La desigualdad es uno de los problemas que más afectan al país, sus consecuencias las vivimos todos los días y fue una de las motivaciones por las que millones votaron por un cambio. El candidato Andrés Manuel López Obrador prometió que sería diferente y a esa fe se entregaron quienes decidieron convertirlo en presidente de la República.
Con justicia le reclamamos a la Cuarta Transformación el que ese cambio no haya llegado y que sus funcionarios se comporten de la misma manera que aquellos a quienes relevaron en sus puestos. El presidente ha reiterado en diversas ocasiones que sí hay rumbo y que el edén prometido llegará, en sus informes anuales repite que cada vez estamos más cerca y pide una extensión de tiempo para alcanzar las metas.
La necesidad de un cambio era evidente, también lo propuso la otra alianza que compitió contra López Obrador, era necesario modificar la cultura política priista que había vuelto a Los Pinos y, con Enrique Peña Nieto al frente, en seis años exhibió las peores prácticas. El discurso de Ricardo Anaya como candidato de la coalición Por México al Frente prometió que a través de un gobierno de coalición se lograría un cambio de régimen y así acabar con la desigualdad y los otros muchos males nacionales. Esa opción no logró el favor de la mayoría y los vencidos creen que para transformar al país ahora hay que oponerse al proyecto de la Cuarta Transformación.
Si antes de la Cuarta Transformación había una coincidencia en que era necesario cambiar las condiciones en que se desarrollaba la vida política del país y las prácticas corruptas de los funcionarios, a partir del gobierno de López Obrador, los partidos de oposición han simplificado el discurso a llevarle la contraria al presidente, ha dejado de importar el cambio de régimen y todo se reduce a estrategias que se oponen a las decisiones del presidente.
Al electorado no se le ofrecen programas o proyectos de gobierno viables sino figuras que se puedan oponer a López Obrador, ya no se discuten las políticas públicas necesarias para modificar al país, la oposición ha dejado de presentar alternativas, ahora sólo se trata de presentar figuras.
La idea de contrapesos al gobierno también se ha simplificado, quienes fueron vencidos por Morena en la pasada elección presidencial, antes que continuar pensando un proyecto de nación diferente, ahora buscan un líder que pueda oponerse a López Obrador, como si se tratara de una función de box o un concurso de vencidas.
Ricardo Anaya ejemplifica la ceguera de la oposición, a principios de año anunció que recorrería mil municipios para “Escuchar los problemas, las necesidades, los anhelos y los sueños de la gente. Se trata de escuchar para de veras sentir y vivir los problemas como propios y encontrarles soluciones juntos”, y lo que ha surgido de ahí es una serie de videos en las que el excandidato presidencial hace el ridículo al querer imitar a López Obrador.
Ricardo Anaya aseguró que desea ser candidato a la presidencia en 2024, quién sabe si lo logre, quién sabe si la imitación le baste antes que encontrar un proyecto que encabezar.
Coda. El Rey Louie no aparece en los trabajos originales de Rudyard Kipling que dan origen a El libro de la selva, la película de Disney concentró el miedo de los animales al fuego en una sola escena, donde el orangután le confiesa a Mowgli que desea la flor roja: “Como hombre yo quiero vivir/ Ser tan mono me va a aburrir/ Y dame el secreto cachorro/ ¡Dime! ¿cómo debo hacer?/ Dominar quiero, el rojo fuego/ Para tener poder”; a eso se reduce la gira de Ricardo Anaya, como el Rey Louie cree que imitando a López Obrador va a conseguir el rojo fuego para ser “hombre como tú y en la ciudad gozar”, triste espectáculo.
@aldan