La semana pasada hablamos de lo que es y cómo se conforma una biblioteca. Esta, será la construcción de la biblioteca tanto personal como pública.
El punto de partida de una biblioteca personal es el primer libro. Pocas personas podrán nombrar el primer libro que leyeron en su vida, que no sean los libros de texto gratuito que todos leímos en primaria. Sin embargo, llega un momento en el que un libro cae en nuestras manos ya sea como un regalo, como una tarea escolar o porque simplemente lo compramos porque nos llamó la atención. Ese es el momento en el que nos volvemos conscientes de los libros y es cuando comienza nuestra biblioteca personal.
Conformar o construir una biblioteca es diferente a construir una casa o un edificio, se asemeja más a la construcción de una catedral medieval, pues la creamos poco a poco, conforme a nuestras posibilidades económicas porque, hay que decirlo, una biblioteca es una inversión económica inacabable, pues no hay límites en la cantidad de libros que puede tener una biblioteca. La diferencia es que esa inversión se hace a cuentagotas, libro a libro. Por esa razón tenemos la libertad de elegir qué libro comprar o cuál no, sin ninguna presión, a nuestro paso. ¿Cómo elegimos el siguiente libro que irá en nuestro librero? Por el título, por el color, por el autor, por el tamaño, por la portada, por la letra, o porque queremos. No hay ninguna regla para construir nuestra biblioteca. Puede ser que hayamos comprado un libro nomás porque nos pareció bonito un día, pero al siguiente verlo horrible, o por el título o simplemente porque decidiste comprar un libro al azar, sin ningún tipo de conocimiento previo. Entonces nos encontramos ante una construcción irregular, sin forma ni definición propiamente dicha. Tendrás libros de muchas o pocas páginas, de una miríada de autores, de tamaños dispares y colores incombinables. Cada biblioteca personal es una capirotada de páginas acomodada de la mejor forma posible en nuestro librero y en nuestra vida.
Caso diferente la biblioteca pública. De estas, todos podemos consultar las estatales o las comunitarias. Las primeras son las que el estado abre, construye, mantiene y cuida; las segundas son las que un grupo de personas de alguna comunidad crean a través de donaciones que realizan hombres o mujeres. Estas últimas son en sí, las más limitadas, las que se enfrentan a una precariedad mayor, y que, sin embargo, en muchas ocasiones son las más consultadas porque se encuentran en zonas periféricas de algún centro urbano o en comunidades, donde no llegan las bibliotecas del Estado. De la misma manera, muchas de estas son ambulantes o itinerantes, están unos días y en algún lugar público (plaza o parque por lo general) al aire libre, sin un lugar fijo.
Todos conocemos las bibliotecas del estado. Probablemente no todas, sin embargo, conocemos al menos una o dos, en su mayoría localizadas, en Aguascalientes, en el centro de la capital. Podríamos nombrar la Jaime Torres Bodet, que se encuentra casi a contraesquina del Parián, o la Enrique Fernández Ledesma que está a un costado de la Casa de la Cultura, como las clásicas, o la Biblioteca Pública Central Centenario-Bicentenario que está en las instalaciones de la Universidad de las Artes en el Ficotrece, como una más nueva. Estas bibliotecas se construyen, por lo general, de dos maneras: la primera es a través de la donación o compra del acervo de alguna personalidad (que no es otra cosa que una biblioteca personal que se convertirá en pública) y a partir de este, se construye la biblioteca, tanto un espacio físico como lo es un edificio para albergar esa colección, como los libros para que lo acompañen y de ahí vaya creciendo. Claro, también puede suceder que ya exista la biblioteca y que alguien done o se adquiera algún acervo para acrecentar la colección de libros que se pueden consultar en la misma. En la segunda es a través de un plan del mismo gobierno para abrir una biblioteca, para esto requiere hacer una inversión en la compra de libros, o, como las bibliotecas comunitarias, solicita la donación de libros a la sociedad en general. Luego viene la selección de un espacio idóneo, porque, aunque no lo parezca los libros son bastante frágiles (si les da sol, se echan a perder; si el ambiente es muy seco, las hojas se quiebran, si está muy húmedo, se arrugan y deforman y les salen hongos; y claro, son inflamables). Eso podría saberlo cualquier persona con un poco de investigación. Lo importante de la biblioteca pública es cómo es que actualiza su catálogo. Ningún titular de cultura se apersonará en una biblioteca, mirará los estantes, elegirá quinientos títulos y los comprará “para las bibliotecas”. Ese es un placer reservado para las bibliotecas personales.
El verdadero problema es que en muchas ocasiones las bibliotecas son abiertas y luego abandonadas. No hay nuevas compras o cuando las hay, son pocos libros y esos pocos son luego elegidos por personas que ni siquiera saben las necesidades ni los gustos de la comunidad donde se encuentra la biblioteca. Eso es un error, pues las bibliotecas, tanto las públicas como las comunitarias son importantes para la sociedad, pues a diferencia de las personales, se convierten en lugares de socialización. Son espacios de reunión para generar comunidad a través de la lectura. Existe el mito del silencio en estos lugares, de la bibliotecaria (porque siempre es mujer, extrañamente) regañona que te shushea si haces cualquier tipo de ruido, pero es eso: un mito. La única biblioteca en silencio es la que está vacía.
De todo esto podemos decir que para tener un proyecto de biblioteca requerimos tres cosas, sin importar si es personal, estatal o comunitaria: una persona, un libro y un lugar. Así de simple es una biblioteca. Así de complejo.