Hubo dos grandes amores de los que Antonio Acevedo Escobedo dejó testimonio de manera insistente a través de sus publicaciones: Aguascalientes y el mundo del libro.
No pocos escritores han dedicado textos a la provincia y sus recuerdos, pero sí muy pocos en homenaje a los libros, la imprenta y los actores de su generación con quienes compartió una de sus grandes pasiones; es por ello que este texto busca vincular, a través de ambos amores y un largo recorrido por sus letras, la ciudad de Aguascalientes que él vivió siendo un joven de no más de dieciséis años en las primeras décadas del siglo XX y que fue su lugar de ensoñación: los libros, las letras, la edición y las prensas.
Este recorrido por esa ciudad de imprentas es un homenaje a Acevedo Escobedo y su generación, una generación que vivió el bullicio de una ciudad entre el Porfiriato y la Revolución, “entre prensas”, jugando a escribir, componer, editar y construir libros y que les llevó demasiado lejos.
Cuando hablo del mundo del libro pienso en la dimensión Dartoniana del término, en la que están involucrados los diferentes actores en la producción del libro, no porque pretenda que este texto sea académico, sino porque Acevedo Escobedo captó muchas de las dimensiones del libro desde la narrativa. Si bien habla constantemente de prensas e impresores, también se refiere, a lo largo de su obra, a las bibliotecas, los autores, la lectura, los oficios, el trabajo editorial, la gráfica, la bibliofilia y por supuesto la literatura.
Acevedo Escobedo migró a la Ciudad de México en 1925 cuando tenía apenas 16 años, pero ya se había formado como cajista e impresor en las imprentas de Aguascalientes desde que era un chico estudiante de primaria. Se fue a México para escribir dos columnas en El Universal Ilustrado y Revista de Revistas y de ahí fue creciendo exponencialmente como escritor, columnista, editor y funcionario público.
Vinculado el resto de su vida al mundo del libro, escribió y editó varios textos sobre Aguascalientes y la imprenta, además de otras muchas otras obras. Me centro en los libros Los días de Aguascalientes, editado por primera vez en Porrúa en 1952, Entre prensas anda el juego publicado por el Seminario de Cultura Mexicana en 1967 y Letras sobre Aguascalientes publicada por Stylo en 1963.
A partir de sus textos y el contexto sobre la imprenta en Aguascalientes reconstruyo al Aguascalientes de entre los años 1910 y 1925, el tiempo de formación de Acevedo Escobedo en su Ciudad natal y la que evocó en sus escritos.
Antonio Acevedo creció en un país convulso en medio de la lucha armada. Aguascalientes no era la excepción, pese a que los estragos no fueron tan radicales como en otras ciudades y poblados del país, las secuelas de la inestabilidad económica, política y social permearon en la sociedad aguascalentense. Cuando Antonio tenía apenas 5 años la ciudad se llenó de revolucionarios y fue el centro de las actividades políticas de la nación.
El impulso de la Revolución armada generó que nuevas y novedosas imprentas se abrieran en la ciudad. De las imprentas católicas y conservadoras de principios de siglo, se transitó a las novedosas imprentas obreras, socialistas y anarquistas. Cuándo Acevedo Escobedo vivió las imprentas que describe en Entre prensas anda el juego, estaba el principal impulso a las imprentas de obreros y comunitarias, a la par, existían las ya clásicas prensas de Trinidad Pedroza, y Ricardo Rodríguez, que concentraban la producción de impresos desde finales del siglo XIX.
El su libro Los días de Aguascalientes Acevedo nos cuenta cómo descubrió las imprentas en el camino de su casa a la escuela siendo aún muy joven y cómo es qué, al detenerse a observar decidió que en lugar de estudiar quería dedicarse al mundo del libro trabajando en las prensas. Su primer trabajo fue como como aprendiz de cajista en la imprenta donde se publicaba un periódico llamado El Triunfo, tenía apenas entre 11 y 13 años de edad y ya había decidido a qué quería dedicarse.
Este relato llamado “El aroma de la imprenta” fue dedicado al entonces subsecretario de la presidencia de México, Roberto Amorós y publicado primero en 1952 en Los días de Aguascalientes, reproducido nuevamente en 1963 en el libro Letras sobre Aguascalientes y cuatro años después en Entre prensas anda el juego.
La proyección que tuvo en él el recuerdo de la provincia los dejó impresos en sus libros, esa provincia que caminó, vivió y dónde aprendió la lectura en los pocos libros de su padre, en la cercanía a Enrique Fernández Ledesma a quien llamaba su hermano mayor, donde también aprendió el trabajo de un taller de imprenta y que con los años lo llevaría a construir una fuerte amistad con Francisco Díaz de León, quien no pocas veces ilustró sus textos y con quien compartió la pasión por el mundo del libro, tanto, que colaboró con él en la formación de la currícula de la Escuela Nacional de Artes del Libro.
Hay un texto dedicado a Francisco Díaz de León y Carmen su esposa, donde recuerda a un viejo cajista de Aguascalientes llamado Tránsito con una narrativa extraordinaria que nos transporta al mundo de los impresores la ciudad en los años veinte. El texto llamado “Cinco o seis siluetas” fue reproducido en Los días de Aguascalientes y Entre prensas anda el juego.
Otros textos de Acevedo nos transportan al mundo de las prensas en la provincia: “Campanas nupciales”, “Un antiguo taller” y “Posada, un genio humilde” y otros tantos nos transportan a la vida cotidiana del Aguascalientes de la primera mitad del siglo XX. Lo cierto es que Acevedo Escobedo estuvo toda su vida ligado a su tierra natal, a través de sus amigos y las muchas actividades en las que participaba. Era un asiduo visitante a las actividades culturales de la feria, como Los Juegos Florales, pero también a través de las actividades del Seminario de Cultura Mexicana.
Antonio Acevedo Escobedo es de esos personajes ricos en historia, que requieren de más investigaciones y qué mejor para nosotros, que tenemos su archivo y biblioteca personal en la ciudad. Finalmente no debemos olvidar el papel que jugó dentro del mundo del libro en México entre la primera y segunda mitad del siglo XX, un papel un tanto olvidado detrás de la imagen del escritor y funcionario público.