La pandemia de COVID-19 ha causado estragos en todo el mundo. Estos han sido principalmente en la salud de las personas, pues ha causado más de 2.5 millones de muertes en total. Además, es importante mencionar las consecuencias económicas y sociales, las cuales han perjudicado la calidad de vida de una cantidad innumerable de personas.
La vacuna contra esta enfermedad ha traído esperanza para terminar con la pandemia, sin embargo el acceso a la misma ha estado marcada por la desigualdad. Las vacunas se han desarrollado en tiempo récord, gracias a la colaboración internacional y al financiamiento de distintas fuentes. Varios países se han apresurado a cerrar acuerdos de compra con las compañías que ya han fabricado estos productos, por lo que estas se encuentran comprometidas incluso por varios años.
Cabe recordar que la elaboración de vacunas es limitada, por lo que aún no puede equiparar la demanda, que es literalmente de toda la población mundial. Aún así, algunos países con altos niveles de poder adquisitivo han acaparado gran parte de la producción existente y futura de estas dosis, limitando la posibilidad de otros naciones para firmar contratos y acceder a dichas inmunizaciones en el corto o mediano plazo.
Revisando las estadísticas que brindan la Universidad de Duke y la Universidad de Oxford, podemos vislumbrar la magnitud de la brecha. Las cantidades de dosis que los países más ricos del mundo han obtenido es desproporcionada con sus necesidades. La información demuestra que han acumulado la mitad de las unidades disponibles mediante sus acuerdos bilaterales, a pesar de solo tener un quinto de la población adulta a nivel mundial.
Si nos vamos a casos específicos, encontramos que hay naciones que han comprado muchas más dosis de las que requieren. Por ejemplo, Canadá ha asegurado suficientes para vacunar a su población total cinco veces, el Reino Unido cerca de 4 veces y nueva Zelanda más de tres veces. No son los únicos países que han actuado de esta forma. Cabe mencionar que varias de las fórmulas creadas requieren de dos aplicaciones, por lo que solo es necesario asegurar suficientes dosis para vacunar a una población dos veces. También existen vacunas de una sola aplicación, por cierto.
Estos excesos y la desigualdad en el acceso a las inmunizaciones trae varios problemas. Uno de ellos es que no se permite que otros países de ingresos menores puedan obtener contratos, puesto que las empresas farmacéuticas ya tienen entregas comprometidas por varios meses e incluso años. Esto, evidentemente, trae serios problemas esos territorios, sin embargo también a nivel general, pues mientras la pandemia continué en el mundo, nadie está a salvo.
Uno de los inconvenientes sanitarios que trae la desigualdad en la vacunación es la aparición de nuevas mutaciones y variantes, las cuales podrían evadir o disminuir la efectividad de los biológicos existentes. Es decir, puede que las personas ya vacunadas sean vulnerables a nuevas cepas del virus SARS-CoV-2 si no se detiene la transmisión del virus en todo el planeta. Otra de las consecuencias negativas sería el atraso en la reanudación de actividades, lo que afectaría todavía más la economía internacional.
Hasta ahora, mientras hay países que avanzan en sus campañas de vacunación y comienzan a inocular a personas menos vulnerables, hay lugares donde no se ha tenido acceso a una sola unidad y otros que apenas recibieron sus primeras dosis. Además, esto solo ha sido posible gracias a mecanismos que facilitan su acceso, como COVAX. Lo cierto es que es muy probable que estos países tarden años en poder inmunizar a su población.
Para mitigar esta desigualdad se ha creado COVAX. Esta es una iniciativa en la que participan diversas organizaciones internacionales, incluida la OMS, cuyo objetivo es acelerar el desarrollo y fabricación de vacunas contra la COVID-19 y procurar un acceso equitativo y justo a las mismas. Aun así, COVAX también ha encontrado problemas para llegar a acuerdos y repartir las dosis que obtiene, pues la cantidad que ha acordado no es suficiente para todas las personas en espera. La suma de inmunizaciones que ha conseguido es aproximadamente una cuarta parte de la que tienen los países más ricos del mundo.
Desde que se anunció la creación de vacunas seguras y eficaces contra la COVID-19, diversas organizaciones advirtieron su preocupación acerca de la posible monopolización de las unidades y la inequidad en su distribución. Estos comentarios y peticiones fueron desestimadas, dando como resultado la tremenda disparidad que vemos actualmente.
Los llamados de la propia OMS y ONU a evitar esta situación no han sido atendidos. El Dr. Tedros Adhanom, director de la Organización Mundial de la Salud, ha expresado que la distribución desigual entre países ricos y COVAX “está creciendo y cada día se hace más grotesca”. Añade, “tenemos los medios para evitar este fracaso pero es sorprendente lo poco que se está haciendo para lograrlo.” Lo único que puede sacarnos de esta emergencia global es la cooperación y solidaridad, no obstante, hasta ahora ha ocurrido lo contrario.
We have the means to achieve #VaccinEquity, but the gap between the number of vaccines administered in rich countries versus #COVAX is growing every single day and becoming more grotesque. We appeal to countries to share #COVID19 vaccines out of self-interest, if nothing else! pic.twitter.com/TwSPqAmpLx
— Tedros Adhanom Ghebreyesus (@DrTedros) March 23, 2021