir con fuerza. Si bien hoy en día los logros son bastantes, la condición aún no es igualitaria, y queda mucho por hacer.